Por Vicente Pérez Silva*
Conciudadanos nariñenses y pastusos:
Como es del conocimiento general, el día 24 de octubre del presente año se conmemora el centenario de la publicación de la novela La Vorágine, de José Eustasio Rivera.
Con motivo de esta conmemoración, es oportuno e imprescindible, recordar que, entre el considerable número de personas, algunas de carne y hueso, que discurren en sus páginas, aparecen los nombres de tres personajes nativos de la ciudad de Pasto, a saber: Clemente Silva, Benjamín Larrañaga y Juan Bautista Vega.
El primero de los nombrados, o sea Clemente Silva, es considerado por el mismo autor de la novela, como el “rumbero llamado el Brújulo, letrado, ducho en número y facturas, perito en trato de goma, conocedor de barracas y de siringales, avispado en lances de contrabando, buen merecedor, buen boga, buen pendulista”; pero también estamos frente al hombre cargado de infortunios y carcomido de dolencias, “que siempre tuvo el monopolio de la desventura”.
Además, acerca de esta figura descollante de La vorágine, se ha escrito que es la voz de la sabiduría y de la supervivencia, la palabra viva y fulgurante que acusa a la tenebrosa Casa Arana y desenmascara a todos sus esbirros, por la explotación, los crímenes y las atrocidades sin cuenta ni medida que han desatado contra los caucheros, colonos y tribus indígenas del Caquetá y del Putumayo.
Figura, así mismo, Benjamín Larrañaga, el pastuso que alcanzó una cuantiosa fortuna como resultado de la explotación del caucho en La Chorrera y de las componendas con los potentados de la Casa Arana. Tal llegó a ser su poderío, que fue considerado como el primer conquistador de la actividad cauchera. Y, por último, se cuenta a Juan B. Vega, Cónsul de Colombia en Iquitos (Perú), señalado por Rivera, con los nombres familiares de Juancho o de Juanchito, pastuso que aprovechó para hacer sus enlaces y fortalecer sus actividades comerciales. A la postre, despojado de sus bienes y desterrado, fue vilmente asesinado.
Estas huellas de nuestros coterráneos por los intrincados senderos de La vorágine, de modo más sobresaliente las del rumbero estrella Clemente Silva, hacen que nosotros, los nariñenses, y, los pastusos, de manera especial, nos aprestamos a esta celebración. Un compromiso, desde luego, de la mayor importancia y trascendencia en los anales de la cultura colombiana. Y, por qué no, del ámbito universal.
Lo anterior, sin olvidar que, a fines del siglo XIX, no fueron pocos los aventureros que, desde el altiplano nariñense, emprendieron la exploración y explotación del “oro negro”, en la selva amazónica.
Para la realización de este cometido, nada más indicado que hacerlo con la participación unánime y las iniciativas de nuestras instituciones académicas, docentes y culturales, tanto del sector público, como del sector privado; y, en general, con la contribución de los exponentes del mundo artístico, profesional e intelectual.
No es, para menos, una conmemoración, así deseada, que esté a la altura del autor y de su obra. Y, lo que es más de resaltar y reconocer, su entrega e identificación con la naturaleza, en los lugares inhóspitos por donde realizó su tránsito de explorador; y, la entereza de un acusador del tratamiento inhumano dado a los indígenas y caucheros.
En fin, una obra de los más reconocidos merecimientos y de la más honda raigambre social, que entraña una acusación, una denuncia y una protesta. Una novela en la que aflora el embrujo telúrico de la selva, ahora, en la más inicua destrucción. Y en la que resplandece la altivez y el carácter de su autor.
¡Manes de José Eustasio Rivera! La frase de un visionario, estampada hace tantos años, cobra entera vigencia: El hombre civilizado es el paladín de la destrucción.
Qué mejor homenaje le podemos tributar al autor de su novela centenaria, la de todos nosotros, que en el Sur de Colombia, en el departamento de Nariño, en Pasto, su capital; y en todo el país, reflexionemos con premura, en estas palabras que nos suscitan la prolongación de otra vorágine siniestra, de impredecibles consecuencias: La destrucción de la naturaleza.
Bogotá, 16 de febrero del año 2024
*Autor de las siguientes obras:
Raíces históricas de La vorágine (1988)
José Eustasio Rivera, Polemista (1988)
José Eustasio Rivera, autobiográfico, cauchero y soñador.
Además de varios escritos divulgados, en diversas ocasiones, y publicaciones periódicas. Entre otros: José Eustasio Rivera, Poeta del amor; Un soneto inédito a José Eustasio Rivera, y, El Libro Rojo del Putumayo y La vorágine.