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De “Curas y obispos belicistas”

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Desde Nod
Por Alejandro García
Gómez
pakahuay@gmail.com
El encuentro del
emperador romano Constantino con la Cruz –según la leyenda- marcó un cambio
definitivo en lo que hoy los empresarios llamarían la Visión del cristianismo
,
dirigentes que ya habían empezado a llamarse Clero, palabra grecolatina. La
doctrina expuesta por san Pablo –el díscolo o “hereje” del cristianismo judío
de esos primeros tiempos-, había complementado la revolución iniciada por Jesús
con su Buena Nueva, resumida en su “Sermón de la Montaña” y su Padre Nuestro.

Planteaba algo inédito
e inaudito entonces: todos los hombres son Hijos de Dios. Es decir, hermanos.
Es decir, con iguales derechos y deberes
. El “Loco” san Pablo agregó: este
Evangelio no es sólo para judíos; es para todo el mundo. Y ahí fue Troya. Los
amigos poderosos de sus nuevos amigos lo persiguieron a muerte, pero se salvó.
No así de Roma. Las doctrinas cristianas actuales derivan más de las
“heréticas” de Pablo y menos de los judaístas.
La alianza con
Constantino acrecienta el poder “terrenal” a ese clero naciente que ya lo tenía
entre sus comunidades. Crean círculos cerrados y pugnaces entre sí, como todo
círculo
. Forman simbiosis con los opulentos y se funden con ellos: los unos
para los otros. La pugnacidad crea cismas que responden a cada círculo en los
grandes centros de poder de la humanidad de entonces. Y cada círculo se blindó
con el salvajismo y la crueldad propios de cualquier círculo potentado actual.
Pero ante todo con ideologías que sustentaran esa ferocidad. El Santo Tribunal
de la Inquisición, sólo es una de estas consecuencias, en una sola de las ramas
del cristianismo: el catolicismo.
El Poder, en todas sus
manifestaciones, ha sido otro de los platos predilectos del arte
. Y de la
literatura, por supuesto. Los Evangelios mismos llevan metáforas sobre el
cinismo del poderoso; recordemos los “sepulcros blanqueados” y otros.
Dostoyevski tiene un sin igual cuadro del fariseísmo en un capítulo de su Los
hermanos Karazov, llamado El Gran Inquisidor, que es un cuento aparte en la
novela, y que él, habilidosamente, le encuentra acomodo y que me arriesgo a
recomendar.
Los cleros de otras
religiones poderosas son iguales o peores al cristianismo post Constantino, y
luego, al catolicismo. Hoy, el entorno de una de las corrientes del Islam, se
encuentra en la etapa de crueldad y ambición de poder de lo que fue “nuestra”
Cruzada de la Edad Media
, pero con la globalización, tecnología y demografía
actuales.
Desde entonces hasta
hoy, gran parte de ese clero católico ha venido “conservando”, defendiendo
“como sea” ese estado de cosas. Por esta razón se han dado muy interesantes
estudios de las relaciones clericales con las sociedades y con los gobiernos.
Nuestro país no podría ser la excepción ya que somos inmensamente fanáticos,
fácilmente polarizables. Además las castas de poder civil o terrenal y
eclesiástico vienen desde tiempos de la Conquista con la Cruz y la Espada
. Otra
parte del clero empieza a agrandar la otra tolda y a reconocer que la doctrina
evangélica que enseñó Cristo no es la que hoy representa Roma con su boato. Entre
ellos está Francisco, el papa actual. Al otro lado, el conservador, que quiere
“que todo cambie, pero que todo siga igual”.
Édgar Bastidas
Urresty, escritor nariñense, acaba de publicar De curas y obispos belicistas
(Bogotá, 2015)
. Denuncia la relación de algunos clérigos con Pasto y Nariño.
Algunos de ellos fueron protagonistas de primera línea en la Historia de
Colombia: El padre Francisco Villota en la Guerra de Los Supremos, fray
Ezequiel Moreno –hoy en los altares- en la derrota del radicalismo en la Guerra
de los mil Días en el sur, etc. Varias acusaciones y acusados quedan entre
líneas, para ser identificados sólo por quienes conocen a plenitud los casos.
Especial seguimiento hace a su denuncia sobre un conocido cura antioqueño en
Pasto, el padre Jaime Álvarez, a quien le dedicara dos versiones de su obra El
Fariseo, (1985 y 1988), etc. Lo recomendamos. 17.XII.15
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