Yuyay
Por Alejandro Rosero Montenegro
Facebook: alejandro.rosero2
Cuando, prácticamente, falta un mes para que llegue diciembre, mes de parranda y animación, desde este mes de noviembre es inevitable no ver al mes de Navidad demasiado cerca, como un anuncio prematuro que no podremos esquivar.
Ayer fui a dos supermercados y la Navidad ya está pegada por todas partes. En el primero ya había una sección dedicada a los árboles y los adornos navideños con Papá Noel a bordo y luces de colores. Un poco más allá, la sección de galletería y licores también hacen lo suyo con un sinnúmero de colores y empaques de lujo que hacen alusión a esta temporada, dan ganas de todo.
En el segundo supermercado algo similar ocurrió, las galletas del barbudo de vestido rojo ya ocupan las góndolas principales y la sección de juguetería se ha ampliado en, por lo menos, 4 veces; pero lo que más impacta es como en los altavoces del inmenso local la voz inconfundible de Rodolfo Aicardi llena todo el espacio con su popular: ¿Por qué te casaste Adonay? Y luego escuchar a Edgar Leandro con su inolvidable: “No estoy triste, no es mi llanto, es el humo del cigarrillo que me hace llorar” y mientras empujó el carrito no puedo evitar bailar al mismo tiempo que reviso las ofertas del día y, para mayor efecto, cuando llegó el coro también fue inevitable cantar las canciones que nos acompañan esta época de fiesta desde hace décadas.
Muchos reclaman que dejen vivir a noviembre, pero parece que apenas salimos de la noche del 31 de octubre y ya el mundo se salta hasta el último mes del año. Supongo que ahora que salga de la emisora para hacer entrevistas o recoger información noticiosa, ya las calles estarán invadidas de todos los artilugios de la época, bolitas, guirnaldas, bastones, luces intermitentes, árboles, pesebres o figuras religiosas. Por otro lado, los almacenes de ropa ya estarán ofreciendo ofertas con las pintas para los días festivos del fin de año, invitando a los transeúntes a consumir y comprar para intentar ser feliz en los días de luces y comida sin fin.
Ojalá haya algo que se pueda hacer para una realidad que también se anticipa cuando llegan estos días: la venta de pólvora, un elemento que muchos ven como natural para la celebración, pero que, evidentemente, no trae sino consecuencias negativas. Que sea esta la oportunidad para invitar a los padres de familia y a quienes hacen de los pirotécnicos parte de la fiesta, para que saquen a los fuegos artificiales de esos momentos en familia. Claro, también debemos exigir de las autoridades las acciones necesarias para que en el mercado ilegal se disminuya la oferta de los explosivos artesanales que han dejado a Nariño en los deshonrosos primeros lugares de las estadísticas negativas.
Como pueden ver, desde noviembre se siente que viene diciembre. ¿Será que de una vez les digo Feliz Navidad? o ¿me estaré adelantando mucho?