Columna Desde Nod
Por Alejandro García Gómez
pakahuay@gmail.com
“…Hoy, gracias a Unaula [Universidad Autónoma
Latinoamericana de Medellín] y su Fondo Editorial, podemos recordar un episodio
de los muchos que vivió Isaacs debajo de un toldo alquilado, al margen de la
oficialidad de un certamen aprestigiado más por la bulla de haberme desinvitado
que por el espíritu abierto que debió haber conservado como Fiesta del Libro.
Latinoamericana de Medellín] y su Fondo Editorial, podemos recordar un episodio
de los muchos que vivió Isaacs debajo de un toldo alquilado, al margen de la
oficialidad de un certamen aprestigiado más por la bulla de haberme desinvitado
que por el espíritu abierto que debió haber conservado como Fiesta del Libro.
Sé muy bien que la cultura de Medellín terminó en las manos de un solo
titiritero que da vistos buenos o veta, que habla con los alcaldes y gobernadores
y monta sus tinglados vanidosos, y que desde allí ejerce de manejador de hilos
para recomendar quién publica en las editoriales y quién no debe asomarse a los
predios que él maneja. Reconozco su poder. Si no, miren dónde estamos, al lado
del Jardín Botánico y no dentro de él…”, señalaba el escritor, ya sentado sobre
la silla y su discurso, habiendo comenzado de pie, porque sus dolencias no le
permitieron continuar erguido.
21.IX.13, 4:30 pm. El encuentro se había
convocado para las 3:30 pm, pero se lo corrió una hora para que en la Sala
Humboldt del Jardín Botánico –de la Fiesta del Libro de Medellín- se le diera
curso a la programación impresa: Lanzamiento del libro “La revolución radical
en Antioquia 1880”, con diferente presentador. Era el mismo al que se desinvitó a Gardeazábal, como se lo
conoció ampliamente por la prensa, y en la cual la razón que da el organizador
es que –por razones burocráticas- jamás supo que entre los invitados estaba el
escritor, pues no se encontraba en la lista oficial.
convocado para las 3:30 pm, pero se lo corrió una hora para que en la Sala
Humboldt del Jardín Botánico –de la Fiesta del Libro de Medellín- se le diera
curso a la programación impresa: Lanzamiento del libro “La revolución radical
en Antioquia 1880”, con diferente presentador. Era el mismo al que se desinvitó a Gardeazábal, como se lo
conoció ampliamente por la prensa, y en la cual la razón que da el organizador
es que –por razones burocráticas- jamás supo que entre los invitados estaba el
escritor, pues no se encontraba en la lista oficial.
Cuando me dirigía al evento, algunos afanes
familiares me habían demorado un poco y al tomar el taxi le pedí al conductor
que me llevara por un sendero sin trancones a la Fiesta. Juan Carlos Idárraga
–el taxista de quien luego supe su nombre- me señaló, con reserva y prudencia,
allá se presenta Gardeazábal. Allá es donde voy, le dije. Ojalá pudiera yo
también, me contestó, porque leo todas sus columnas, sus libros, que los he
cargado y leído aquí en el taxi, y escucho La Luciérnaga. Ese man es un
berraco, señor. Lo pongo en un ya, señor, no se preocupe.
familiares me habían demorado un poco y al tomar el taxi le pedí al conductor
que me llevara por un sendero sin trancones a la Fiesta. Juan Carlos Idárraga
–el taxista de quien luego supe su nombre- me señaló, con reserva y prudencia,
allá se presenta Gardeazábal. Allá es donde voy, le dije. Ojalá pudiera yo
también, me contestó, porque leo todas sus columnas, sus libros, que los he
cargado y leído aquí en el taxi, y escucho La Luciérnaga. Ese man es un
berraco, señor. Lo pongo en un ya, señor, no se preocupe.
Qué sitial ocupará Gardeazábal en la
literatura colombiana después de 20, 30, 100 o más años, nadie lo sabe. De lo
que estoy seguro es de que su novela Cóndores no entierran todos los días, se
entronizará no sólo como el símbolo de la verdad del siglo XX colombiano –así y
con todas sus ficciones identificadas, o “ mis mentiras”, como él las llama-
sino como el poema de la violencia que ella representa, obra que jamás pudo ser
superada por su autor –sin que con esto pretenda decir que el resto de su obra
carezca de valor-, quien quizá fue consciente de ser el creador de tamaña
metáfora sólo después de que los críticos colombianistas se lo señalaron. Es mi
parecer.
literatura colombiana después de 20, 30, 100 o más años, nadie lo sabe. De lo
que estoy seguro es de que su novela Cóndores no entierran todos los días, se
entronizará no sólo como el símbolo de la verdad del siglo XX colombiano –así y
con todas sus ficciones identificadas, o “ mis mentiras”, como él las llama-
sino como el poema de la violencia que ella representa, obra que jamás pudo ser
superada por su autor –sin que con esto pretenda decir que el resto de su obra
carezca de valor-, quien quizá fue consciente de ser el creador de tamaña
metáfora sólo después de que los críticos colombianistas se lo señalaron. Es mi
parecer.
Gardeazábal, esa confusa mezcla de berrinche
de solterona, anarquismo, derechas, justicia social y de muy, muy generoso
amigo de sus amigos –a cada uno de los cuales sutil y diplomáticamente le
señala su sitial de afectos-, es lo más parecido a un showman literario, que
también concita odios reconcentrados, verdaderos odios. ¿Los disfruta también?
Goza con las cámaras, los aplausos, los vivas, las solicitudes para
fotografiarse que le hacen amigos y desconocidos, los abrazos con ósculo
incluido de las maduras y ancianas, las multitudes enardecidas que lo rodean y
lo estrujan peligrosamente por alcanzar un autógrafo o tan siquiera por retener
su mano menos de un segundo. Jorge Vélez Correa, un inmenso y discreto escultor
caldense que vive en Medellín, tiene lista la escultura de su mausoleo que será
montado en el cementerio de Circasia, Quindío, donde ha hecho todas las vueltas
para que lo entierren de pie. El trabajo está listo y el escultor lo expondrá
una parte a escala y otra a tamaño real, en Itagüí, en este octubre, en la que
fue la casa de don Diego Echavarría Misas, hoy Casa Museo en Ditaires, según se
lo señaló la tarde de la diatriba al escritor. 25.IX.13
de solterona, anarquismo, derechas, justicia social y de muy, muy generoso
amigo de sus amigos –a cada uno de los cuales sutil y diplomáticamente le
señala su sitial de afectos-, es lo más parecido a un showman literario, que
también concita odios reconcentrados, verdaderos odios. ¿Los disfruta también?
Goza con las cámaras, los aplausos, los vivas, las solicitudes para
fotografiarse que le hacen amigos y desconocidos, los abrazos con ósculo
incluido de las maduras y ancianas, las multitudes enardecidas que lo rodean y
lo estrujan peligrosamente por alcanzar un autógrafo o tan siquiera por retener
su mano menos de un segundo. Jorge Vélez Correa, un inmenso y discreto escultor
caldense que vive en Medellín, tiene lista la escultura de su mausoleo que será
montado en el cementerio de Circasia, Quindío, donde ha hecho todas las vueltas
para que lo entierren de pie. El trabajo está listo y el escultor lo expondrá
una parte a escala y otra a tamaño real, en Itagüí, en este octubre, en la que
fue la casa de don Diego Echavarría Misas, hoy Casa Museo en Ditaires, según se
lo señaló la tarde de la diatriba al escritor. 25.IX.13
Este es un espacio de opinión destinado a
columnistas, blogueros, comunidades y similares. Las opiniones aquí expresadas
pertenecen exclusivamente a los autores que ocupan los espacios destinados a
este fin por el blog Informativo del Guaico y no reflejan la opinión o posición
de este medio digital.
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