Originario del norte de Colombia, el vallenato es un género musical que ha sufrido inmensos cambios en todos sus aspectos a lo largo de su historia; tanto así, que perfectamente podría decirse que lo que hoy en día se hace ya no es vallenato, toda vez que sus creadores han olvidado las raíces en los que se fundó y que rigieron por muchos años hasta la década de los noventa cuando el panorama empezó a cambiar con el surgir de agrupaciones que interpretaban lo que se conoce como “vallenato romántico”, que sí bien aún es aceptable, marca el inicio del olvido de la tradición vallenata propiamente dicha.
Pero bueno, su historia no es objeto del presente escrito, sino más bien una de sus olas, por así decirlo, tal vez la menos conocida pero no menos importante y se trata del vallenato protesta, entiéndase vallenato protesta como esa expresión de inconformidad y denuncia que se realizó a través de los ritmos o aires musicales del vallenato que son el paseo, el merengue, la puya, el son y la tambora, con ocurrencia de las injusticias siempre presentes en la historia nacional, especialmente con el despojo de tierras a sus legítimos dueños: los campesinos.
Uno de los principales antecedentes de este vallenato protesta lo encontramos en una interpretación del maestro Escalona “El hambre del liceo” en el que denunciaba la precariedad de la comida que recibían los internos del Liceo Celedón, de Santa Marta; lo anterior permite resaltar dos particularidades: la primera es que reafirma la esencia popular del vallenato, recordemos que a sus intérpretes se les llegó a dar el nombre de “juglares vallenatos” rememorando a aquellos personajes de la edad media que iban de pueblo en pueblo ofreciendo un espectáculo, siendo que los primeros iban de pueblo en pueblo; de parranda en parranda narrando en sus canciones vivencias de amor, muerte y violencia, propias de la provincia y la segunda permite diferenciar al vallenato protesta de la canción protesta latinoamericana, que tiene fuertes tintes anti imperialistas, mientras esta ola aborda muchos temas de la cotidianidad nacional.
Entre los más destacados intérpretes encontramos a Máximo Jiménez, un hijo de la violencia, como el mismo se define, que en la década del setenta preocupado ante el despojo masivo de tierras a los campesinos por parte de las elites costeñas plasma sus consignas, que había consolidado gracias a su propia experiencia pues creció en un sistema casi que feudalista, en bellas canciones cargadas de una profunda conciencia social. Un ejemplo es la canción “Usted señor presidente” compuesta por Andrés Beleño en el gobierno de Alfonso López Michelsen e interpretada por el ya mencionado Máximo Jiménez.
“¿Usted señor presidente si está de acuerdo
que acaben los campesinos de su nación?
Si sabe que es un esfuerzo que están haciendo
para no morir de hambre con su opresión,
y manda su gente armada sin corazón
pa que vean correr la sangre de un hombre bueno”
Pero las acciones en pro del campesinado no terminaban en sus canciones, hizo parte de la ANUC, Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, organización que hizo fuertes denuncias al manejo que los terratenientes tenían sobre la tierra, hay que tener en cuenta que según censos agropecuarios de 1960 la concentración de la tierra en Colombia se daba en una proporción donde 15% de la tierra era ocupada por 1 millón de familias campesinas, mientras que el 40% del área total eran ocupadas por 7 mil terratenientes, una discrepancia totalmente injusta e irracional. Y si bien se lograron importantes conquistas, el problema con la tierra no se solucionó por la desidia del gobierno en privilegio de las élites, que engañó al campesinado con el “Pacto de Chicoral”, ofreciendo promesas de apoyo en la colonización y titulación de tierras remotas, dejándolos a su suerte después; el pacto buscaba frenar el avance de la ANUC y la reforma agraria de Lleras Restrepo que de por sí ya agonizaba, situación inmortalizada en la canción del maestro Armando Zabaleta “La reforma agraria”.
“Yo no me explico qué es lo que está haciendo
la reforma agraria allá en el Magdalena:
Desde que están expropiando terrenos
y todavía no se ve una parcela
Con ese paso que llevan,
¿Quién sabe cuándo las veremos?
Nos moriremos de viejos
con la esperanza de verlas”
Todas estas acciones le costaron a Máximo varios atentados, amenazas y la destrucción de muchos de sus discos en actos que pretendían silenciar sus denuncias y frenar la incomodidad que generaba entre la clase política. Por ello se tuvo que exiliar durante varios años en Viena, retornando a su querida Colombia tiempo después.
Así podemos encontrar un sinfín de canciones que ejemplarizan al vallenato protesta, pasando por interpretes a la altura de Alejo Durán, Jorge Oñate, Diomedes Díaz o compositores como Hernando Marín Lacouture, canciones que van desde recordar hechos trágicos como la masacre de las bananeras hasta poner de presente la precarización laboral docente.
Hoy en día con un vallenato que como se dijo ha dejado de ser y se asimila más al género tropipop, con pocas excepciones, difícilmente se encuentran artistas dispuestos a poner sobre la escena nacional canciones que reflejen la crítica realidad política y social que estamos viviendo; que poco y nada ha cambiado desde el tiempo en que se produjeron las canciones antes mencionadas, por ejemplo, la canción “La reforma agraria” puede fácilmente adaptarse a la situación que hoy viven miles de familias campesinas en los interminables procesos de restitución de tierras.
Por eso siempre será importante que los que tienen un mayor alcance alcen la voz en contra de las iniquidades, para que nunca más, como lo dijo un personaje de esta historia, Máximo Jiménez, se tenga que: “poner unas personas tras las rejas por el simple hecho de decirle esta tierra es mi tierra; este cielo es mi cielo”.
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