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Jornada única y calidad educativa (y 2)

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Desde Nod
Por Alejandro García Gómez
pakahuay@gmail.com
Como ejemplo de iniciativas, La Ley 115/94. Es
seguro que en los momentos actuales, ésta que, en su momento, se proyectaba
como un hallazgo de la educación colombiana en ciento ochenta años de vida
republicana, hoy tenga varios reparos. Pero en ese entonces fue modelo de
debate democrático y representó un hallazgo. ¿Qué pasó con ella? Sólo se
tomaron hilazas y retazos
(sólo hilazas y retazos que no demandaran erogación ni
presupuesto significativos) para hacernos creer a los colombianos que la
educación sí se enrumbaba por el verdadero camino.

Y llegó luego la Ley 715 de
2002, que nació del Acto Legislativo 01/01, después del gran debate a la
pretendida solución monetarista de la educación, con el que al final salieron
triunfantes el entonces presidente Andrés Pastrana y su ministro de Hacienda
Juan M. Santos, con el apoyo de sus bancadas, y con la del liberalismo oficial
(serpo-samperista) y del no oficial en el Congreso. La ley monetarista
pastranista-santista (715/02) que salió del 01/01 es la que nos rige
actualmente, con todas sus consecuencias
. ¿De qué nos quejamos?

Definir el fin de la educación es entrar en la
definición de concepciones epistemológicas y éstas obedecen a la
conceptualización filosófica acerca del mundo y del poder. Una de las
propuestas, la de un grupo de intelectuales colombianos, plantea que las
estrategias educativas deben apuntar a tres consensos educativos: Educar para
la Libertad
: o sea, acabar con métodos y contenidos dogmáticos; con el
autoritarismo y la verticalidad en el desarrollo del conocimiento sin descuidar
el proceso de formación de una autodisciplina. La finalidad es formar
sociedades autónomas, responsables y pluralistas. Educar para la Democracia: es
educar para aprender a vivir en medio de la esencia de la vida en sociedad: el
conflicto. Es aprender a resolverlo con respeto; a buscar la opción más
adecuada a la comunidad, a la sociedad, arriesgándose a enfrentar los intereses
de los grupos de poder. Educar para el trabajo con fines para el desarrollo: es
educar para el crecimiento integral: físico, intelectual, espiritual, cultural
y económico. No fundamentar el éxito personal en la mera adquisición
inmediatista de poder o de fama y fortuna. Es buscar la excelencia en la
satisfacción por pretender y conseguir la transformación de cada estudiante
como persona libre, democrática y transformadora. Es buscar y lograr también la
transformación de los recursos materiales y energéticos con el aporte corporal,
intelectual y espiritual de ellos
y de todos nosotros para la adquisición de
beneficios que, al mismo tiempo que nos permitan vivir con dignidad y plenitud,
aporten beneficio y mejoramiento a la calidad de vida de todos los miembros de nuestra
comunidad y de la sociedad.
Pretenden ser éstas, algunas reflexiones que
quieren ayudar a buscar un norte a nuestro sistema educativo, ahora que –por lo
menos- la educación empieza a convertirse en debate público de las cadenas
radiales, televisivas y de la gran prensa escrita
. Ahora que se perciben los
afanes sinceros de la señora mineducación Parody. Los más sinceros aún del
presidente Santos que, en su momento interpuso como minhacienda de Pastrana, un
recurso de súplica ante la Corte Constitucional que le había negado en primera
instancia el neoliberal Acto Legislativo 01/01 para que se lo aprobara, el cual
era el paso obligado para la creación de la ley monetarista y financiera que
nos rige, la 715/02 y su decreto reglamentario 1850/02. Escuchando la alocución
presidencial de la noche 03.V.15, mi mente se negaba a aceptar tanto el 2-1 del
Dpvo. Cali contra el DIM como las buenas nuevas en la educación colombiana de
las que nos hablaba el presidente Santos. Después me dije: a él le ha tocado rodar
y “voltiar” mucho, debe ser verdad.
Quizá quedan más consideraciones sobre la
llamada jornada única como elemento para mejorar la calidad educativa. Por
ahora dejamos ahí.

13 de Junio de 2015

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