Foto: Alfonso Miramag |
remanso de paz”: así llamaban a su territorio los habitantes de El Encano, un
corregimiento nariñense ubicado a 27 kilómetros de Pasto, antes de que el
conflicto armado se instalara allí y trajera consigo el miedo y la muerte.
conviven campesinos e indígenas quillacingas padeció la época más violenta de
su historia. Sin embargo, gracias a la radio y el trabajo comunitario pudo
resistir a las acciones de los grupos armados que llegaron a la zona.
miembros de la columna móvil Jacinto Matallana de las Farc se tomaron su casco
urbano, en medio de la celebración del Día del Amor y la Amistad.
estación de Policía, el principal blanco del grupo guerrillero, según lo
recuerda Alfonso Miramag. “Ellos (las Farc) empezaron a disparar por todos los
lados, incluso desde una terraza cerca de donde estaba con mi familia. ‘Echaban
plomo’ que daba miedo”.
vivienda que servía de residencia para los policías. Vivía junto a su hija –en
ese tiempo era una bebé–, su madre y sus hermanas.
Los fuertes estallidos de los cilindros bomba y morteros disparados por las
Farc los despertaron e hicieron desocupar el segundo piso de la casa, en busca
de refugio. “Yo no sé de dónde saqué valor. Agarré a mi familia y nos fuimos
hasta el primer piso arrastrándonos. Logré protegerlas… Fue una cosa horrible”,
relata este campesino y comunicador social que actualmente tiene 47 años.
m., luego, todo quedó en silencio. El caos había terminado. La estación y la
residencia de los policías fueron reducidas a columnas y vigas. En las calles
solo se veían escombros de las casas que resultaron afectadas por las
explosiones, algunos carros quemados y los cuerpos de quienes murieron en medio
del combate.
a salir de donde se había refugiado. Con mi cuñado ayudamos a recoger los
cadáveres. Nos tocó tapar y cargar muertos”, recuerda Miramag.
mandaban en El Encano. El ambiente en el corregimiento después de la toma fue
de total restricción para realizar cualquier actividad. Inclusive, había que
tener cuidado con quién y de qué se charlaba, pues tanto la guerrilla como los
paramilitares –que también hicieron presencia en la zona– infiltraron gente
entre la población.
La Cocha Foto: Alfonso Miramag |
Semanas atrás, Miramag y 17 campesinos más de
las 18 veredas que componen el corregimiento fundaron el colectivo de
comunicaciones Brisas de La Cocha, con la intención de crear la emisora comunitaria.
Aún con el recuerdo fresco de esa triste madrugada y con miedo, se reunieron
ocho días después del ataque guerrillero para sacar adelante la idea.
eran sobre cómo debía ir la parrilla de programación, qué música poner o cuáles
serían las funciones de cada uno. Les preocupaba comunicar teniendo a dos
grupos ilegales que vigilaban todo lo que hacían.
parte de un experto sobre cómo hacer radio, en el 2001 la emisora salió al
aire. Dentro de la programación diaria se emitían mensajes que invitaban a no
ingresar a la guerrilla, defender el territorio y no abandonarlo. Además, el
colectivo desarrolló un lenguaje para que ni las Farc ni los paramilitares se
dieran cuenta de lo que decían.
Una palabra mal dicha ponía en riesgo la vida de alguno del grupo”, comenta
Miramag, quien lideró y coordinó el proceso. “Fue ahí cuando dijimos: ‘Hagamos
lo que podamos hacer, para no ser blancos de esa gente’ ”, agrega.
códigos, que solo comprendían los miembros de Brisas de La Cocha, basado en los
objetos que tenían en la emisora. Por ejemplo, para hablar sobre secuestro,
usaban la palabra ‘consola’. Entre ellos se preguntaban: “¿Le pasa algo a la
consola? Si alguien decía que sí o que estaba fallando, es que existían
problemas de secuestro”, explica Miramag.
armados, utilizaban las marcas de los casetes: Sony eran los paramilitares y
TDK, las Farc:
─preguntaba alguien del grupo.
paramilitares estaban en una de las veredas acusando a la gente de guerrilleros
y obligándolos a abandonar El Encano. Si por el contrario era ‘malos’, se
entendía que no había rastro de ellos. De ese modo, todo el colectivo conocía
la situación de seguridad en cada rincón del pueblo.
la presión que las Farc ejercían en el corregimiento, y para evitar que se
llevaran los equipos al negarse a ser sus voceros. “Los guerrilleros querían
que divulgáramos sus informaciones, así que mejor optamos por dejar de
funcionar”, afirma Miramag.
más. El colectivo estaba convencido de que el mensaje de resistencia le estaba
llegando a la gente y que la radio era la mejor compañía en medio del conflicto
armado, pues muchos les preguntaban qué había sucedido con la emisora.
red de radioparlantes y continuaron con las transmisiones, emulando la
experiencia de las radios mineras en Bolivia. “Instalamos postes de madera con
parlantes en cuatro veredas. Uno de nosotros redactaba y leía los mensajes en
cada sector”, aclara Miramag.
estuvo al frente del radioparlante ubicado en la vereda Santa Clara. Cuando le
preguntan por qué decidió involucrarse con Brisas de La Cocha recalca que no lo
hizo por dinero, sino por el interés de ayudar a su comunidad y agrega:
“Nosotros somos de acá, y debemos sentirnos como los dueños de nuestras
tierras. Que no nos intimiden, porque estamos acompañados”.
hace 15 años. Desde el 2005, la violencia ha disminuido gracias al aumento de
Fuerza Pública. La mayor preocupación de los pobladores en la actualidad es
cuidar las riquezas naturales que los rodean, como la laguna de La Cocha, uno
de los cuerpos de agua más grandes del país.
radioparlantes aumentó su alcance: pasaron de cuatro a nueve veredas. Los
mensajes que ahora emiten tratan sobre la importancia de conservar el
medioambiente, las tradiciones y la identidad. Irónicamente, el conflicto
armado, ese mismo que le quitó la tranquilidad al corregimiento, dejó una
herramienta valiosa para reconstruir este “remanso de paz”: la radio.
Contamos para la paz
Resander, la red de emisoras comunitarias de Santander, lanzaron a mediados del
año pasado el proyecto ‘Contamos para la paz’, con el fin de formar a
periodistas y comunicadores de regiones apartadas del país en la narración de
historias e iniciativas de paz.
Cartagena, Neiva, Medellín, Pereira y Bogotá, entre noviembre de 2014 y julio
de este año, donde los participantes compartieron experiencias y reflexionaron
sobre cómo se estaba informando en los territorios el proceso de paz que
adelanta el Gobierno con las Farc en La Habana, Cuba. Uno de los tutores fue
Álvaro Sierra, periodista que ha cubierto el conflicto armado colombiano.
Además de las capacitaciones, se organizó un
concurso para resaltar las mejores producciones radiales de los talleristas. De
los 52 trabajos recibidos, el del pastuso Jorge Arias Obando ganó el primer
lugar. Es una crónica sobre la red de radioparlantes del colectivo de
comunicaciones Brisas de La Cocha.
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Premiación del concurso nacional de radio “Contamos para la paz”
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