Por Alejandro Rosero Montenegro
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He sentido vergüenza ajena en los recientes días debido a las situaciones de algunos de los dirigentes políticos que, elegidos por voto popular, están ocupando cargos de importancia tal como el poder legislativo.
El que me sacó de quicio fue el señor Representante Polo Polo, que me enteré de que se llama Miguel Abraham, quien en un acto de insensibilidad y, seguramente, de desconocimiento o ignorancia metió en una bolsa para la basura unas botas que, en una representación artística, estaban recordando la barbarie de las ejecuciones extrajudiciales o, mal llamadas, falsos positivos.
La pobre imagen que ha mostrado el representante de las comunidades negras en sus actuaciones en el Congreso no son más que una confirmación de las malas decisiones que tomamos quienes elegimos a nuestros representantes. Dice mi compañero de trabajo, Rodrigo el Rocky Estrada: nosotros tenemos de Honorables Parlamentarios, lo que nos merecemos, porque hemos decidido de manera equivocada y pusimos en tan alta responsabilidad a un monigote que solo busca congraciarse con los líderes de sus ideologías políticas. De trabajo por el pueblo muy poco.
Otra muestra de lo torcidos que son estos personajes ocurrió el lunes en la elección del nuevo Magistrado que integrará la Corte Constitucional, elección que se realiza en la sesión del Senado y que resultó con 103 votos en una plenaria que tiene 102 posibles electores.
Si, así como lo leen, quisieron hacer trampa, la votación se distribuyó entre dos candidatos 50 y 50, dos en blanco y una abstención y, extrañamente, tocó aplazar la votación por una decisión de la mesa directiva en cabeza del godo Efraín Cepeda, mientras investigan quien quiso pasarse de “vivo”, seguro que nos quedaremos esperando el dato del culpable.
Finalmente, la semana anterior, mi colega, la señora Vicky Dávila, decidió lanzar su candidatura a la Presidencia de la República, renunciando la semana anterior a la Revista Semana y explicando que recogerá firmas para fundamentar su intención. Ella, que alguna vez aseguró que era periodista y que no tenía ansias de poder, saco las garras (un poquito más) y le anunció al mundo político colombiano que quiere ser la primera mujer presidente. Sueño con que una mujer ocupe ese cargo, pero de una vez les anuncio mi posición, ella no es una buena opción para el país, sus posiciones extremistas solo ahondarán las complejidades del país del Sagrado Corazón.
Nos merecemos los gobernantes que tenemos, así que a pensar bien cuál será nuestro voto en las lejanas elecciones para la Presidencia y el Congreso. A ver si por fin nos libramos de los gamonales y las cacicas políticas que solo van al Congreso a calentar puesto.