nuestros días una crisis inocultable. Las causas son múltiples y puede
resumirse en cambios en la legislación laboral. Por supuesto que la
intimidación en las empresas ha generado zozobra y temor en la clase trabajadora.
De acuerdo a estudios recientes se ha podido confirmar la gran crisis del
sindicalismo en Colombia: “La propia CUT advirtió esta semana en un comunicado
sobre la baja tasa de sindicalización actual: de las algo más de 22 millones de
personas ocupadas que había en el país en 2015, apenas un millón y un par de
miles más se encontraban afiliadas a algún sindicato: es decir, una tasa de 4,6
por ciento. También reportó que “el leve crecimiento de la afiliación a
sindicatos pasó del 6,8 por ciento anual entre 2010 y 2014 a solo el 1,21 por
ciento en 2015”.
Cifras nada alentadoras y que, por el contrario, dejan
entrever una problemática que afecta principalmente al asalariado por cuanto
conlleva inestabilidad laboral y su consecuente afectación económica y salarial
que le permita planear a largo plazo su proyecto de vida personal y familiar.
circunstancias, no podemos ignorar o desconocer otros factores que son
igualmente contrarios a sus propios intereses y que son del ejercicio propio de
quienes ejercen el sindicalismo, concretamente de quienes lo presiden o han
sido electos para representar los intereses de los trabajadores. Resulta que
todas las entidades públicas u oficiales tienen un sindicato, no menos cierto
es que estas entidades se encuentran en manos de un cacique político que mueve
sus fichas de acuerdo a sus intereses electorales. Estos sindicatos han
cohonestado con las actuaciones de estos personajes que hacen cuanto quieren
con los presupuestos, los contratos o las políticas internas. Actúan libremente
por cuanto quienes deben defender los intereses reales de la entidad y sus
trabajadores, no lo hacen. Se han convertido en una especie de estatuas de sal
que no les es permitido mirar hacia determinadas actuaciones y se los limita a
ser convidados de piedra. Se olvidaron de ejercer sus reales funciones, no
denuncian, no hacen veeduría, no impiden el raponazo de la entidad y su
presupuesto, no defienden los derechos laborales de los afiliados y, por el
contrario, y en muchos casos, se alían con quien usurpa el poder para compartir
alguna migaja.
una especie de club social del proletariado, donde de vez en cuando y en fechas
especiales, como navidad, se obsequia un juego de sabanas, cobijas, ollas o
bonos. Nada Más. No existe una escuela sindical, una conciencia de clase, una
formación en legislación laboral o profesional. Se elige a los directivos
teniendo en cuenta su proximidad a los centros de poder o su lagartería que le
permite a él también repartir algunas dádivas entre sus electores. Es
deprimente mirar como la clase política se tomó el control de los sindicatos en
nuestro país. Muchos de los directivos sindicales tienen sus manos untadas de
mermelada y cohonestan con la corrupción, el saqueo de la entidad y la rampante
politiquería que impera en su interior.
como los gamonales políticos actúan a sus anchas sin que los sindicatos actúen
con firmeza y vehemencia en defensa de lo público. Se sientan a contemplar como
la entidad se entrega al mejor postor cada cuatro años o dependiendo del vaivén
político y electoral, se la saquea, se la exprime y consume hasta que agotada y
vencida entra en crisis o en un cierre total y definitivo. Observa impávido el
sindicato como se entregan contratos, se llevan nominas paralelas, se comete
todo tipo de arbitrariedades y se convierte en un antro burocrático que la sume
en una asfixia total. De existir un sindicato fuerte y firme esto no sería
factible y se pondría el estate quieto a los corruptos de siempre. Pero se ha
visto y con mucha asiduidad que son los mismos sindicatos los que homenajean y
gritan hurras y vivas al saqueador de turno, movidos por su ignorancia y su
hambre de migajas. Por supuesto que no se trata de una oposición irreflexiva y
absurda, sin sentido y arbitraria. Pero sí se requiere que cuando la mano negra
ingrese a una entidad con el ánimo simple y oportunista de servirle a un
gamonal político, ahí se encuentre con la firmeza e inteligencia de un sindicato
liderado por personas idóneas, coherentes y responsables en su actuar y
proceder.
impunidad de su propia clase, se debe rescatarlo de las manos de los
oportunistas. Igualmente deben utilizar las armas de la ley y la moral para que
no se siga perpetrando un crimen contra la clase obrera y trabajadora. Deben
oponerse a la entrega inmisericorde de las entidades a la misma clase corrupta
que abusa de los recursos y los utiliza para fines no probos. Ese sería el
resurgir del sindicalismo, el renacer de una clase que se sume en la
indiferencia y la esperanza. No pueden continuar siendo simples observadores,
sumisos a los gamonales que entregan a un testaferro los intereses colectivos y
los bienes públicos. Llegó la hora de que despierten, que asuman sus funciones
y ejerzan con propiedad su liderazgo social. Mientras lo público no tenga
dolientes continuaremos perpetuando las mismas crisis hasta que el gran capital
privado intervenga y se convierta en el salvador. Miremos lo que pasó en el
sector salud, en la infraestructura vial, en las empresas liquidadas y cerradas
en los entes regionales, en tantas dependencias que hoy son un simple recuerdo.
La gran crisis del sindicalismo es interna, de sus
propios dirigentes, de su inoperancia para atajar y contener la corrupción, de
su permisividad ante la inocultable presencia de la clase política que se
reparte las entidades como pedazos de queso rancio. Sabemos en Colombia que
toda empresa y entidad tiene la mano negra de un político que la maneja a su
antojo y que gracias a ella y su presupuesto y burocracia se perpetúa en el
poder. Pero calla el sindicalismo, asume una posición de complicidad y
sumisión, reciben dádivas y contratos y mientras con la mano izquierda izan la
bandera de la reivindicación, con la mano derecha depositan el voto de su
enemigo de clase. Le corresponde al sector sindical salir de su propia crisis,
evocando sus grandes luchas y logros y acudiendo a la moral limpia e intachable
que los debe caracterizar, actuando con carácter y grandeza frente a tanto
desmán que es público y generalizado. Está en sus propias manos salir del
marasmo o iniciar un proceso de formación sindical que permita rescatar lo
público de las garras de los caciques y gamonales de siempre.
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