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Un reencuentro aplazado

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Mi ventana
Por Ramiro García
ramigar71@hotmail.com

En una visita fugaz y frenética de veinticuatro horas que inició el veintiocho de diciembre, tuve la privilegiada ocasión de asistir a una cita con mis amigos de “Los cuarenta”, un grupo social sandoneño que incide en eventos o actividades que visibilizan nuestro poblado; entre otros, la reforestación ornamental de la avenida Centenario; la colocación de una valla de bienvenida a miles de turistas que visitan la ciudad dulce y musical nariñense, etc.

Fueron embriagadores –literalmente- momentos para una retrospección de vivencias colectivas que sucedieron hasta mis veintitrés años, cuando salí de mi terruño con mis diplomas de bachiller e ingeniero agrónomo, y un certificado que me acreditaba haber sido el alcalde más joven de su historia.

Nada más satisfactorio que el reencuentro con aquellos amigos de una juventud provinciana e idílica, plagada de anécdotas, sueños etéreos, conquistas y desencuentros sentimentales, ilusiones rotas; en fin, todo aquello que romantiza esa circunstancial etapa. Todo ocurrió en el marco de fin de año, donde proliferan muñecos de trapo expuestos con las más disímiles leyendas alusivas a cuanto se va con el calendario. Justamente, durante el evento, dos de nuestros integrantes leyeron un ingenioso y satírico testamento que daba cuenta de episodios individuales. Como en aquellos remotos tiempos cuando el profesor Temístocles Cabrera, “Vida Mugre”, o don Baltazar Mideros leían los suyos, bastante picantes, para toda la población reunida alrededor de la plaza.

A las ocho de la mañana del siguiente día, en plena resaca, me asomé por el solitario parque para caminar dos vueltas por su perímetro, recordando las decenas de giros que hacíamos en los viejos tiempos.

Algunas miradas nuevas, seguramente nietos de mis amigos o conocidos, me recordaban que ya no constituyo parte de su entorno, que apenas soy un forastero más entre cientos que visitan mi poblado cada fin de semana. Entiendo que son situaciones del desarraigo voluntario.


Ya de regreso, mi mente rebobina la película del evento realizado en un predio de Clemente, y la generosa compañía de Guido, Ferney, Chucho, Wilson, Jairo, Efrén, Aldemar, José Eloy, Evelio, Gerardo, Orlando, Javier y un nuevo integrante que tuve la oportunidad de conocer: Yovany Montilla, compañero de una embriagada caminata.

La gastronómica minuta del ágape (sancocho cruzado de pollo campesino con tomahawk de cerdo) estuvo a cargo de otro afectuoso integrante, Paco Enríquez.

Entre tantos momentos de conversación pude acopiar y recapitular historias sucedidas en tiempos remotos, las mismas que tendré ocasión de recrearlas como crónicas que acostumbro escribir para mis paisanos lectores.

Para finalizar, les deseo los mejores episodios de su vida durante el 2023.

Un abrazo.

Diciembre 30 de 2022.

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