Campoalegre 9.70

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Por Pablo Emilio Obando Acosta
Twitter: @peobando
Los impactos de la resolución 9.70 se empiezan
a sentir en el territorio colombiano
siguiendo los lineamientos establecidos en
el Tratado de Libre Comercio firmado con los Estados Unidos.

Campoalegre es un pueblo del Sur de Colombia,
en el departamento del Huila, dedicado tradicionalmente a la agricultura, fue
noticia a nivel internacional por cuanto se destruyeron más de 70 toneladas de
primera calidad de arroz y arrojadas al relleno sanitario por la sencilla razón
que los campesinos de la región, siguiendo ancestrales costumbres agrícolas,
conservaban semillas no certificadas de acuerdo a la resolución 9.70 del ICA

que ordena adquirir semillas certificadas a transnacionales como Monsanto o Dupont.
La indignación fue total y el pueblo entero se levantó para defender su
tradicional derecho a tener sus propias semillas y sembrar y cosechar como
siempre lo ha venido haciendo el campesino colombiano.
La fuerza pública repele estas manifestaciones
campesinas con bombas lacrimógenas, tanquetas y violencia. Muchos campesinos
son judicializados, encarcelados, estigmatizados y catalogados como
delincuentes. Muchos de ellos manifiestan no saber qué ocurre pues su único
delito es tener semillas obtenidas de sus propios cultivos
. No bastan razones,
el arroz es expropiado, destruido y arrojado al relleno sanitario bajo la
mirada triste y desconcertada de los campesinos. Para la fuerza pública y los
funcionarios del ICA la razón es clara: la entrada en vigencia de la resolución
9.70 que expresa que toda semilla debe ser certificada por una transnacional y
utilizada por una sola vez. Las semillas ancestrales se convierten en motivo de
judicialización. Hasta el momento se han incautado y destruido más de dos millones
de toneladas de semillas.
A diferencia de lo ocurrido en este pueblo
colombiano, en Hungría se prohibió el ingreso y comercialización de este tipo
de semillas transgénicas
de Monsanto –OMG-, expresan los agricultores rumanos
que “Ya es conocida, en el mundo de la agricultura, la estrategia que tiene la
corporación Monsanto, de contaminar sus semillas modificadas con las normales,
y así cobrar las patentes correspondientes. Por ello se ha prohibido la entrada
de la semilla en varios sectores, ya que además con la polinización contaminan
a otros campos”.
Para el campesino colombiano, como para
cualquiera latinoamericano, es imposible modificar genéticamente las semillas,
razón por la cual estas quedan en manos de las grandes transnacionales en un
proceso de “privatización” de la agricultura
, cobrando por patentes y derechos
de autor. Las semillas dejan de ser lo que siempre han sido para convertirse en
una mercancía que únicamente se puede utilizar pagando esos derechos de autor,
quien tenga semilla no certificada puede ser judicializado.
Los impactos de la resolución 9.70 se empiezan
a sentir en el territorio colombiano siguiendo los lineamientos establecidos en
el Tratado de Libre Comercio firmado con los Estados Unidos. Nuestra
agricultura y nuestros agricultores se ven sometidos a una exfoliación
definitiva, muchas especies nativas de cultivos tienden a desaparecer por la
sencilla razón que Monsanto producirá únicamente unas semillas transgénicas
y
estandarizadas que terminarán imponiéndose, por las buenas o las malas, sobre
las tradicionales.
Esta es otra forma de perder soberanía so
pretexto de entrar a unas nuevas reglas de mercado, de ponernos a tono con la
modernidad empresarial y agrícola. Para el Sindicato Nacional del Trabajadores
del Sistema Agroalimentario un transgénico es “es un organismo vivo que ha sido
creado artificialmente manipulando sus genes mediante técnicas de ingeniería
genética
, que consisten en aislar segmentos del ADN de un ser vivo (virus,
bacteria, vegetal, animal), para introducirlos en el material hereditario de
otro. Por ejemplo, existe un maíz transgénico que lleva genes de una bacteria
que le permiten producir una sustancia insecticida. La diferencia fundamental
con las técnicas tradicionales de mejoramiento genético, es que los
transgénicos rompen las barreras entre especies para crear seres vivos que no
existían en la naturaleza”.
A manera de simple ejemplo expresa esta
organización que Las semillas “Terminador” de Monsanto, “plantas manipuladas
genéticamente para que produzcan semillas estériles, con el fin de impedir que
los agricultores vuelvan a sembrar las semillas que cosecharon y tengan luego
de cada cosecha que comprarle las semillas a Monsanto”
. Las semillas
Terminador, obligaría a los agricultores a depender de las semillas patentadas
por las empresas y les permitirá a ellas obtener enormes ganancias. Estas
semillas destruirán las prácticas de mejoramiento e intercambio de semillas de
las comunidades indígenas y locales; es decir, les impediría a los agricultores
a guardar y utilizar sus propias semillas; y también estas semillas estériles
podrán contaminar las semillas criollas.
Se trata, en síntesis, de defender la
soberanía alimentaria, pisoteada por un lesivo Tratado de Libre Comercio con
Estados Unidos
, que nos pone en manos de unas multinacionales que so pretexto
de certificar semillas judicializa al campesino colombiano y somete la
agricultura tradicional. Los gremios deben promover foros y debates al
respecto, sensibilizar a la opinión publica y fomentar el consumo de productos
ancestrales y propios de la región.
Nos toca volver a métodos de defensa como los
planteados por Gandhi o seguir los lineamientos de Pepe Mujica, presidente de
Uruguay, quien con su testimonio de vida nos induce a creer que existen salidas
cuando existe dignidad. Si gremios, sindicatos y organizaciones campesinas se
limitan a formular simples denuncias, si no promueven estilos de vida
diferentes y brindan herramientas validas de lucha, estamos seguros que para
Monsanto o Dupont la cosa es “pan comido”. La resistencia no debe de hacerse en
los campos de batalla ni en las carreteras o calles latinoamericanas, esa lucha
se gana en las mesas, en las plazas de mercado, en el apoyo real al campesino
colombiano y latinoamericano
. Solo espero no hacer parte de la última
generación que consumió productos naturales del campo, y que esa ola de
modernidad y certificación no entre a escuelas, universidades y academias.
Tan proclives como somos a lo extranjero y
ajeno no sería de extrañarnos que censuremos al campesino que defiende lo suyo,
tímida pero valerosamente, ante el embiste cruel y violento de las
transnacionales
. Por lo pronto veamos este documental de Victoria Solano con la
producción de Marco Cartolano y Juan Guillermo Rodríguez Martínez: “Documental
9.70 de Victoria Solano”
Este es un espacio de opinión destinado a
columnistas, blogueros, comunidades y similares. Las opiniones aquí expresadas
pertenecen exclusivamente a los autores que ocupan los espacios destinados a
este fin por el blog Informativo del Guaico y no reflejan la opinión o posición
de este medio digital.

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