“tocan” frecuentemente y, a veces, se superponen. ¿Por qué? Sus historias
tienen lugares comunes que las han hecho muy semejantes. En el siglo XIX,
México alcanza su independencia de España por una conjugación de esfuerzos de
una “nobleza” criolla ilustrada y masona con una derecha agreste terrateniente
y clerical. Entre ambas manejan a unas masas populares inconformes a las que
engañan porque luego las defraudan. Igual que nosotros. Obtenido el objetivo,
viene la disputa a dentelladas del botín: la riqueza nacional y los cargos
burocráticos, “servicios” a la patria.
La inteligencia y dinamismo del liberal
masón Benito Juárez, triunfa y moldea a la nación. Entonces la extrema derecha
derrotada y el clero en general conspiran contra el naciente Estado liberal. Se
alían con Francia, aceptan la invasión y la imposición de un emperador francés.
“Pacificado” el país, Maximiliano I de México llega con su Carlota. Es ahí
donde la actividad, el valor y la inteligencia de Juárez se ponen a prueba. Con
fuerzas constitucionales, republicanas, cada vez más fuertes, minan las
fortalezas de la extrema derecha y de los invasores. Maximiliano va siendo
dejado a su propia suerte por los conservadores y por el clero, y finalmente es
ajusticiado por las fuerzas constitucionales.
juaristas: el joven Porfirio Díaz. Pronto tomará las armas contra su mentor
Juárez. Después de varios ires y venires se convierte por alrededor de 35 años
en el dictador de México: el Porfiriato. Pone y quita compadres. La camarilla
que lo adula no le permite ver que el descontento es grande. No importa ahogar
en sangre las protestas. El país de “sangre azul” fue formando un círculo
alrededor de este descendiente mixteca de maneras rústicas. Sin más detalles,
La Revolución mexicana tumba a Díaz. El triunfo de la Revolución también es el
comienzo de otra nueva corrupción que políticamente se agrupó alrededor del
Partido Revolucionario Institucional (PRI). Se comenzaron otra vez las grandes
fortunas, las de hoy, en contraste con la más grande pobreza y miseria de una
mayoría, la miseria de hoy. Es en esa corrupción y compadrazgo rampante donde
pelecha el narcotráfico. El tiempo de la revolución había sido la escuela para
desatar el salvajismo más atroz en los combatientes. Esa siembra recoge hoy sus
frutos en el salvajismo de los grupos criminales del narcotráfico en alianza y
connivencia con los políticos (todos, según la escritora Poniatowska) y sus
grupos y las fuerzas armadas y las policías (hay policías federal, estatal y
municipal, entre otras, cada una con sus jefes directos).
Ayotzinapa en Iguala –porque son más de 43, sumados los que fueron muriendo en
el trayecto hacia el suplicio- es sólo otra de las puntas del iceberg del que
tenemos muchas noticias infortunadas del bello México de gentes bondadosas en
su enorme mayoría. Las inmensas fortunas posteriores a la Revolución se crearon
al amparo de los gobiernos corruptos del PRI. Las novelas de Carlos Fuentes lo
explican mejor. Se incrementó la inequidad con una mayor segregación de las
grandes masas pobres y miserables. Crecieron las ciudades y los gobiernos
debieron darles educación, así fuera mediocre, como mínima prebenda. Con esa
mínima educación, el narcotráfico se convirtió en el otro modo de hacer otra
“revolución”, una personal, para salir de su miseria “propia”. Y, al igual que
en nuestro país, el narcotráfico en alianza con los políticos crearon los
ejércitos paramilitares para proteger y acrecentar sus fortunas. E igual que en
nuestro país, “se creció el enano”, como dijo una vez el exvicepresidente
Santos en entrevista radial (Doble W).
(Iguala, estado de Guerrero) no es un falso positivo de más de 43 víctimas?
¿Debemos mirarnos en ese espejo? 20.XI.14
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