Por J. Mauricio Chaves-Bustos
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Una de las escenas célebres de la película El Padrino, inspirada en el libro de Mario Puzo, es cuando Don Corleone le dice a Bonasera: “Algún día, y ese día puede que no llegue, acudiré a ti y tendrás que servirme. Pero hasta entonces, amigo, acepta mi ayuda como un recuerdo de la boda de mi hija”. El político, como el mafioso, no da puntada sin dedal. Quizá esto resume la lectura del libro “La costa nostra”, de la periodista Laura Ardila Arrieta, quien debió enfrentar la censura de la editorial Planeta ante el anunció de que temiendo demandas por parte de los implicados en el libro, éste no se publicaría. Sin embargo la autora, como lo menciona en el libro, fue rodeada de familiares, amigos y anónimos quienes creen firmemente en la necesidad de mostrar parte de una realidad de un clan poderoso, razón por la cual Rey Naranjo Editores le apostó a su publicación.
¿Por qué tanta corrupción en el Caribe colombiano? Es una pregunta que asalta constantemente a quienes profundizan en la debacle administrativa de esta parte del país, sin negar por ello que la corrupción es un mal nacional que se expande por todos lados, sin embargo, y tal vez al ánimo comunicativo que caracteriza a los costeños, se deba a esa necesidad de querer volver folclor lo que a todas luces es una aberración.
El libro recoge un trabajo investigativo de Laura Ardila de ocho años, ya que siendo directora de La Silla Caribe pudo conocer de cerca los tentáculos de los Char que, junto con los de otras casas todopoderosas, como los Gerlein o los Daes, terminaron por acopiar a gran parte de la sociedad del Caribe colombiano. Desde la llegada del primer Char hace ya casi cien años, la periodista escudriña la forma cómo se fueron enriqueciendo a través de negocios que prosperaron primero en Lorica y de ahí penetraron a la cerrada y encopetada sociedad barranquillera, fundando supermercados, emisoras y hasta con equipo de fútbol propio: El Junior, pero por sobre todo por la sagacidad de saber rodearse ágilmente de personas poderosas a las cuales fueron dejando a un lado para lograr su propio ascenso y conservando otras amistades para fortalecer su trono, entre estos el expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien a pesar de conocer las investigaciones que éstos tienen y han tenido ante los estrados judiciales, sigue saliendo en su defensa.
Amistades importantes que les han permitido ir subiendo escaños en la política nacional, como el exprocurador Alejandro Ordoñez revocando fallos para favorecer a los amigos de este clan, o como el propio excandidato presidencial y exvicepresidente Germán Vargas Lleras, quien siguiendo los entramados politiqueros heredados de sus ancestros, logró obtener el apoyo económico de los Char para lograr sus propósitos, aunque dado su estilo de capataz, no logró pasar a las presidenciables. De igual manera las amistades con Andrés Pastrana, hasta el punto de que su vicepresidente, Gustavo Bell, fue puesto también por esta casa. De Juan Manuel Santos, quien nombró a Alejando Char Alto Consejero Presidencial para las Regiones y la Participación Ciudadana.
Interesante el análisis que hace la periodista sobre el Cura Hoyos, quien rompiendo todos los esquemas politiqueros de la Costa llegó a la alcaldía de Barranquilla, reconocido en el país por la manera desenfadada conque se refería a los políticos del país, sin embargo durante su segunda administración la ciudad quedó en la debacle por la corrupción y los endeudamientos generados.
Igualmente la relación de las altas clases políticas con las autodefensas, así como con el narcotráfico, reflejan la manera como estos males permearon a toda la sociedad colombiana, al respecto anota: “Una convivencia con el narcotráfico que no era nueva en una ciudad compleja, que llevaba -y lleva- décadas contando entre sus miembros de su alta sociedad a personajes que hicieron riqueza traqueteando o lavando plata, sin que nadie dijera nada. Por miedo o por tolerancia”.
El libro anota con detalles el sonado caso de Aida Merlano, amante de Julio Gerlein y de Alejandro Char, acusada de compra de votos para la campaña de Iván Duque, y quien ha puesto en evidencia todos los entramados corruptos que los Char y los Gerlein han ejercido en la costa y que los mantiene aún en el poder. No sobra recordar que Alejandro Char es candidato a la alcaldía de Barranquilla, la cual con toda seguridad ganará, y que su hermano Arturo Char fue presidente del Senado, aunque debió renunciar en febrero de este año por fraude electoral y fuga de presos en el caso de Aida Merlano.
Oneida Pinto, Elsa Noguera, Laureano Acuña, son nombres, entre muchos otros que los colombianos identifican y que la autora los relaciona con pruebas dentro del entramado politiquero de los Char, hoy un apellido sinónimo de corrupción. Así mismo los abogados Iván Cancino y Abelardo de la Espriella aparecen, ya que son sus defensores, conocidos ampliamente por la manera cínica con que ejercen sus profesiones, vendidos siempre al mejor postor.
Fuad Char, conocido como “El Don”, patriarca de esta casa, resume su pensamiento con una frase que aparece tanto al inicio como al final del libro: “El único gobierno contra el que me iría sería uno de Petro”, hablando precisamente del apoyó que le dio a Iván Duque y que enojó a Vargas Lleras. Sin embargo, la sentencia de “El Padrino” que anotamos al inicio parece mover la lógica de esta familia.
Importante documento el que entrega la autora, después de la lectura se entiende el temor de los Char y de las élites costeñas por su publicación, de su poderío para impedir que Planeta lo publicara. Es un libro que nos pone a reflexionar tanto sobre la relación de las élites políticas de la periferia con el centralismo bogotano, que en pleno siglo XXI sigue tan rampante como en el siglo XIX. Así mismo sobre las élites políticas de nuestro departamento, ¿acaso las curules al congreso no son heredables? A rey muerto, esposa puesta parece la insignia de una casa conservadora nariñense. O a senador retirado, hijo puesto, también insignia de una casa liberal nariñense. O el nepotismo llevado a su máximo esplendor de un gobernador con papá alcalde, que puso hasta contralor a un allegado suyo. O de los obispos que báculo en mano bendicen fincas y propiedades de escondidos narcotraficantes.
El libro debe llevarnos a esas reflexiones, a ser críticos con nuestra realidad más próxima, máxime cuando se avecinan unas elecciones que pueden marcar el derrotero nacional de manera contundente. También en Nariño hay Char.