¿Por qué mi voto por Aníbal Vallejo al Concejo?

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Desde Nod

Por Alejandro García Gómez.
pakahuay@gmail.com
Se celebraba un quinquenio más de EL MUNDO de
Medellín, para el que ya escribíamos una columna de opinión, y se nos había
invitado a un almuerzo en uno de los restaurantes de la ciudad. Los presentes
fueron agrupándose según sus afinidades. Yo hacía poco había llegado a trabajar
a un colegio de Medellín, desde mis montañas sureñas
, y más poco aún de que
escribía en él. Todavía conocía a muy pocos acá (en esa celebración a nadie) y
buscaba dónde sentarme. Soy tímido de natural. Vi un puesto vacío junto a una
persona a quien le había tomado gusto en sus columnas. Me senté allí, después
del saludo correspondiente y la pregunta obligada:

-¿Está ocupada esta silla?
-No. Bien pueda. Siéntese, por favor.
Después de los agradecimientos, las
presentaciones. Luego la búsqueda de decir algo.
Por los apellidos, en sus escritos, yo
presumía que él era hermano del gran escritor. O quizá ya lo sabía, no
recuerdo. Pero había que comenzar por algo.
-¿Usted qué es para el escritor Fernando
Vallejo?
Soy uno de sus hermanos. Aún quedamos muchos.
-“¿Quedamos?” -le pregunté, y notó mi asombro.
-Han muerto algunos –me respondió.
Yo hice algunos elogios de lo poco que había
leído de Vallejo y él me escuchaba con respeto. No recuerdo si hizo algún
comentario. Luego continuamos charlando de otros asuntos, como si fuéramos
viejos conocidos. Me interesaba su causa, verdadera cruzada, contra el
sufrimiento de los animales propiciado por nosotros los humanos
. Me amplió su
explicación. Tanto que convinimos en hacer unos talleres en mi colegio. Cosa
que también se dio y produjo inmensa –asombrosa- motivación en nuestros
estudiantes. A la hora del almuerzo, nos recibieron los pedidos con las
posibilidades que los anfitriones habían dispuesto. Todo era delicioso. Hice mi
escogencia. Él declinó todas. El mesero, incómodo, pero con respeto le preguntó
que por qué no aceptaba nada.
-Soy vegetariano –también con respeto le
contestó.
A las volandas, quien parecía dirigir los
meseros le trajo una carta adicional, cero carnes. Escogió uno y continuamos
con lo que traíamos. Como he sido indiscreto de nacimiento –y mis padres no
tienen ninguna culpa-, le pregunté:
-¿La carne te hace daño? –ya nos tratábamos en
segunda persona.
-No, Alejandro. Tengo que ser coherente.
-¿O sea que antes sí comías carne? –yo,
coherente con mi indiscreción, también.
-Sí, pero desde hace mucho tiempo, desde que
tomé conciencia, prefiero no hacerlo.
Ni qué decir de la dificultad para mí con mi
filete. Bueno, pero jamás se refirió ni con una mirada a mi plato ni a los del
resto de compañeros.
Pero no es sólo este detalle –que me lo
caracterizó desde el comienzo- el que me da plena conciencia de que voy a dar
mi voto por un ser integral, transparente, honesto, inteligente, respetuoso y
que sabe qué es lo que quiere para sus conciudadanos
. Hay mucho más, que poco a
poco he ido conociendo por sus columnas, por Google, por nuestras charlas o por
lo poco que de él se ha ocupado la prensa.
Sé también que, si llega a quedar elegido, él
-que no es político de profesión- va a tener que lidiar con verdaderos
profesionales del descrédito politiquero, tiburones y cocodrilos que tratarán
de tragárselo. Pero es un hombre inteligente que, además, tiene un norte claro.
Sé que su actuar no sólo será como defensor de los animales sino como la conciencia
moral de muchos de sus “compañeros”. Y de la ciudad. Y esto no es poco.
Está en la lista del Polo Democrático, #9.
15.X.15
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