Desde Nod

Por Alejandro García
Gómez

pakahuay@gmail.com

“¡Viejo! Este espacio
no es para eso. Cuida, respeta y haz buen uso de los escenarios. ¡Que no te
cojan mal parqueado! Inder. Medellín todos por la vida. Alcaldía municipal de
Medellín”, dice una valla gigante en el centro de la Unidad Deportiva Atanasio
Girardot, junto al Parque de Las Banderas y a la gran pileta de las fuentes. La
fotografía del inmenso aviso es sugestiva: Un hombre joven, acomodándose su
casco de motociclista; rostro oculto. Parqueada contra el muro de uno de los
coliseos y frente a él, se encuentra una moto que parece que es suya. Detrás se
encuentran otras, también parqueadas contra el muro.

En el callejón que
rodea al estadio y por el sector de la cancha Marte de fútbol, se ve un letrero
que expresa prohibición para el uso de motocicletas dentro de la Unidad.
(¿Contradictorio, no? ¿O sea, “esto está prohibido, pero si lo hace no lo haga
contra el muro? ¿Qué se obedece?). Pero sigamos. En el mismo callejón y casi en
el mismo sitio, hay dos letreros más que señalan que la velocidad máxima
permitida allí –¿se entiende que es en toda la unidad deportiva, o dónde?- es
de 10 kilómetros por hora (Km/h).

Visite usted cualquier
día esta Unidad Deportiva y jamás va a ver que se cumplen ninguna de estas
normas ni sugerencias. Lo común es ver no sólo los andenes repletos de
motocicletas, apiladas contra los muros de los coliseos, sino montadas sobre
cualquier sitio. Pero eso no es lo peor. Cuando camina dentro de la unidad, le
van a pasar raudas motocicletas. Usted no sabe qué milagro opera para que no lo
atropellen, ya sea de frente o por detrás o por los lados. En los días de mayor
afluencia por eventos masivos de deporte –de espectáculo o de práctica-, se
aumenta la población de motociclistas, las velocidades y el peligro. ¿Y la
Policía qué? Bien, no más. ¿No hace nada? ¡Jmmmhhh…! ¿Y los vigilantes?
¡Jhhhmmm…! ¿Y es verdad que también ellos andan a velocidad en sus motos al
entrar o salir de la Unidad? ¿Mmm…?

Eso para no hablar de
las lavadas de carros particulares en algunas de las instalaciones que
funcionan en las afueras del Estadio Atanasio Girardot. Tampoco de las cantinas
que se ven en algunas de las casetas entregadas para la venta de comidas o de
frutas y helados. Y no se habla de dos o tres cervezas que alguna persona pueda
tomarse para refrescar las tardes de brisa, después del duro trajinar; no. Se
habla de whisky, ron o aguardiente, borrachos incluidos, con música de cantina
a todo volumen.

Esta es una de las
enésimas quejas de esta columna periodística sobre el tema en esta administración
municipal. Pero parece que el alcalde Aníbal Gaviria o no ha escuchado o
algunos de sus colaboradores no le colaboran y él no se entera. ¿Quién le
pondrá el cascabel al gato, señor alcalde?

Nota Uno, de “Niño
desobediente”.- Desde hace casi dos años los colombianos hemos sentido que el
gobierno ha tratado de forzar al “Fenómeno del Niño” a presentarse. Él,
desobediente, no le ha hecho caso. Falta saber si desde hace dos años ya se
conocía el descalabro de los dineros de la Prima de confiabilidad: ¡14 billones
de pesos esfumados!

Nota dos, de
perplejidad por la U de A.- Resulta extraño, por decir lo menos, el giro dado a
lo ocurrido en la Universidad de Antioquia. Los exámenes de ingreso a uno de
los más importantes centros universitarios del país, enredados en una
inconsistente novela de absurdos. ¿Quién responde? La amamos, hemos sido
beneficiados por ella.

Nota tres, de
aplauso.- Sé que es riesgoso aplaudir a alguien. Puede ser que al momento
siguiente, el personaje, popularmente, “la embarre”. Pero por lo hecho hasta
ahora, el actual Superintendente de Industria y Comercio, Pablo Felipe Robledo
lo merece. No ha temido a grupos poderosos para favorecer a los consumidores
con sus decisiones. Si hay que rectificar algo, de seguro lo hará. Pero sí
tenemos Superintendente. 03.XII.15