Un Poema de Gabriela Mistral que conmueve en Navidad: Reflexiones y Gratitud

camino iluminado entre árboles
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Hace un rato, al leer los mensajes de Navidad tras compartir nuestra tarjeta del Informativo del Guaico con mis contactos, me detuve especialmente en un poema que me envió el abogado Luis Eduardo Calpa. Conocí a Luis Eduardo durante el primer semestre de Ingeniería Civil en la Universidad de Nariño. Tiempo después, decidió cambiar de rumbo y estudiar Derecho en la misma universidad.

El poema, de la destacada poetisa chilena Gabriela Mistral, me dejó profundamente conmovido.

Aquí lo comparto con ustedes:

Solo sé cómo se llama

Que si nació hoy,
que si nació ayer,
que si nació aquí,
que si nació allá.

Que si murió a los 33,
que si murió a los 36.
Que cuántos clavos,
que cuántos panes y pescados.
Que si eran reyes, que si eran magos.
Que si tenía hermanos,
que si no tenía.
Que dónde está, que cuándo vuelve.

Yo, lo único que sé es que…

A mí me tomó de la mano
cuando más lo necesitaba.
Me enseñó a sonreír y a agradecer
por las pequeñas cosas.
Me enseñó a llorar con fuerzas y a dejar ir.
Me enseñó a despertarme agradecido
y a acostarme con la cabeza tranquila.
A caminar muy lento y sin preocupaciones.

Me enseñó a abrazar al que me necesita.
Me enseñó mucho, me enseñó todo.
Me enseñó a quererme con ganas.
A querer a quien está al lado y a darle la mano.
Me enseñó que siempre me está hablando
en lo cotidiano, en lo sencillo,
a manera de mensajes
y que, para escucharlo,
tengo que tener abierto el corazón.

Me enseñó que un “gracias” o un “perdón“ lo pueden cambiar todo.
Me enseñó que la fuerza más grande es el amor y que lo contrario al amor es el miedo.
Me enseñó cuánto me ama
a través de lo que yo amo a mi familia.
Me enseñó que los milagros si existen.

Me enseñó que si yo no perdono, soy yo el que se queda prisionero, y para perdonar primero tengo que perdonarme.
Me enseñó que no siempre
se recibe bien por bien,
pero que actúe bien a pesar de todo.

Me enseñó a confiar en mí
y a levantar la voz frente a la injusticia.
Me enseñó a buscarlo adentro y no afuera.
Me dejó que me aleje, sin enojarse;
que salga a conocer la vida;
a equivocarme y a aprender.
Y me siguió queriendo, cuidando y esperando.

Me enseñó que sólo vengo por un tiempo,
y sólo ocupo un lugar pequeño.
Y me pidió que sea feliz
y viva en paz,
que me esfuerce cada día en ser mejor
y en compartir Su luz conociendo mi sombra, que disfrute, que goce, que ría, que llore y que valore, que Él SIEMPRE va a estar conmigo… que aunque dude y tenga miedo, confíe,
ya que esa es la fe, confiar en Él a pesar de mí…


Gracias Luis Eduardo y muchos éxitos en sus proyectos comunitarios.

Foto: Freepik

Author: Admin

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