Por Mario Rodríguez Luna
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Una edificación que se da gracias a la gestión comunitaria de un pueblo creyente. La historia cuenta que después de que la señora Dolores Jiménez y su familia (por aquellos días dueños del sector del Alto de Jiménez) viajan a Las Lajas, la señora Dolores decide traer una piedra como recuerdo de aquella visita.
Tiempo después sucede algo extraordinario, algo increíble, un suceso inexplicable, la Virgen de Las Lajas se revela en aquel pedazo de roca; el pueblo sandoneño queda consternado y no era para menos, tal fue el impacto sociocultural que este acontecimiento fue catalogado por los moradores guaicosos como un milagro.
Motivados por ser un pueblo fiel a sus creencias, con una fe intacta, toman la decisión de construir una capilla para darle el valor religioso que se merece; el señor Antonio Suárez (carpintero por aquellos días) fabrica una urna con tallado en madera, para que la piedra con la imagen de la virgencita pueda ser traslada con seguridad.
Así inicia la colecta de dinero para este proyecto, voz a voz, de vereda en vereda, de pueblo en pueblo “porque en ese tiempo la gente era muy colaboradora”; poco a poco con el dinero recolectado la comunidad empieza a sembrar los cimientos con el dirección del maestro Gonzalo Portilla (maestro de construcción) y así fue dando los frutos hasta concluir satisfactoriamente la meta propuesta.
Ahora sí, aquel milagro de la aparición de la virgencita en una piedra ya tenía un altar, un monumento dónde los feligreses se podían congregar y hacer su adoración.
Hoy en día, este trabajo es digno de admirar; en el interior el milagro tiene una cubierta de vidrio muy grande que la mantiene limpia y la protege de cualquier cosa que la puede afectar; las personas no tienen tapujos a la hora de dar sus agradecimientos por los favores y milagros concedidos, colocando una placa haciendo aún más particular este lugar.
Me gustaría dar una descripción más detallada, de sus puertas, de su campana que aún conserva un lazo para hacerla sonar, del piso, los reclinatorios en madera, la espectacular vista; pero más me gustaría que ustedes mismos fueran testigos, por eso los invito para que visiten este lugar y aprecien cada detalle de este espacio.
Agradezco a los moradores que día a día le dedican un poco de su tiempo para limpiarlo y así mismo mantienen cuidando este monumento, que un día fue catalogado como patrimonio de interés cultural por para del Concejo Sandoneño.
Mil gracias a las vecinos del sector que compartieron su tiempo para contarme un poco de los sucesos; de igual manera un agradecimiento muy especial a mi amigo y asesor histórico, el profesor Libardo Suárez Andrade, que en cada ocasión que hablamos me nutre de historias y me comparte su conocimiento, haciendo más grande este amor que tengo por la historia de mi pueblo.
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