‘Chapil’, el salvavidas de los cañicultores

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Por Iván Antonio Jurado Cortés

La región del piedemonte costero del departamento de Nariño, no ha sido ajena a la sistemática crisis campesina que afronta el país, hecho que ha obligado a los labriegos tomar medidas muchas veces arriesgadas y mal vistas por los entes gubernamentales, lo importante es no morirse del hambre.

Es el caso de los municipios de Mallama, Ricaurte y Barbacoas, donde sus habitantes a raíz de la caída de los precios de la panela por más de una década, tomaron la sabia decisión de optar por una salida que en el tiempo se ha convertido en alternativa de subsistencia, y es la producción y comercialización de aguardiente de caña.

Actualmente el 80% de las 1800 hectáreas sembradas de caña panelera, están dedicadas a la producción de chapil. Una bebida apetecida en cualquier escenario, ya que se la puede consumir de distintas maneras, complaciendo hasta los paladares más exigentes.

La comercialización de chapil, no es que genere muchas ganancias, pero si lo suficiente para sobrevivir, lo que no se lograría con la venta de panela. Hoy en día, casi todos los trapiches, se han convertido en improvisados destiladeros, donde no supera los tres jornales para su operación, representando un ahorro al momento de producir.

Sin embargo, esta acción de supervivencia no ha contado con el apoyo institucional; al contrario, es rechazada y catalogada como delito, por lo que la distribución debe realizarse a escondidas de las autoridades. Ante esta cruda realidad, es urgente que las alcaldías locales y gobernación departamental, formalicen esta actividad, no les queda otra salida.

Todos concluyen que el chapil es un aguardiente de calidad, distinto a lo que piensan los monopolios y aliados, quienes lo describen como una bebida peligrosa. Tanto productores como consumidores desmienten cualquier intento de saboteo. ‘Nadie se ha muerto por ingerir chapil, al contrario, es saludable’, puntualiza un viejo agricultor mallamense.

Las circunstancias actuales producto de la pandemia por el Covid 19 y la problemática socioeconómica del país, exigen a los gobernantes locales asumir como prioritario la formalización de un producto que ha demostrado ser seguro y en los últimos años, el salvavidas de cientos de familias en el piedemonte.

No hay que desconocer que gracias a la producción de chapil, la crisis en el campo no se ha sentido a profundidad. Es más que necesario la implementación de una política agraria regional para el manejo y producción del aguardiente de caña.

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