Ciudades: el conflicto se transforma (1)

pakahuay@gmail.com

Las llamadas Bandas Criminales (Bacrim)
nacieron del narcoparamilitarismo después de su sometimiento a través de la Ley
975/05 –Justicia y Paz-, creada al efecto luego de unas controvertidas
negociaciones.
Éste, a su vez, comenzó con el narcotráfico cuando el Cartel de
Medellín (con Pablo Escobar como jefe) rescató a la hermana de los Ochoa
Vásquez del secuestro extorsivo del grupo guerrillero izquierdista M-19 al
tiempo que se aliaban terratenientes, empresarios agrícolas y políticos con
narcotraficantes y auto defensas, principalmente del Magdalena Medio y la Costa
Caribe –comenzando en el Urabá antioqueño hasta la zona norte- contra las
extorsiones de la guerrilla. Se estima que el Estado trató de legitimarlo por
medio de la creación de las llamadas Cooperativas Convivir (cooperativas de
autodefensas). El ejemplo lo acogieron empresarios y políticos del interior
hasta que, crecido en número y poder el incómodo paramilitarismo, se buscó su
eliminación con la mencionada ley. Varios analistas opinan que las actuales
Bacrim son lo mismo que los narcoparamilitares pero con otro nombre. Que las
rebautizaron así, quienes en el gobierno pasado estaban interesados en
proclamar que habían acabado con el paramilitarismo en Colombia; “desaparecida
la palabra, eliminado el espanto”, aseguran que pensarían aquellos, más o
menos.

Otros ven una transformación de esas bandas,
ya que después del sometimiento de los para jefes por medio de la ley
mencionada y su posterior y controvertida extradición hacia los EE UU (13.V.08)
quedó acéfalo el poder. Quienes lo disputaron eran mandos medios y aun
inferiores, que habían llegado a la guerra sin ningún distingo ideológico ni
rencor personal contra las guerrillas marxistas. La sangre los salpicó y la
borrasca los arrastró. Al “educarse” en la guerra aprendieron que la
intimidación con un arma resuelve muchos problemas, casi todos; para ellos,
todos. Que el poder se multiplica, si se cuenta con mando. Que el dinero cura
necesidades – de consumo, de sexo y hasta de amor- y entre más dinero mayor
satisfacción y más inmediata. Es decir, descubrieron de que existía otra manera
de “hacerse la vida”: la de la “narcoparamilitancia”.

El sometimiento de sus jefes y su posterior y
controvertida extradición había dejado casi todo intacto, rutas y contactos
“comerciales” al igual que los recursos logísticos: los físicos y los humanos;
armas y a quién o por medio de quién adquirirlas; dinero y las necesidades que
la miseria y falta de oportunidades crean en nuestros pueblos, además del
conocimiento estudiado de las zonas sometidas a su poder. La corrupción de los
tres poderes del Estado -que también aprendieron a manejarla-había quedado
igual o peor.

De acuerdo con los informes de las Fuerzas
Armadas, los neonarcoparamilitares de hoy se alían a veces con frentes
guerrilleros, como lo han expresado los generales Navas refiriéndose a una
alianza entre Rastrojos y Farc en la costa nariñense y Martínez a otra en
Medellín, IV brigada (EL MUNDO, 04.II.13-). A veces disputan con ellos o con
sus milicias, como sucede en las ciudades o en los campos. Se deduce entonces
que sus diferencias y sus encuentros obedecen a conveniencias de intereses y
poder, lejos de cualquier ideología, que no la tendrán tampoco los
subcomandantes de los frentes guerrilleros (campesinos con un apresurado
adoctrinamiento básico en su mayoría, elevados de rango por méritos de guerra,
como en la campaña libertadora) alejados de los poderes centrales del
Secretariado. Tanto rural como urbanamente se encuentran dadas –mejor que
antes- las causas y medios con los cuales se pueden agrandar los ejércitos,
como en un caldo de cultivo: inequidad social con falta de oportunidades,
miseria y corrupción; corrupción a todo nivel y en todas las ramas del poder
público.

El resto era sólo cuestión de esperar que
personas con creatividad, dinamismo, liderazgo y falta de escrúpulos
organizaran el asunto. Y se organizó con “prosperidad”. 07.II.13

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