Por Jorge Dueñas Romo
Cumplido en pasados días un mes de la partida del que fuera uno de los personajes con mayor influencia y reconocimiento que han salido de tierras sandoneñas en el ámbito musical, aprovecho este espacio para resaltar un importante legado y mensaje que dejó a nuestra comunidad y no, no será esta la oportunidad para reiterar su largo trasegar musical que por demás afortunadamente conocemos.
A lo que hago mención es al hecho que marca su regreso al municipio y todos elementos que giran en torno a ello, estos son, en primer lugar, el servir como influencia para los nuevos músicos que desde ya se proyectan como grandes virtuosos del arte musical, influencia que no termina en ellos, sino que hará eco en las generaciones venideras siempre y cuando se cuide y haga prevalecer su memoria como parte de la memoria de Sandoná.
Por otro lado, siempre he considerado de respeto a todo aquel que, aun sabiendo que sus conocimientos lo ponen en un nivel de superioridad, por decirlo de alguna manera, frente a otros, los comparte sin mediar palabra y es precisamente eso lo que hizo el personaje de esta columna: enseñar, transmitir su sapiencia sobre una larga lista de jóvenes que sentían interés por la práctica de la música y veían en él al mejor maestro.
Entonces ¿qué motiva a alguien que ha logrado llegar a la cúspide en su profesión, regresar a su lugar de origen y aportarle algo de sus saberes? La respuesta es simple: amor por sus raíces y su gente, ese es el legado que quiero resaltar y que Eduardo “Lalo” Maya nos dejó a los sandoneños.
La anterior reflexión se constituye como un llamado a los individuos pertenecientes a la comunidad que tienen la posibilidad de salir, capacitarse en las diferentes áreas del conocimiento y triunfar en las mismas; siempre se dará el lugar y momento para que puedan poner en práctica todo lo aprendido en beneficio de la comunidad, es este el camino de solidaridad y participación que marca la diferencia en las regiones y permite construir fuertes bases ciudadanas con consciencia social y cultural del lugar que habitan y donde desarrollan su vida acompañados de la calidez humana que solo un pueblo puede brindar.
Bien lo dicen los cantautores vallenatos de apellido Zuleta: A mí pueblo no lo llego a cambiar ni por un imperio, yo vivo mejor llevando siempre mi vida tranquila.
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