El viaje a Las Lajas

Spread the love

Conocí el
Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Las Lajas desde muy niño
, porque mis
padres tenían la costumbre de realizar la peregrinación a este lugar desde
muchos antes de mi nacimiento, por su devoción a la Virgen Santísima, heredada
de sus ancestros, como en la gran mayoría de las familias sandoneñas.

Recuerdo que el
sacramento de mi primera comunión lo recibí en el Santuario de Las Lajas
,
acompañado de mis padres Félix y Luz María y de mis hermanos: Agustín,
Hernando, Dolores, Mercedes, Isabel, Silvia y Socorro y de varios vecinos de la
vereda Alto Ingenio, compañeros de romería, entre ellos la familia del señor
Rafael Martínez y de la señora Susana Navarro, quienes posteriormente se fueron
a vivir al municipio de Sibundoy, departamento del Putumayo.

La costumbre de
nuestros padres era contratar un bus escalera, de los de Sandoná, del Hatillo o
de Nariño y reunir aproximadamente 40 personas para realizar el viaje a Las
Lajas. Los días previos eran muy bonitos porque tanto hombres como mujeres
alistaban la comida, como cuyes, gallinas, tamales, plátano, papa, yuca,
arracacha, fideo casero, café, panela, sal, manteca, maíz tostado, aco, entre otros
alimentos
, leña para cocinar, ollas de diferentes dimensiones, tazas y
cucharas, colchonetas, sábanas y cobijas.

El viaje era a
la madrugada para llegar antes de las 9 de la mañana a Las Lajas a conseguir “posada”
o casa de albergue por tres días
. El recorrido, por lo general era por Consacá,
pasando por Yacuanquer hasta el Cebadal y luego por la vía Panamericana, que en
mis primeros viajes la recuerdo destapada, hasta llegar al Pedregal en donde se
hacía una parada y posteriormente hasta Las Lajas.

Los peregrinos religiosamente
asistían a la eucaristía durante los tres días consecutivos en las mañanas y
luego del almuerzo se salía a pasear, a veces en caminata hasta el “Puente colgante” sobre el río
Guaitara en la vía que comunica a Las Lajas con Potosí
. La costumbre de varios
era quedarse en un costado agarrado de los cables que sostenían el puente de
madera y esperar que pase un carro. La otra costumbre era salir a pasear por
los parques de Ipiales.
Puente colgante antiguo sobre el río Guaitara
Foto: Phottic
El viaje de
regreso iniciaba a más tardar al mediodía para alcanzar a llegar a los lugares
de origen antes de que comience la noche, o como decía mi padre “antes de la
oración”. Nuevamente se paraba en El Pedregal para tomar café con arepas o
compra maíz tostado
y luego se reiniciaba el recorrido por Yacuaquer y Consacá
hasta llegar a territorio sandoneño.
La costumbre de
quedarse tres días con el paso del tiempo ha ido desapareciendo, sin embargo
varias familias aún la conservan para poder estar un poco más de tiempo en Las
Lajas y asistir al Santuario a las diferentes programaciones religiosas.

En los últimos
años he realizado viajes a Las Lajas, de un día, con familiares, acompañando a las
peregrinaciones emprendidas por los presbíteros de la parroquia Nuestra Señora
del Rosario de Sandoná
y en este año con familiares y recientemente con los compañeros de la emisora
comunitaria Digital Stereo.

Author: Admin

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *