Personal e intransferible

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Visión de mujer
Por Elsy Melo Maya
elsy.ya@hotmail.com

Así es el luto por un ser querido. Un tema extraño pero a la vez maravilloso, lo aseguran quienes se han dedicado a su análisis profundo, pero sin duda alguna, es un tema de permanente actualidad, pues quien no tiene un familiar o amigo que haya fallecido, dejando un vacío imposible de ignorar.

Nadie elige que tanto dolor debe sentir por su recuerdo, ni decide impedir que la tristeza le marque sus días; no se escoge la forma de manejar el duelo, nuestro inconsciente simplemente reacciona ante la pérdida que no en pocas ocasiones, termina superando la racionalidad o la fe que frente a esta realidad, son fundamentales para observar.

Y es por eso que se debe pedir ayuda, rodearse de familiares y amigos que tengan la disposición de escuchar, evitar el aislamiento, meditar y si somos creyentes, orar, como estrategias sanas que nos permitan el no quedar atrapados por el dolor o convertirnos en un peso más para nosotros mismos, nuestras familias y para esa persona que desde el cielo sigue con nosotros, siempre y cuando logremos encontrar la mejor forma de comunicarnos. Al parecer, es claro que quien se queda en la tierra, no llora por quien falleció sino por sí mismo, por la soledad, la tristeza y el vació que no sabe cómo llenar, lo cual es natural en medio del dolor por la muerte de aquella personal especial y es algo que no debe ser cuestionado, pero dentro de un tiempo necesario y prudente, admitiendo que la muerte es inevitable en todo ser humano, aceptando el destino y permitiendo que la reactivación de nuestra vida diaria, produzca el milagro de la sanación.

Dedicarle tiempo para sanar el corazón y espacio para conectarnos con ese ser querido que hemos perdido, abriendo nuestra mente a su nueva condición espiritual, es algo que desde las culturas ancestrales se realiza y que deberíamos aprender de ellas, para evitar alejarlo con nuestra tristeza y hacerlo sentir el culpable de nuestros sufrimientos. La doctora Elsa Lucía Arango en uno de sus muchos escritos manifiesta: “lo que mata a nuestro ser querido no es la muerte; somos nosotros, cuando nos negamos a construir con él un nuevo vínculo de amor, cuando no admitimos que continúa vivo en otra dimensión y permitimos entonces que muera en nuestra mente. Nos acercamos a sus recuerdos del pasado que, muchas veces, ocasionan nuevas tristezas e impiden la comunicación con quien permanece vivo en el presente. Invisible, sí, pero vivo”.

Y bajo esta concepción profesional pero también de mucha fe y que sin duda ayuda a manejar el dolor, permítanme hoy desde la tierra desearle un feliz cumpleaños a don Alberto Melo Saavedra, quien desde el cielo sigue siendo nuestro padre y nuestro orgullo eterno.

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