Desde Nod
Por Alejandro
García Gómez.
García Gómez.
pakahuay@gmail.com
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solar paterno (que ya no es paterno porque Ellos se han marchado) es una
alegría atravesada de nostalgia, señor. Volver a los riscos –ahora
pavimentados- de una carretera que, con sobresaltos, bordea al volcán Galeras
entre las hoyas profundas del Chacahuaico, del Yambinoy y del Guáitara, señor,
donde a veces no se alcanza a divisar el fondo; pisar de nuevo sus calles
(también pavimentadas ya); asomarse al recodo desde donde se escuchan y ven las
voces de las campanas y los fantasmas de la inmensa mole de roca volcánica,
orgullo de cada sandoneño; sentarse en la pileta del parque, que cambió de
centro y de dueños; saludar de abrazo a los familiares y amigos que quedan, en
fin recorrer con mis duendes de ayer las calles y recodos de hoy, es un placer
con saudade, señora.
solar paterno (que ya no es paterno porque Ellos se han marchado) es una
alegría atravesada de nostalgia, señor. Volver a los riscos –ahora
pavimentados- de una carretera que, con sobresaltos, bordea al volcán Galeras
entre las hoyas profundas del Chacahuaico, del Yambinoy y del Guáitara, señor,
donde a veces no se alcanza a divisar el fondo; pisar de nuevo sus calles
(también pavimentadas ya); asomarse al recodo desde donde se escuchan y ven las
voces de las campanas y los fantasmas de la inmensa mole de roca volcánica,
orgullo de cada sandoneño; sentarse en la pileta del parque, que cambió de
centro y de dueños; saludar de abrazo a los familiares y amigos que quedan, en
fin recorrer con mis duendes de ayer las calles y recodos de hoy, es un placer
con saudade, señora.
Con las mismas
ansias del adolescente que partió hace años, salí a la calle inmediatamente dejé
mi equipaje. Era medio día, señora. Mis hermanas me habían advertido:
“Alejandro, ¡por el andén, por favor!”. Pero mi duende lo olvidó… Y, ¡puaaaj!,
casi me atropella un motociclista niño, sin casco y apenas ropas. Volteé raudo
para el reclamo; no lo logré porque en seguida por el lado contrario, ¡puaaaj,
una niña motociclista con sus cabellos al viento, señora. Ambos desaparecieron
entre el gentío del día de mercado. Placa no tenía ninguna. “¡Súbete, por
favor, Alejandro”, repitieron ellas. Ya desde el andén, debí recrearme con el curioso paisaje,
natural ahora, jamás visto en mi niñez ni adolescencia: niños y niñas,
adolescentes, hombres y mujeres montados en motocicletas, completas o
incompletas, con o sin placa, vestidos o a medio vestir, en feroz disputa
contra… Contra… ¿¡Contra quién…!?
ansias del adolescente que partió hace años, salí a la calle inmediatamente dejé
mi equipaje. Era medio día, señora. Mis hermanas me habían advertido:
“Alejandro, ¡por el andén, por favor!”. Pero mi duende lo olvidó… Y, ¡puaaaj!,
casi me atropella un motociclista niño, sin casco y apenas ropas. Volteé raudo
para el reclamo; no lo logré porque en seguida por el lado contrario, ¡puaaaj,
una niña motociclista con sus cabellos al viento, señora. Ambos desaparecieron
entre el gentío del día de mercado. Placa no tenía ninguna. “¡Súbete, por
favor, Alejandro”, repitieron ellas. Ya desde el andén, debí recrearme con el curioso paisaje,
natural ahora, jamás visto en mi niñez ni adolescencia: niños y niñas,
adolescentes, hombres y mujeres montados en motocicletas, completas o
incompletas, con o sin placa, vestidos o a medio vestir, en feroz disputa
contra… Contra… ¿¡Contra quién…!?
Al terminar la
cuadra, en la primera esquina, debía atravesarla. Mi temor se acrecentó, pero
salí vivo, señora. El peligro de cruzar el parque representó un riesgo mayor,
pero nuevamente me palpé y continuaba ileso (y por eso estoy escribiendo esta
crónica, señor). En la noche es igual, pero de noche. Docenas de motocicletas,
fantasmales, sin luz la mayoría, truenan raudas y sin exostos en las calles o
las parquean frente a los bares y tabernas, que ocupan casi todas las calles.
En interminable fila, allí esperan a sus dueños y dueñas, adolescentes o
adultos que, de vez en cuando abandonan la pista de baile o la mesa del bar,
para salir a “sus vueltas”, a velocidades endemoniadas. ¿Y las autoridades?
¡Jmmm! ¿Tampoco existen en las noches? ¡Jmmm…!
cuadra, en la primera esquina, debía atravesarla. Mi temor se acrecentó, pero
salí vivo, señora. El peligro de cruzar el parque representó un riesgo mayor,
pero nuevamente me palpé y continuaba ileso (y por eso estoy escribiendo esta
crónica, señor). En la noche es igual, pero de noche. Docenas de motocicletas,
fantasmales, sin luz la mayoría, truenan raudas y sin exostos en las calles o
las parquean frente a los bares y tabernas, que ocupan casi todas las calles.
En interminable fila, allí esperan a sus dueños y dueñas, adolescentes o
adultos que, de vez en cuando abandonan la pista de baile o la mesa del bar,
para salir a “sus vueltas”, a velocidades endemoniadas. ¿Y las autoridades?
¡Jmmm! ¿Tampoco existen en las noches? ¡Jmmm…!
¿Y el gobierno?
No, señora. Mi pueblo sí cuenta con gobernantes. Lo sé, no sólo porque me
señalaron algunos nombres, sino porque sus carnavales de fin y comienzos de año
(y sus fiestas del verano) son de lo mejor entre esos pueblos del guaico (o
huaico, como quiera decirlo, señor, palabra kichwa). Lo atestiguan los cientos
de paisanos, que en buses o en lo que se pueda, llegan de las vecindades cada
noche, hasta la madrugada, si es que no se quedan pasando su borrachera uno o
más días. O para siempre. Y en esas noches las mejores murgas; los mejores
conjuntos musicales suenan en su tablado del parque. Y todo eso lo pagan los
gobernantes, señora. ¿Entiende el silogismo? Y, ¿en los días iguales o en los
fines de semana? ¿La cosa mejora? ¡Jmmm…!
No, señora. Mi pueblo sí cuenta con gobernantes. Lo sé, no sólo porque me
señalaron algunos nombres, sino porque sus carnavales de fin y comienzos de año
(y sus fiestas del verano) son de lo mejor entre esos pueblos del guaico (o
huaico, como quiera decirlo, señor, palabra kichwa). Lo atestiguan los cientos
de paisanos, que en buses o en lo que se pueda, llegan de las vecindades cada
noche, hasta la madrugada, si es que no se quedan pasando su borrachera uno o
más días. O para siempre. Y en esas noches las mejores murgas; los mejores
conjuntos musicales suenan en su tablado del parque. Y todo eso lo pagan los
gobernantes, señora. ¿Entiende el silogismo? Y, ¿en los días iguales o en los
fines de semana? ¿La cosa mejora? ¡Jmmm…!
Allá, si lo que
quiere es gozar y pasarla bien bueno, es de lo mejor señor. Eso sí, váyase por
la sombrita… ¡Y un feliz regreso a los suyos!
quiere es gozar y pasarla bien bueno, es de lo mejor señor. Eso sí, váyase por
la sombrita… ¡Y un feliz regreso a los suyos!
Notas de la
Unidad Deportiva Atanasio Girardot: 1) Vallas del Inder-Medellín, amarradas
entre sí con alambre, cierran escenarios abiertos, utilizados por la comunidad
allí. 2) Estuvieron dañados el año anterior varios baños públicos. Hoy siguen
lo mismo, pero se han agregado otros. A los inodoros los trancan desde adentro
y a los orinales los “sellan” con bolsas plásticas negras, Señor alcalde
Federico. ¿No lo sabía? ¿Qué responde su administrador? 23.III.17
Unidad Deportiva Atanasio Girardot: 1) Vallas del Inder-Medellín, amarradas
entre sí con alambre, cierran escenarios abiertos, utilizados por la comunidad
allí. 2) Estuvieron dañados el año anterior varios baños públicos. Hoy siguen
lo mismo, pero se han agregado otros. A los inodoros los trancan desde adentro
y a los orinales los “sellan” con bolsas plásticas negras, Señor alcalde
Federico. ¿No lo sabía? ¿Qué responde su administrador? 23.III.17
Este es un espacio de opinión destinado a
columnistas, blogueros, comunidades y similares. Las opiniones aquí expresadas
pertenecen exclusivamente a los autores que ocupan los espacios destinados a
este fin por el blog Informativo del Guaico y no reflejan la opinión o posición
de este medio digital.
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