Un encanto en la incertidumbre

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Endulzando las palabras
Por Iván Antonio Jurado Cortés
iajurado@yahoo.com
Hablar de Colombia no solo es de violencia,
sino de riquezas culturales, folclóricas y ambientales, propias de un país
afortunado por su ubicación geográfica y geoespacial, convirtiéndose en una
región estratégica frente a intereses 
globales que permanentemente atenta contra la integridad nacional
.
Cuando los españoles invadieron el ‘tercer mundo’, siempre enfocaron su mirada
a esta zona nórtica del nuevo continente, y eso dice mucho en cuanto a
intenciones foráneas.

Los siglos han pasado, y las mezclas interraciales
se han incrementado, cada vez confundiendo la esencia de la naturalidad
aborigen. En fin, el hecho de nacer en Colombia, se tiene derecho a todas las
bondades naturales, civiles y culturales de la nación. La tierra del ‘Corazón
de Jesús’, es verdaderamente prodigiosa; bañada por dos mares, tres
cordilleras, costas y planicies inmensurables, suficiente para catalogarla como
paraíso natural
.
Lastimosamente las planificaciones
contraindicadas han sido las que han determinado el atraso de la nación. Pese a
reformas contra la voluntad popular implementadas con el paso de los gobiernos,
indiscutiblemente la esencia patriótica de los colombianos no ha menguado; por
el contrario, aumenta el arraigo por la tierra, enorgulleciéndose de ella
especialmente cuando se pisa suelo extranjero
.
Lo paradójico es que teniendo la materia prima
para engendrar un sostenible desarrollo y progreso en las comunidades, aún no
se haya hecho
, transformándose los sueños en una membrana antiosmótica,
forzando a las masas ser dependientes del retrovisor que intentar romper
paradigmas obsoletos, camuflados de sarcasmos e hipócritas acciones populares.
Los últimos acontecimientos vienen marcando una dinámica nunca antes vivida,
causando revuelo en los círculos elitistas y mercantiles, determinante del
presente de la República.
Un encanto en la incertidumbre, sería el
título de esta presentación colombiana. Tenemos todo para dar el paso hacia un
bienestar colectivo, solo que la avaricia política ha conllevado a un ciclo
vicioso donde los perdedores han sido los ciudadanos del común. En la élite las
cosas siempre marchan bien; desde tiempos coloniales aprendieron que su función
es gobernar a los ‘desprevenidos o incautos’
, aclarando que en los últimos años
se les han arrimado otros emporios sociales provenientes de la mafia criolla.
Lo preocupante es que la radiografía nacional
no es alentadora; al contrario, muestra una serie de actitudes endebles
sinónimo de desesperanza e ignorancia política, la misma que ha permitido la
intromisión de comandos de gobernanza arbitrarios, guiando al país por el
camino equivocado, propicio para los que viajan a caballo, más no para quienes
abren las brechas del desacierto
.
No podemos olvidar que el conflicto colombiano
nace a raíz de la división partidista, ocasionada por los burgueses de los 40 y
50, quienes supieron transmitir sabiamente a sus descendencias a manera de
triunfos caudillistas, menospreciando la sangre inocente
. Nadie debe desconocer
la verdadera historia política de Colombia, porque es la única manera de
conservar el espíritu independentista, ese que nos llevará al éxito individual
y colectivo.
Paradójicamente son los mismos conservadores
los que hoy se dan de víctimas de unas consecuencias producto del cinismo y
avaricia de sus antecesores
, esos que solo gobernaron con interés particular,
sometiendo al pueblo a su santa voluntad.
Hay que admirar que a pesar del rechazo
ciudadano, al final, son tan astutos que terminan imponiendo sus caprichos.
Muchos se preguntan por qué una región con tantas bondades naturales, aun no
haya salido avante en su gobernanza
.
Colombia es cuna de gente maravillosa y
demasiado noble, hasta el extremo de alcahuetear acciones malintencionadas de
personajes, muchos denominados políticos
, que se ufanan atribuyéndose aptitudes
redentoras. La coyuntura política del momento además de generar ambiente de
esperanza y reconciliación, es perfecto para medir la madurez e intenciones de
los supuestos hombres de patria.
La oportunidad del momento no se volverá a repetir
al menos por esta década, significando la urgencia y compromiso de toda la
ciudadanía en buscar el bien común. No solo es responsabilidad del gobierno,
sino del Estado. Los detractores del bienestar comunitario al final quedaran a
orillas de la transformación, figurando como traidores de la sociedad. La razón
humana se impondrá sobre la soberbia mercantil de los guerreristas.

Domingo, 22 de mayo de 2016

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