Nariño, 120 años

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Desde Nod
Por Alejandro García Gómez
pakahuay@gmail.com

Ahora, cuando se cumplen 120 años de la fundación de nuestro departamento y que aparecen una serie de textos históricos, ponemos también nuestro prisma acá. 

Comenzaba el siglo XX. El XIX había traído la independencia a los pueblos americanos, a causa de una serie de coincidentes acontecimientos de la sociogeografía europea, aunados a la ambición y visión de una linajuda casta de criollos que habían estudiado en Europa o en escuelas, seminarios y universidades que trajeron los españoles.

Conseguida la independencia, había que pagar toda clase de deudas, de afuera y de adentro. Las de afuera se empezaron a costear con endeudamientos a intereses leoninos como el de la Corona del Reino Unido, obra encargada al “patriota” Francisco A. Zea, de quien Bolívar decía: “Este hombre es el más vil ciudadano que tiene Colombia, porque nos está entregando a la muerte con sus operaciones de Hacienda (…) Lo había juzgado íntegro, pero puede llamarse un verdadero ladrón, un gran prevaricador”, a propósito del empréstito (encomendado a él, como señalé) cuya mayor parte desapareció en sus manos (entregó solo el 30%).

Ahora bien, las deudas de dentro de la nueva república se empezaron a pagar con prebendas, entre las envidias y rencores hacia los más beneficiados. Y empezó una serie de guerras entre compadres: generales y coroneles, terratenientes con alto rango militar. Unos liberales, los otros conservadores, que se intercambiaban de partido cada tanto, como ahora. Todos se conocían. Y se lisonjeaban y se inter “cargaban” a sus hijos en la pila bautismal. Esas son las treinta y dos guerras que Gabo le atribuye perdidas al Coronel Aureliano Buendía. Así terminó el s. XIX. Mientras Europa comenzaba el s. XX con un liberalismo de mercado (donde las empresas transnacionales empezaron a “sustituir” las relaciones entre Estados, naciendo así los llamados “imperialismos”) cuyos desastres, causados por la voracidad angurrienta de unos contra otros, la llevarían a la I Guerra Mundial y de ahí a la II, nuestro país se desangraba con la última guerra entre compadres militares, llamada Guerra de los Mil Días, que finalizó el 21 de noviembre de 1902. Un país sin hombres para el trabajo y la defensa, lleno de deudas, de rencores y de envidias, era el nuestro a comienzos del s. XX. Las fauces gringas, que ya se habían apropiado de Texas, California y etc., en México, acechaban a la exangüe Colombia. Prometiendo migajas a las élites panameñas en connivencia con sus militares, Roosvelt se apropió de Panamá. EE. UU. nos pagó luego 25 millones de dólares por el robo, porque sus empresas tenían en mente hacer el canal interoceánico, que lo hicieron.

El Cauca de entonces, el Gran Cauca, estaba conformado por varios de los ahora departamentos del suroccidente colombiano: Chocó, Valle, Cauca, Nariño, Putumayo, Amazonas y Caquetá. La aristocracia caucana (Mosqueras, Valencias y un etcétera de compañías terratenientes con apellidos linajudos), ávidas de tener un país propio para “gobernarlo”, aguardaban. Tenían las armas de la última guerra (Mil Días) y de las anteriores, además de ejércitos conformados por esclavos y siervos de la gleba y oficiales curtidos en las anteriores. Es entonces cuando desde Bogotá les cortan las alas de un nuevo país a los patricios payaneses y comienzan a dividir el Gran Cauca en los departamentos mencionados antes. Y es también entonces cuando los aires del progreso escapan definitivamente de esa ciudad colonial, bañada de un orgullo de blanca y añeja tristeza que se transformó en urbe estudiantil hasta hoy. El progreso voló hacia los ingenios azucareros centralizados en los territorios aledaños a Cali. Y el 6 de agosto de 1904 nace el nuevo Departamento de Nariño –por medio de la Ley 1ª- que estuvo  a punto de llamarse “de las Mercedes” o “de La Inmaculada”, ideas propuestas por el santo español y obispo de Pasto, Fray Ezequiel Moreno Díaz. Claro que las cosas no eran fáciles. Las pequeñas élites regionales querían toda la tajada para sí: las de Pasto querían su departamento propio, al igual que las de Túquerres, Tumaco e Ipiales, y por eso hasta 1908 hubo otros intentos con sendas leyes para cada uno; lo importante era cerrar a la aristocracia caucana otro Panamá.

Esta es la realidad tras bambalinas de la creación del departamento, que nos vio nacer, crecer y enamorarnos por primera vez. Otras veces hemos hablado de cómo nos lo volvieron el más violento, después de ser el más pacífico entre los pacíficos: obra del malhadado Plan Colombia de un homúnculo presidente, arrodillado a Clinton, iniciado en el departamento del Putumayo (1999), desplazando esa violencia narcotraficante hacia Nariño, en algo que se conoce como Efecto Globo (traslado de un problema social a las regiones vecinas. Pero de esto podemos volver a hablar otro día, para no alargar y no cansar. 10.VIII.24

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