Agualongo, valor y orgullo de un pueblo

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Por Enrique Herrera Enríquez
kikeherrera666@gmail.com
En la vida de los pueblos, en su historia,
surgen determinados personajes que generalmente obedecen o son producto de las
consecuencias que determina la actitud que se presenta dentro del conglomerado
social
, ya sea a su favor o en su contra, ante lo cual se da una lógica
reacción, sea o no razonable de acuerdo a los intereses en conflicto.

El personaje que surge o incursiona en medio
de las vicisitudes que afronta una determinada comunidad para liderar y
orientar el proceso a seguir, no se crea que es un privilegiado, un mesiánico
ungido por divinidad alguna que ha llegado de manera providencial a salvar a
sus congéneres, es alguien común y corriente, mortal como cualquiera de
nosotros
que logra entender la importancia del momento para entrar a
comprometerse con valor y energía en la dirección que considera debe tener y
asumir el proceso que se gesta, llevando consigo el respaldo de su gente.
Agustín Agualongo Sisneros, caudillo popular
pastuso, cumple con las características del líder que se forma desde la base,
actuando de simple combatiente sin abolengo y apellidos rimbombantes
, entra a
luchar para defender a su ciudad y su gente de las agresiones de que fueron
objeto tanto de los cuerpos armados provenientes del sur como de los del norte
cuando aún las guerras de la llamada independencia no presentaban dicha
bandera.
Es lo cierto que al investigar y estudiar
pormenorizadamente la historia oficial de Ecuador y Colombia, nos encontramos
con unos hechos y documentos que no obedecen a los planteamientos suscritos en
las pretendidas actas de Independencia tanto la de Quito el 10 de agosto de 1809
como la de Santafé de Bogotá el 20 de julio de 1810. Las dos actas en nada se
refieren a independencia de España ni menos aún al desconocimiento de Fernando
VII como su legítimo monarca, todo lo contrario, en ellas se reafirman su
reconocimiento, vasallaje y sumisión a España y al desgraciado monarca que se
encuentra prisionero por parte del emperador francés Napoleón Bonaparte
.
Un gran retrato al óleo de Fernando VII será
quien presida los grandes acontecimientos posteriores a las dos actas en
referencia, en Quito el 16 de agosto de 1809 en la sala consistorial de San
Agustín y en Santafé de Bogotá el 23 de julio de 1810 en la plaza Mayor.
Juramentos, proclamas, bandos y demás escritos de los integrantes de las dos
juntas de gobierno plantean categóricamente su defensa a España y a Fernando
VII
, en Santafé de Bogotá hasta el 13 de julio de 1813 cuando a propuesta de
Antonio Nariño se proclama la absoluta independencia de Cundinamarca, y en
Quito se da el 29 de mayo de 1822, luego de la Batalla de Pichincha.
En Santiago de Cali encontramos algo muy
similar a los sucesos de Quito y Santafé de Bogotá cuando con la dirección de
Joaquín de Caicedo y Cuero se organizan bajo una sola bandera las Ciudades
Confederadas del Valle del Cauca, acatando la defensa a España y el
reconocimiento a Fernando VII
, ante el desconocimiento que hiciera de estos
sectores el gobernador y comandante general Don Miguel Tacón al integrar una
“Junta Provisional de Seguridad” en Popayán con esos mismos principios.
Derrotado militarmente Miguel Tacón en Palacé, el 28 de marzo de 1811, sale
huyendo a Pasto a donde previamente había hecho llegar un gran cargamento de
valores entre los cuales se encontraba 413 libras de oro que fueron escondidas
entre las paredes del convento y templo de Santo Domingo (hoy Cristo Rey). Tras
este cargamento avanzaran las tropas de las Ciudades Confederadas del Valle del
Cauca para atacar a Pasto y su gente.
San Francisco de Quito también salió a tomar
militarmente a Pasto buscando el valioso cargamento de oro, irrumpiendo en la
ciudad a sangre y fuego el 22 de septiembre de 1811
. Convento por convento,
templo por templo se fue buscando y destruyendo hasta que encontraron el dorado
botín que de manera inmediata es llevado a Quito hasta donde viajó Joaquín de Caicedo
y Cuero a reclamar la parte que supuestamente le correspondía encontrando
respuesta negativa a sus pretensiones.
Esta historia de saqueo, sacrificio, violencia
y muerte del 22 de septiembre de 1811 para con la gente de Pasto
, marcará la
respuesta que se tuvo frente a las invasiones militares del norte y del sur de
la región de aquí en adelante. Meses después el atacante agresor es el
norteamericano Alejandro Macaulay quien sin proponérselo fue puesto al frente
del comando guerrerista que Popayán remite a Pasto con el objeto de rescatar a
Joaquín de Caicedo y Cuero el cual estaba prisionero con algo mas de
cuatrocientos de sus hombres. Se hizo un pacto de entrega voluntaria del
prisionero y el grupo de soldados y oficiales que estaban a su cargo, compromiso
que incumplió el aventurero y enamorado norteamericano Macaulay al pretender
pasar para Quito donde se encontraba el verdadero propósito de su furtivo
viaje, su enamorada Doña Claudina Montes.
Antonio Nariño ante la serie de problemas
políticos que tiene en Santafé de Bogotá, donde los federalistas le hacen una
férrea oposición tanto que el congreso sesiona en Tunja y no en la capital,
toma la determinación de salir para Pasto en su campaña al Sur, siendo
derrotado el 10 de mayo de 1814 por las gentes de Pasto
a cuya cabeza iban las
mujeres al abandonar a su suerte a la ciudad el español Mariscal de Campo
Melchor Aymerich.
En todas estas campañas de agresión a Pasto y
su gente, donde todo el conglomerado social participa sin distingos de clase,
Agustín Agualongo Sisneros, de simple soldado, fue logrando de combate en
combate el reconocimiento de los mal altos grados militares hasta alcanzar el
de General de Brigada de los Ejércitos del Rey
.
La emblemática ciudad de Cuenca en Ecuador,
tuvo al Capitán Agustín Agualongo como Jefe Militar de su Guarnición, siendo
luego ascendido a Comandante General de la División del Sur para obtener luego
en Quito el reconocimiento del grado de Teniente Coronel que le concede el
Presidente de la Real Audiencia Melchor Aymerich
.
Su ausencia de Pasto al encontrarse
combatiendo en Ecuador, hizo que Agualongo no estuviese participando de las
batallas de Genoy y Bomboná; a su regreso de Quito, después de la batalla de
Pichincha, organiza el inconformismo que existía entre las gentes de Pasto para
con la dirigencia local por los sucesos que acontecieron después de la batalla
de Bomboná, ante lo cual se levanta en rebeldía acompañado de Benito Boves,
Estanislao Merchancano, Joaquín Enríquez, Francisco Angulo, José Canchala, Francisco
Terán, Manuel Insuasti, Ramón Astorquiza, Joaquín Guerrero y otro grupo de
destacados dirigentes de la base popular que repudiaban la entrega de la ciudad
a las órdenes de Simón Bolívar sin antes haber consultado
, como era habitual
para aquel entonces, todo acto que comprometa a su gente.
“Agualongo no debe estudiarse ni analizarse
solamente desde su faceta como realista-dice el Presidente de la Academia de
Historia del Cauca, Edgar Penagos Casas- Fue el signo de una región olvidada,
de una raza bravía y valerosa, de un pueblo dominado y engañado a través de los
siglos y que otrora fuese dueño absoluto de todo un continente
…Cabría
preguntarse si Agualongo no fue acaso un visionario al pensar que la verdadera
liberación de un pueblo estaba muy lejos de realizarse con nuestra gesta
emancipadora. Tal vez hoy nuestro indio esté hoy mas sometido y mas esclavizado
y más cercano a desaparecer de la América que por muchos siglos estuvo bajo su
señorío…Para los historiógrafos modernos, el tema del análisis sociológico del
fenómeno Agualongo es apasionante. Ese hombre pequeño, rudo y de gran
inteligencia llego a constituirse en el símbolo de la resistencia y de la
lealtad de una raza que secularmente ha sido objeto del engaño y las promesas
del dominante de turno….”
Frente a Agustín Agualongo y su improvisada
tropa de gente armada tan solo de picos, palas y demás herramientas de trabajo,
más el valor, la bizarría, el dolor y la venganza por cuanta iniquidad criminal
se hizo en contra de la gente de Pasto, cayeron vencidos curtidos generales de
la republica como Antonio José de Sucre, Juan José Flórez, José María Obando,
Pedro Alcántara Herrán, Bartolomé Salóm, Francisco María Frías, Arturo Sandes,
José Hilario López, José María Córdoba, Tomas Cipriano de Mosquera, Manuel
Valdés, José Mires, Hermogenes Masa y el propio Simón Bolívar quien se
manifestó así en contra de la gente de Pasto: “Los pastusos deben ser
aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte, dando aquel país
a una colonia militar. De otro modo Colombia se acordará de los pastusos cuando
haya el menor alboroto o embarazo, aún cuando sea de aquí a cien años, porque
jamás se olvidaran de nuestros estragos…”
Con “Agualongo, valor y orgullo de un pueblo”
consideramos que estamos aportando al debate que suscita la figura y presencia
del líder popular pastuso que siempre fue fiel no únicamente al rey de España
como se ha pretendido hacer creer, ese fue un símbolo de unidad que la gente de
Pasto reconocía frente a la actitud criminal de quienes pretendieron dominar a
un pueblo a sangre y fuego por defender su autonomía tanto de Quito como de
Popayán
. Agualongo encabezó esa rebeldía que hoy sus críticos tratan de
menospreciar desconociendo hechos históricos que explican el porqué de la actitud
de la gente de Pasto con su caudillo al frente en las guerras de la llamada
Independencia, bien lo dice el historiador ecuatoriano Oscar Fernando Reyes: :
“Hubo momentos en esa campaña contra los rebeldes en Pasto, que ya no eran los
simples defensores de la monarquía española, sino como los heroicos defensores
de sus vidas y haciendas, y como los vengadores de la muerte cruel de sus
madres, de sus padres, hijos y familiares”.
Ubicar a Agualongo a partir de su
confrontación con las tropas de Simón Bolívar en 1822, es desconocer los trece
años de lucha que tuvo que afrontar previamente el pueblo de Pasto desde 1809,
defendiéndose de las agresiones del sur y del norte que encabezaron Quito y
Popayán respectivamente, y en esa defensa estuvo presente Agustín Agualongo
ganándose poco a poco, combate tras combate los grados militares que le fueron
conferidos en su oportunidad.

La historia se escribe basándose en documentos de
la época a estudiar, no hacerlo es pensar con el deseo en imaginarios que hacen
parte de la ficción, el cuento o la novela que distorsionan los hechos. Esta
obra, apreciado lector, se basa en documentación que puede muy bien constatarse
para que se juzgue en todo su valor la egregia figura y personalidad del
General Agustín Agualongo
frente a su pueblo en las guerras de la
independencia.

Este es un espacio de opinión destinado a
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pertenecen exclusivamente a los autores que ocupan los espacios destinados a
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