Ángel o demonio

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Endulzando las palabras

Por Iván Antonio Jurado Cortés
iajurado@yahoo.com
Ángel o demonio, palabras normales en un  país que su vida la define la venganza
política, algo que diariamente miramos con los continuos enfrentamientos entre
‘caciques’ politiqueros
. El que anteriormente era un diablo, hoy, es un ángel,
y viceversa. Es un baile con la misma canción, que al final embrutece a quienes
participan de la fiesta. Los colombianos al parecer seguimos en medio de una
patria boba, esa que destila desesperanza e incredulidad.

Mejor vitrina no puede haber que la actual
etapa coyuntural entorno a unos diálogos de paz, que enmarcan el sueño de un
pueblo sensato, que siempre añora vivir en condiciones más seguras y prósperas;
lastimosamente existen malhechores de cuello blanco que insisten en entorpecer
un proceso
que en medio de las dificultades propias de la mansedumbre
burocrática, avanza hacia un horizonte polémico pero más prometedor.
Por esta época los demonios andan sueltos dijo
un sacerdote
, párroco de un poblado alejado de la geografía nacional, quien en
carne propia ha tenido que vivir por décadas esta fatídica guerra que deja
miles de víctimas a lo largo y ancho de la patria. Obviamente que los diablos
mayores despachan desde la gran capital, llegando sus disposiciones hasta los
confines más remotos de la tierra del ‘Corazón de Jesús’.
No es raro para nadie que ser demonio en
Colombia paga, a diario lo comprobamos. Lo irónico es que en una nación tan
católica, apostólica y romana, existan tantas clases de diablos, todos bajo el
mando del soberbio poder y las mafias metropolitanas que al final en los campos
actúan como agrupaciones armadas ilegales, cuya filosofía es producir
diabólicamente. No es extraño encontrar al demonio tomándose un tinto con
cualquier ángel
.
En nuestra niñez nos enseñaron que toda
persona mala es sinónimo de diablo, y que los buenos son ángeles o hijos de
Dios. El proceso de paz es el escenario perfecto para descubrir las verdaderas
intenciones de los solapados
que fingían de ángeles cuando siempre han sido los
más crueles demonios. Además de que se pueda llegar a acuerdos con los grupos
subversivos, es la oportunidad para que la gente descubra quienes son los reyes
del infierno, esos que se nos han presentado como redentores de las llamas.
El hecho de que un presidente de raíces
neoliberales haya permitido que se dieran unos diálogos de entendimiento entre
gobierno y rebeldes
, no lo cataloga como un angelito tal como él se lo supone,
pero si,  en una persona que estaría
pensando entre muchas cosas en quitarse aparentemente el velo de diablito y
convertirse temporalmente en un embajador del cielo.
Tanto demonios como ángeles permanentemente
armonizan actividades que finalmente terminan mezclando las intenciones de
quienes viven en los escenarios opuestos, infierno o cielo. Por las distintas
redes sociales, prensa y toda vía de comunicación, observamos a los mayores
exponentes de los dos extremos, cada quien a su estilo, siempre utilizando los
más sutiles estilos para atraer incautos
.
Actualmente contamos con demonios con nombre
propio, que aprovechan su poder hipnotizador para confundir hasta los más
fieles creyentes; en pocos días los transforman y sin que sientan el fuego
alquitranado terminan sacudiendo las banderas del infierno. La política
colombiana es demasiado inestable; muchos políticos se acuestan con alas
celestiales y amanecen con rabo de zarigüeya
. Como decía el camarada Hugo
Chávez, en el congreso colombiano así como en todas las instituciones
gubernamentales, el azufre es el perfume de moda.
Ya no se sabe en quien creer, expresaba con
voz quebrantada con octogenario anciano bogando sobre su ‘potrillo’. Colombia
está pasando por una etapa crucial y determinante, donde la ciudadanía se juega
por primera vez su propio destino
. El aleteo de los murciélagos es cada vez de
mayores proporciones, hasta el punto de opacar al de los ángeles, muchos de
estos débiles en busca de batería para continuar volando.

Domingo, 10 de abril de 2016

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