Bolívar por segunda vez en Pasto

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Por Enrique
Herrera Enriquez
kikeherrera666@gmail.com
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enrique.herreraenriquez
Siete días
después de la masacre, del genocidio del 24 de diciembre de 1822 contra la
población civil de Pasto, el general Simón Bolívar se presenta en la ciudad
para congraciarse y felicitar al general venezolano Antonio José de Sucre
por
la exitosa toma a sangre y fuego de Pasto. La ciudad destrozada, arruinados sus
campos, los hombres, mujeres y niños que lograron salvarse de la arremetida de
las tropas continúan escondidos en los bosques cercanos. Veamos y analicemos a
continuación que sucede con la presencia por segunda vez en Pasto de Simón
Bolívar.

El 2 de enero
de 1823, llega por segunda vez a Pasto Bolívar, encuentra la ciudad destruida,
las calles y plazas vacías, templos y capillas semidestruidos, aún los ayees de
los heridos se escucha en el tétrico silencio de la ciudad; la orfandad y la
viudez lloran sus muertos; cadáveres insepultos se pudren en la soledad de las
estancias. No se conoce de recriminación alguna de parte del caraqueño a la
cruenta acción militar de la tropa al mando de Sucre, por el contrario:
“impuso a los pueblos rebeldes del Cantón una contribución forzada de
treinta mil pesos para la subsistencia de las tropas; hizo extraer de las
haciendas tres mil reses de ganado vacuno y dos mil quinientas caballerías que
habían traído los pastusos del cantón de Túquerres, cuando el cabecilla Boves
ocupó a los Pastos. Dispuso igualmente que se reclutaran todos los hombres
útiles para las armas, y que los más inquietos se les llevaran en calidad de
presos, todos los cuales debían ser conducidos a las provincias meridionales
de Quito
. Mandó confiscar los bienes de los que hubiesen tomado parte en la
insurrección, de cualquier modo que lo hubieran ejecutado, o que no se
presentaron a Sucre en los días que asignó hacerlo, después de ocupada la
ciudad. Asimismo dispuso confiscar los bienes de aquellos pastusos que los
tenían en el cantón de Túquerres y que permanecieron en Pasto después de la
rebelión. Con tales decretos casi todas las propiedades de los pastusos
vinieron a ser confiscables y se mandaron repartir a los militares de la
república en pago de sus haberes. La infiel Pasto quedó desierta en su mayor
parte, y su castigo resonó en todos los ángulos de Colombia… El castigo de
los habitadores de Pasto fue ejemplar y merecido; empero dejó en sus corazones
el resentimiento más profundo y duradero”, dice José Manuel Restrepo, en
su obra: “Historia de la revolución en Colombia”, siendo como fue un hombre
contemporáneo de Bolívar y su profundo admirador. Sin embargo, la cruel
realidad de cuanto él supo, lo llevó a describir el macabro y dantesco cuadro
que acabamos de leer.
Si existiese
duda respecto a la posición de Bolívar contra Pasto y su gente después de los
acontecimientos de la macabra “Navidad sangrienta” que la población viviera con
la violenta entrada de Sucre aquel 24 de diciembre de 1822, veamos a
continuación que dice Bolívar en carta que suscribe a Santander el 8 de enero
de 1823, desde Pasto: “Hace algunos días que llegué aquí y, desde
entonces, me he ocupado en atraer estos habitantes que, poco a poco se van
presentando a gozar del indulto que se ha publicado por el general Sucre
. Yo
les he ofrecido que serán perdonados, si se presentan todos a jurar el gobierno
de Colombia y entregar sus armas y municiones que tienen… he mandado embargar
los bienes de los que no se presentaron al tiempo señalado, y los demás están
dispersos. Boves, con algunos otros comprometidos, se han ido al Marañón, por
donde salió Calzada. Yo los he mandado perseguir por todas direcciones; más
aquí no se coge a nadie porque todos son godos. Todo es ojo para el gobierno, y
el gobierno no ve nada”.
El 13 de enero
de 1823, expide Bolívar en Pasto, un drástico decreto, que entre sus
considerandos dice: “Que el cantón de Pasto se insurreccionó el 28 de
octubre, sin tener motivos siquiera aparentes para una conducta tan criminal,
rompiendo la capitulación que se le concedió el 8 de junio del año próximo
anterior”. Recordemos que quién capituló sin haber consultado con el
pueblo, fue Basilio García, razón por la cual existía gran malestar entre las
gentes que se consideraban vencedoras en Bombona como en efecto así lo fue. El
segundo considerando dice: “Que la insurrección fue abrazada generalmente
por todos sus habitantes, sin exceptuarse más que dos Nicolás Chávez y
Jerónimo Ricaurte… y considerando, en fin, que esta ciudad, furiosamente
enemiga de la república, no se someterá a la obediencia, y tratará siempre de
turbar el sosiego y la tranquilidad pública, si no se le castiga severa y
ejemplarmente… DECRETA: Se confiscará y aplicarán al gobierno los bienes de
todas las clases de habitantes del cantón de los Pastos, que tomaron parte de
la facción de Pasto
, bien suministrándoles armas y elementos de guerra, bien
ofreciendo sus servicios y personas, bien manteniendo relaciones de espionaje
con los facciosos. 2.- Se confiscarán y aplicarán al gobierno los bienes de
todas las clases de habitantes del cantón de Pasto, que no se hayan presentado
en esta ciudad dentro de los seis días señalados por el general Sucre, que
empezaron a correr desde el 26 de diciembre último hasta el 31 de diciembre del
mismo inclusive. 3.- Se confiscarán y aplicarán al gobierno los bienes de todas
las clases de habitantes del cantón de Pasto, que teniendo propiedades en el de
los Pastos, permanecieron en Pasto después de la insurrección; es decir, que
por el sólo hecho de no haberse trasladado al cantón de los Pastos, han perdido
cuantos bienes tenían en él”.
Respecto a la
repartición de bienes que él considera nacionales, ordena por intermedio del
coronel José Gabriel Pérez, su secretario general, a Bartolomé Salóm que se
asigne al general Jesús Barreto el hato de Panamal, al coronel Arturo Sandes,
la hacienda de Aranda y al coronel Lucas Carvajal, el hato de El Salado. Se
repartieron las vajillas de plata, que fueron encontradas en el saqueo a las
casas de Pasto
, entre los soldados por orden directamente de Bolívar, y se
ordenó el destierro de eclesiásticos solicitando a Quito el envío de
simpatizantes con la causa republicana.
Entre los
innumerables elementos de valor encontrados en Pasto, se registra el par de
alas de plata, con incrustaciones de piedras preciosas que tenía adheridas a su
cuerpo la imagen de tamaño natural de la inmaculada más conocida como la
Danzarina de Legarda, que se ubicaba en el templo de San Juan Bautista, las
cuales fueron violentamente desprendidas para ser repartidas como botín por las
asaltantes tropas de Sucre
.
Copones,
custodias, patenas y demás objetos de valor, ya sea en oro o plata consagrados
al ritual sagrado, fueron hurtados de manera violenta, sacrificando a quienes
tuvieron la osadía de tratar de defenderlos
.
Una de las
victimas más destacables de la persecución republicana encabezada por el
general Antonio José de Sucre, fue el Padre Francisco de la Villota quien tuvo
que refugiarse en una cueva cercana a Genoy
donde recibía toda la colaboración
de la gente de la citada población.
Hemos visto
cual ha sido la reacción del general Simón Bolívar contra la población civil de
Pasto. Todo fue confiscado, repartido cuanto de valor se encontró, aun las
haciendas hicieron parte del paquete de confiscación y repartición entre sus
altos oficiales
. En los doce días de su estadía en Pasto después de la macabra
navidad de 1822, Bolívar inmortaliza negativamente su nombre en la historia de
Pasto con las medidas que el general Bartolomé Salóm, ejecuta por expresa orden
de Bolívar como veremos a continuación.
El 14 de enero
de 1823, Bolívar sale de Pasto con dirección a Quito, no sin antes dejar
drásticas y secretas medidas al general venezolano Bartolomé Salom que de
manera clara y específica narra el general O’Leary de la siguiente manera:
Salom cumplió su cometido de una manera que le honra tan poco a él como
al gobierno, aun tratándose de hombres que desconocían las más triviales reglan
del honor
. Fingiendo compasión por la suerte de los vencidos pastusos, publicó
un bando convocándolos a reunirse en la plaza pública de la ciudad, a jurar
fidelidad a la Constitución y a recibir seguridades y protección del gobierno,
en lo sucesivo. El buen nombre de Salom y la reputación que se había granjeado
inspiraron confianza a aquellos habitantes y centenares de ellos, en obediencia
al llamamiento, o tal vez por temor de mayor castigo, acudieron al lugar
señalado, en donde se les leyó la ley en que estaban consignados los deberes
del magistrado y los derechos del ciudadano. Según ella, la propiedad y
personas, tenían amplias garantías y la responsabilidad de los magistrados se
hallaba claramente definida.
Leyóse la ley,
como ya dije, en presencia de todos los concurrentes, y como prueba de buena fe
del gobierno, se repartieron sendas cédulas de garantía. Pero violando lo
pactado, situó en la plaza un piquete de soldados que redujo a prisión cerca de
mil pastusos, que en seguida fueron enviados a Quito
. Muchos de estos
perecieron en el tránsito, resistiendo a probar alimentos y protestando en
términos inequívocos su odio a las leyes y al nombre de Colombia. Muchos al
llegar a Guayaquil pusieron fin a su existencia, arrojándose al río; otros se
amotinaron en las embarcaciones en que se les conducía al Perú y sufrieron la
pena capital, impuesta por la ordenanza en castigo de su insubordinación.
Daniel O´Leary,
secretario privado de Bolívar, ha hecho referencia de manera muy general a los
acontecimientos del 20 de enero de 1823, llamado el “día de la jura”, cuando de
manera engañosa se convocó a la población de Pasto bajo el pretexto de jurar la
nueva constitución, cuando la verdad era reclutar la gente joven para de manera
obligante enviarla a pelear al Perú
.
El drama de la
gente de Pasto, como consecuencia de los macabros actos criminales de la tropa
al mando de Sucre en aquel entonces, se refleja en una nueva carta que suscribe
Bolívar a Santander el 30 de enero de 1823, le dice: “El famoso Pasto, que
suponíamos tan abundante de medios, no tenía nada que valiera un comino; ya
está aniquilado sin mucho empeño
“.
Con esa clase
de disposiciones tan drásticas, macabras, criminales y absurdas que se tomó en
contra de la población civil de Pasto qué economía podía resistir, cuando sus
gentes fueron perseguidas, aniquiladas y los campos devastados
.
El general
Republicano, Manuel Antonio López, contemporáneo y bajo el mando de Bolívar,
presenta así la situación en que queda Pasto y su gente en su libro “Recuerdos
Históricos de la Guerra de la Independencia
”, luego de las órdenes impartidas
por Bolívar.
“Cuando estos
acontecimientos ocurrían en el Perú, el Libertador se ocupaba en Guayaquil en
organizar tropas y mandarlas sucesivamente para aquella República, tanto en
cuerpos arreglados como en partidas de reclutas. De los prisioneros que se le
hicieron á Boves en Pasto, se remitieron para Guayaquil 250 pastusos, de los
más peligrosos y empecinados realistas, y para que no se fugaran, se les
llevaba amarrados de los lagartos de dos en dos; y cuál sería la obcecación de
estos hombres, que al pasar por el pie del Chimborazo, donde hay una elevada
peña al bordo del camino, uno de ellos rompe las filas arrastrando al
compañero, y se precipita por ella, diciendo : “Prefiero irme a los
infiernos antes que servir á Colombia
.” Dos cuerpos destrozados sobre las
piedras fue lo que se alcanzó a ver allá en lo profundo del abismo; pero
todavía sus compañeros llevaron más adelante su obstinación.
Habiendo
llegado a Guayaquil, el Libertador dispuso que fueran al Perú en clase de
reclutas, y los embarcaron en el bergantín Romeo, llevando por toda custodia
cinco oficiales y once soldados pertenecientes a los cuerpos que habían
marchado adelante
. A los tres días de haber salido del puerto, se sublevaron a
bordo, mataron a palos al Teniente Ignacio Duran y al Subteniente Sebastián
Mejía, primos del que esto escribe, y dejaron medio muertos é inútiles al
Teniente José Caicedo, á los otros dos oficiales y a seis soldados. Como el
buque no llevaba más que doce marineros, el Capitán no pudo contener la
sublevación, y lo obligaron a que hiciera rumbo a la costa del Norte, con la
mira de desembarcar en un puerto de donde pudieran dirigirse a Pasto. El
Capitán tuvo que ceder á la fuerza, viró por redondo y navegó hacia Tumaco,
punto que le señalaron los sublevados para su desembarco. La bahía de este
puerto es de poco fondo, y los buques tienen que fondear bastante distantes de
tierra, y por consiguiente no se puede desembarcar con prontitud.
Afortunadamente se encontraba fondeada en el puerto la fragata ballenera
Spring-Grove; el Capitán del Romeo le hizo señal de alarma en su buque, y al
momento el Capitán de la ballenera tripuló sus botes con todos sus marineros
armados, y le prestó auxilio, logrando contener a los sublevados que había a
bordo, menos cuarenta y tantos que habían desembarcado. Contenida la
sublevación y reducidos a prisión en la bodega de los sublevados, el Capitán
del Romeo hizo rumbo a Guayaquil, donde el Libertador mandó fusilar
inmediatamente a veintiuno de los cabecillas.
Pero faltaba
castigar a los que desembarcaron en Tumaco, y el Libertador dispuso que el
Coronel Lucas Carvajal con el Escuadrón Granaderos y dos compañías del Batallón
Yaguachi, embarcándose en la goleta de guerra Guayaquileña, siguiese a la costa
en su persecución, encargándome a mí del detalle de esa columna. En nuestra
excursión tocamos en Atacames, Esmeraldas, Iscuandé y Tumaco, capturando hasta
cuarenta y tres, a quienes se castigó con la pena de muerte
”.
El historiador
Sergio Elías Ortiz, expresa: “Como descubriera Bartolomé Salom que en alguna
parte de los monte de la ciudad se escondían algunos guerrilleros con fines de
continuar la lucha, pues le mataron, tres soldados y un sargento de una escolta
que mando a descubrir el escondite, puso presos a catorce de los ciudadanos distinguidos
de la ciudad, terratenientes tranquilos que poca parte habían tomado en las
luchas armadas, sin otro pecado que el de su amor a la monarquía, Salom puso a
estos detenidos en manos del teniente coronel Cruz Paredes para que los matara
donde pudiera e hiciera desparecer sus huellas. Así lo hizo Paredes: con el
pretexto de llevarlos para Quito, al llegar al Guaytara, donde el río forma una
especie de abismo, hizo atar espalda con espalda, por parejas, a los catorce
patricios con otros tantos presos que se le figuraron más sospechosos y el
mismo, porque sus soldados se resistían a hacerlo, los empujo al abismo
…”
Este criminal
acontecimiento que la historia oficial no registra, se corrobora con carta que
el propio Bartolomé Salom suscribe a Bolívar el 27 de septiembre de 1823,
cuando le dice: “No es posible dar una idea de la obstinada tenacidad y
despecho con que obra los pastusos; si antes eran la mayoría de la población la
que se había declarado nuestra enemiga, ahora es la masa total de los pueblos los
que nos hace la guerra con furor que no se puede expresar. Hemos cogido
prisioneros muchachos de nueve a diez años. Este exceso de obcecación ha nacido
de que saben ya el modo con los tratamos en Ibarra, sorprendieron una
contestación del señor comándate Aguirre sobre la remisión de esposas que yo le
pedía para mandar asegurados los que se presentaran, según las instrucciones de
su excelencia, y sacaron del Guaytara los cadáveres de dos pastusos, que con
ocho más, entregué al comandante Cruz Paredes, con la orden verbal de que los
matara secretamente
. De aquí es que han despreciado insolentemente las
ventajosas proposiciones que les he hecho y no me han valido todos los medios e
indulgencia que se ha puesto en práctica para reducirlos. Están persuadidos de
que les hacemos la guerra a muerte, y nada nos creen…”
La última frase
de la carta en referencia es muy clara y contundente: los pastusos “Están
persuadidos de que les hacemos la guerra a muerte, y nada nos creen…” Es obvio
y natural, quien o que pueblo culto y civilizado como el pastuso puede creer a
unos criminales que a nombre de una supuesta libertad o independencia de aquel
entonces, cometen crímenes de la magnitud que el mismo Bartolomé Salom le
denuncia a Bolívar
, acatando así las órdenes impartidas por el caraqueño en
contra de la gente de Pasto.
El general José
María Obando, también registra este macabro acontecimiento de asesinar en los
abismos del Guaytara a la dirigencia pastusas, cuando en sus “Apuntamientos
para la Historia”, afirma que se “autorizó el sacrificio de 28 víctimas; pero
habría sido mucha condescendencia sacrificarlos por los medios conocidos, y de
un solo golpe, y se inventó un género de muerte que no tuviese estos defectos.
Amarrados espalda con espalda, apenas les era permitido escoger el compañero
con que cada uno debía de ser sacrificado: catorce matrimonios cívicos fueron
precipitados vivos de uno en uno desde lo alto del puente hasta los abismos del
Guaitara, haciendo penar a los últimos con el espectáculo sucesivo de los primeros
.
Recuerdo entre las víctimas –dice José María Obando- a los respetables vecinos
don Matías Ramos y don Pedro María Villota hombres del todo inocentes y
pacíficos…”
Las mujeres
pastusas, también registran su nombre dentro de las victimas, tal es el caso de
Maria Mercedes Bravo, Maria Catalina Aux, Antonia Romero, Asencia Rosero y
Maria Zambrano que fueron condenadas al destierro hacia el Perú, que en buena
hora un documento suscrito el 17 de julio de 1824
en Quito así lo certifica
camino a Cuenca, donde fueron finalmente recluidas e hicieron tiempo después
vida social al radicarse y formar hogares que dieron a la culta ciudad
ecuatoriana toda una serie de importantes personalidades que se destacaron y
reconocían su origen pastuso.
No en vano el
historiador ecuatoriano Oscar Efren Reyes, analizando la situación de la gente
de Pasto afirma: “Hubo momentos en la campaña contra los rebeldes en Pasto, que
ya no eran los simples defensores de la monarquía española, sino como los
heroicos defensores de sus vidas, de sus haciendas y como los vengadores de la
muerte cruel de sus madres, de sus padres, hijos y familiares…

Roberto Morales Almeida, también historiador
ecuatoriano, refirma: “En la historia tremenda de la independencia de América
no hay hechos de mayor crueldad que los que se ejecutaron contra los vencidos
pastusos: destierros en masa al Perú, a Guayaquil, a Cuenca, contribuciones
forzosas, confinio de mujeres, requisa de caballos, ejecuciones secretas,
lanzando a los abismos del Guaytara, amarrados por parejas a las víctimas,
despojos de bienes, redadas de hombres para formar batallones
. Y esas bárbaras
represiones tuvieron que soportarlas todos: los hombres del pueblo y los
nobles, los clérigos y los labriegos, los indios, los mestizos y los blancos.
Los tiempos heroicos de Pasto están floridos de episodios de singular grandeza
de ánimo. Cualquiera de ellos es sugestionante y revelador del carácter del
pueblo pastuso…”

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