Por: Alejandro Garcia Gómez
Ya es casi imposible “enseñar al que no sabe”. Hoy no sólo se debe enseñar a quienes no quieren aprender, sino además “enfrentar” padres de familia que temen a sus hijos y buscan mangualarse con ellos contra los maestros que los llaman al orden. Hoy un maestro debe intentar “enseñar” valores académicos y formativos a 10, 15 y hasta 22 cursos de 40, 50 y hasta 65 niños y/o adolescentes, a pesar de sus padres y en medio del conflicto interpersonal agravado entre los escolares a la vista de tanta laxitud en los colegios. Los menores saben que lo único que habrá serán “anotaciones” en una inocua “carpeta disciplinaria” que, máximo, producirá reflexión o suspensión temporal, porque cada estudiante le proporciona al colegio un dinero/año que nadie dejará escapar. Padres e hijos conocen sus derechos pero olvidan por completo sus deberes. “Para eso pago”. “Para eso paga mi papi”. Cualquier falla de los padres o estudiantes es culpa de los maestros y de inmediato se “informa” al docente.
Y un proceso disciplinario no se le niega a ningún maestro. Y entonces empieza otro calvario para ese profe, preocupado por enseñar a aquellos estudiantes que aún desean aprender, hijos de padres que aún cumplen su deber. Debe empezar a recolectar “evidencias” de las faltas comportamentales y/o académicas de ese estudiante para demostrarlas. Debe demostrar además que él (o ellos) es (son) la causa de las situaciones que perjudican al resto de sus compañeros de clase. Si no logra recaudar esas evidencias, se lo llevó el divino. La verdad no importa.
¿Cómo prepararse, qué debe hacer, qué hace un maestro hoy en día, a la par que enseña, que prepara sus clases, que califica cientos de exámenes, cientos de trabajos –5 ó 10 notas por grupo-, cientos de “refuerzos” para los que pierden, que llena cientos de papeles que nadie lee de normas ISO, qué hace ese maestro hoy en día? ¿Cómo se prepara? Debe convertirse en detective, dedicarse a buscar, a guardar, papel por papel, hoja por hoja, detalle por detalle, palabra por palabra (día, lugar y hora) de aquellas que en el futuro serán sus “evidencias”, para utilizarlas –como fiscal o en defensa propia- ante un posible -no, ante un posible no-, ante un seguro, “debido proceso” en Secretaría de Educación, en el futuro de cada mes de cada año escolar y botar las del año anterior. La otra solución, la fácil, es “dejar hacer y dejar pasar” y que cada insolente “monstruico” o mamón adolescente haga lo que le dé la gana, volverse a un lado para mirar la lluvia o el sol y que todos ganen la materia, no con un 3.0 o 3.9 sino de 4.0 para arriba, y por qué no, con 5.0 ó 10 ó 100 según la escala de calificaciones. Así, felices los monstruicos, los mamones y sus padres.
¿Qué hacer cuando 1 ó 5 ó10 estudiantes de los 45 ó 60 del salón no te dejan hacer la clase? ¿Sacarlos del salón? ¡Cuidadito! ¡Cuidadito, profe! ¡Ellos tienen el derecho de estar ahí dentro! ¿Tirándose la clase? ¿Tu clase? ¿Perjudicando a sus compañeros que sí quieren aprovechar? ¡Cuidadito! ¡Cuidadito! Debes demostrarlo, profe. ¡A ver las evidencias! ¡Las evidencias, profe! ¡Estás lanzando juicios temerarios, infundados!
A todas estas ya sabemos qué piensa la nueva Ministra de Educación Fernanda Campo: destaca como uno de los mayores logros del gobierno anterior el incremento de la cobertura, principalmente fruto de dos medidas: una, el aumento de la carga laboral a los docentes, denominada ‘racionalización del servicio’, y, la otra, un mayor número de estudiantes por aula, generando una de las tasas de hacinamiento escolar más altas del mundo, lo que llaman ‘mejor utilización de la capacidad instalada’. Según ella, falta por vincular a un millón de estudiantes aún, y faltan sus laboratorios, computadores y talleres. El Ministerio de Educación Nacional aplica la hipócritamente llamada inclusión estudiantil, que no es si no introducir en los salones de los 45 o 60 escolares “normales” a alguno que otro con discapacidades como síndrome de Down, sordomudos, etc, ahorrándose el presupuesto para educación especial. La ministra para nada menciona necesidades de aumento del presupuesto educativo. ¿Y el Presidente Santos? Recordemos, él fue quien recortó las transferencias a la Educación, siendo ministro de Hacienda de Andrés Pastrana, por imposición del Fondo Monetario Internacional, Acto legislativo 012, de donde se derivó la Ley 715 o Ley FMI de Educación. 03.X10