Columna Desde Nod por Alejandro García Gómez

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60 años: la Dictadura
pakahuay@gmail.com
Algunos dictadores latinoamericanos han
pretendido “emular” a Bolívar. Juan Vicente Gómez, el macabro de Venezuela
,
falsificó su partida de nacimiento para coincidir con él en el festejo de su
cumpleaños. Conocidas son las maromas de Chávez. A excepción de El Siglo,
tomado el poder todos los periódicos colombianos saludaron a Rojas como al
salvador de la patria y Segundo Libertador.

El, entonces, se procuró un
escenario que lo relacionara con Simón Bolívar, tarea que ejecutó el antioqueño
–abogado UPB- Jorge Luis Arango, director de la Oficina de Información y
Propaganda del Estado (Odipe), creada en 1952 por Urdaneta (gobierno de Gómez),
que dependía del presidente, pero, en la dictadura, bajo la lupa del
mingobierno Lucio Pabón Núñez.

La luna de miel no duró; el Segundo Libertador
no dejó estrenar la libertad. A las dos semanas, el “Goebbels” de Odipe, sin
mediar crítica ni nada, “instruyó” a todos los directores de diarios para que
ninguna información ni opinión saliera al público si antes no pasaba por Odipe
en la noche-madrugada
. A los tres meses, organizó el segundo congreso de
censores para alinderarlos. Según Enrique Santos, citado por Donadio y Galvis,
el perfil de procedencia de los censores era: “poetas, periodistas,
desempleados de variadas ramas, cabos y sargentos del ejército. En síntesis,
cualquiera podía ser censor siempre y cuando contara con la aprobación de la
Odipe” (El Jefe Supremo. Silvia Galvis y Alberto Donadio. Hombre Nuevo
Editores. Medellín. 2002). En 1955, Arango contrató como asesor a Karl von
Merk, exsecretario de Josef Goebbels.
La Odipe no escatimó recursos para publicitar
no sólo las obras ejecutadas por el gobierno sino –ante todo- para crear y
difundir la imagen del prócer Jefe Supremo. Es imposible cuantificar el costo
de esta campaña en 4 años de gobierno: radio, cine, prensa, TV y hasta en los
buses con carteles, afiches, fotografías, almanaques, vidrios para exhibirlos
antes y después de cada una de las tres funciones diarias, conmemoraciones cada
13 de junio y todo lo que se les ocurría
. El dinero salía de la bonanza
cafetera. Arango –o sea, Rojas- comenzó a multar o cerrar cuanto periódico se
atreviera a hacer alguna observación que se apartara del adulo y creó uno del
gobierno de circulación nacional: El Diario de Colombia, que primero lo dirigió
Alzate Avendaño y luego Samuel Moreno Díaz (padre de los no menos conspicuos
Samuel e Iván Moreno Rojas) y el Diario Oficial, que lo convirtió de su
gobierno, cuya compra era obligatoria a todo funcionario público y descontado de
su sueldo, si era igual o mayor de $750.
Amordazada la prensa y de la mano del
ejército, vino el carnaval de los excesos. Según Galvis y Donadio: el “Relato
de un náufrago”, narrado por Gabo; la venta que hizo La Nena Rojas (luego
Capitana del Pueblo) –María Eugenia- de unos juguetes que el gobierno de su
padre había comprado fuera del país, sin impuestos, para los niños pobres;
contrabando de café de Samuel Moreno Díaz; masacres campesinas como en
Villarrica y Cunday y de estudiantes, 1954, en Bogotá; excesos de poder y
fuerza como en el caso de la Plaza de Toros con María Eugenia y Samuel Moreno
Díaz, su esposo
; comisiones que cobraba el yerno de Rojas, pero que eran para
su suegro, con un porcentaje para él; persecuciones a los protestantes porque
eran comunistas, según Rojas, etc. etc. Nada de esto era repulsivo a quienes lo
habían subido y sostenido, porque repartía la “mermelada”. Aun quienes habían
“servido a la patria” en el gobierno Gómez, no se inmutaron para ofrecerse, con
mayor o menor rango, en el del Jefe Supremo. Lo importante era que la mermelada
alcanzara. Y casi.
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