Comenzó el período de cuaresma

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Con la
celebración del “Miércoles de Ceniza” comenzó el período de cuaresma
en la
parroquia Nuestra Señora del Rosario de Sandoná.

Los presbíteros
José Bernardo López, párroco de Sandoná, y Ricardo Hidalgo, vicario parroquial,
celebraron tres eucaristías en la Basílica Nuestra Señora del Rosario
 a las 6 y 10 de la mañana y a las 6 de la tarde, al
término de las cuales impusieron la ceniza a los asistentes.
Los catequistas
de igual manera colaboraron con la imposición de la ceniza
a las personas que
se acercaron al templo parroquial, ubicada en el centro de
la ciudad.
En las homilías
los sacerdotes hicieron reflexiones sobre el período de cuaresma y las
conductas que debemos observar los católicos.
La página de
internet www.aciprensa.com este
miércoles 1º de marzo realizó la siguiente publicación: “Con motivo del inicio
de la Cuaresma, el Papa Francisco dedicó la Audiencia General del miércoles a
explicar su significado
y recordar el paso del pueblo de Israel por el desierto
antes de llegar a la Tierra prometida.”
“La Cuaresma
vive de esta dinámica: Cristo nos precede con su éxodo, y nosotros atravesamos
el desierto gracias a Él y detrás de Él
. Él es tentado por nosotros, y ha
vencido al Tentador por nosotros, pero también nosotros debemos con Él afrontar
las tentaciones y superarlas”, explicó durante la catequesis.
A continuación,
la catequesis completa del Papa:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este día,
Miércoles de Ceniza, entramos en el Tiempo litúrgico de la Cuaresma. Y ya que
estamos desarrollando el ciclo de catequesis sobre la esperanza cristiana, hoy
quisiera presentarles la Cuaresma como camino de esperanza
.
De hecho, esta
perspectiva se hace enseguida evidente si pensamos que la Cuaresma ha sido
instituida en la Iglesia como tiempo de preparación para la Pascua
, y por lo
tanto, todo el sentido de este periodo de cuarenta días es iluminado por el
misterio pascual hacia el cual está orientado. Podemos imaginar al Señor
Resucitado que nos llama a salir de nuestras tinieblas, y nosotros nos ponemos
en camino hacia Él, que es la Luz. Y la Cuaresma es un camino hacia Jesús
Resucitado. La Cuaresma es un periodo de penitencia, también de mortificación,
pero no un fin en sí mismo, sino finalizado a hacernos resurgir con Cristo, a
renovar nuestra identidad bautismal, es decir, a renacer nuevamente “desde lo
alto”, desde el amor de Dios (Cfr. Jn 3,3). Por esto es que la Cuaresma es, por
su naturaleza, tiempo de esperanza.
Para comprender
mejor que cosa significa esto, debemos referirnos a la experiencia fundamental
del éxodo de los Israelitas de Egipto, narrada en la Biblia en el libro que
lleva este nombre: Éxodo. El punto de partida es la condición de esclavitud en
Egipto, la opresión, los trabajos forzados. Pero el Señor no se ha olvidado de
su pueblo y de su promesa: llama a Moisés y, con brazo poderoso, hace salir a
los Israelitas de Egipto y los guía a través del desierto hacia la Tierra de la
libertad. Durante este camino de la esclavitud a la libertad, el Señor da a los
Israelitas la ley, para educarlos en el amor a Él, el único Señor, y para
amarse entre ellos como hermanos
. La Escritura muestra que el éxodo es largo y
fatigoso: simbólicamente dura 40 años, es decir, el tiempo de vida de una
generación. Una generación que, ante las pruebas del camino, es siempre tentada
a añorar Egipto y volver atrás. También todos nosotros conocemos la tentación
de regresar atrás, todos. Pero el Señor permanece fiel y esta pobre gente,
guiada por Moisés, llega a la Tierra prometida. Todo este camino es realizado
en la esperanza: la esperanza de alcanzar la Tierra, y justamente en este
sentido es un “éxodo”, una salida de la esclavitud a la libertad. Y estos 40
días son también para todos nosotros una salida de la esclavitud del pecado a
la libertad, al encuentro del Cristo Resucitado. Cada paso, cada fatiga, cada
prueba, cada caída y cada salida, todo tiene sentido solo dentro del designio
de salvación de Dios, que quiere para su pueblo la vida y no la muerte, la
alegría y no el dolor.
La Pascua de
Jesús es su éxodo, con el cual Él nos ha abierto la vía para alcanzar la vida
plena, eterna y gozosa. Para abrir esta vía, este camino, Jesús ha debido
despojarse de su gloria, humillarse, hacerse obediente hasta la muerte y la
muerte de cruz
. Abrirnos el camino a la vida eterna le ha costado toda su
sangre, y gracias a Él nosotros somos salvados de la esclavitud del pecado.
Pero esto no quiere decir que Él ha hecho todo y nosotros no debemos hacer
nada, que Él ha pasado por medio de la cruz y nosotros “vamos al paraíso en un
carruaje”. No, no quiere decir esto. No es así. Nuestra salvación es
ciertamente un don suyo, pero, como es una historia de amor, requiere nuestro
“si” y nuestra participación en su amor, como nos demuestra nuestra Madre María
y después de ella todos los santos.
La Cuaresma
vive de esta dinámica: Cristo nos precede con su éxodo, y nosotros atravesamos
el desierto gracias a Él y detrás de Él. Él es tentado por nosotros, y ha
vencido al Tentador por nosotros, pero también nosotros debemos con Él afrontar
las tentaciones y superarlas
. Él nos dona el agua viva de su Espíritu, y a
nosotros corresponde tomar de su fuente y beber, en los Sacramentos, en la
oración, en la adoración; Él es la luz que vence las tinieblas, y a nosotros se
nos pide alimentar la pequeña llama que nos ha sido confiada el día de nuestro
Bautismo.
En este sentido
la Cuaresma es «signo sacramental de nuestra conversión» (Misal Romano, Oración
colecta I Dom. de Cuaresma), quien realiza el camino de la Cuaresma esta
siempre en el camino de la conversión
. Es un signo sacramental de nuestro
camino de la esclavitud a la libertad, siempre por renovar. Un camino
ciertamente difícil, como es justo que sea, porque el amor es arduo, pero es un
camino lleno de esperanza. Es más, diría además: el éxodo cuaresmal es el
camino en el cual la esperanza misma se forma. La fatiga de atravesar el
desierto – todas las pruebas, las tentaciones, las ilusiones, las visiones… –
todo esto vale para forjar una esperanza fuerte, sólida, en el modelo de la
Virgen María, que en medio a las tinieblas de la pasión y de la muerte de su
Hijo continuó creyendo y esperando en su resurrección, en la victoria del amor
de Dios.
Con el corazón
abierto a este horizonte, entramos hoy en la Cuaresma. Sintiéndonos parte del
pueblo santo de Dios, iniciamos con alegría hoy este camino de esperanza
.
Gracias.

Así mismo la
página de internet www.gecoas.com explica
el origen de la costumbre:
Antiguamente
los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza
cuando hacían algún sacrificio como
signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.
En los primeros
siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la reconciliación
el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza
y se presentaban ante la comunidad
vestidos con un “hábito penitencial”. Esto representaba su voluntad
de convertirse.
En el año 384
d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos
y
desde el siglo XI, la Iglesia acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40
días de penitencia y conversión.
Las cenizas que
se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos de año
anterior
. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a
nada.
También, fue
usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo
la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno.
La imposición
de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir
y que
nuestro cuerpo se va a convertir en polvo.
Nos enseña que
todo lo material que tengamos aquí se acaba
. En cambio, todo el bien que
tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de
nuestra  vida, sólo nos llevaremos
aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.
Cuando el
sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de
querer tener amistad con Dios
. La ceniza se impone a los niños y a los adultos.

Author: Admin

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