Por Silvio Castillo Ortega
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Cuando la fragilidad del ser humano lo hacer caer, las personas que buscan protagonismo, se aprovechan para hacerse notar.
Unas se refieren con nostalgia. Otras, con una actitud prepotente, parecen alegrarse por lo ocurrido, y frente a un medio de comunicación se emocionan y hasta se enrojecen criticando el suceso. Nos consideramos perfectos; además, ninguno tenemos la razón ni el derecho para que con sus críticas negativas destruyamos a los demás, creyendo que a nuestra familia o a nosotros, eso nunca nos puede pasar, y nunca vamos a caer.
Qué fácil es criticar y destruir. Pero que difícil ayudar enviándole mensajes, ofreciéndole acompañamiento, orientación, apoyo, confianza; con humildad y respeto, como lo hacen los verdaderos amigos, quienes, en el momento oportuno, hubiesen podido hacerle consciente del perjuicio que su comportamiento le estaba ocasionando.
Hoy me refiero al caso de James Rodríguez. Ninguno como él ha recibido tantos elogios y reconocimientos en el escenario del fútbol mundial. A él y a sus compañeros de selección, nuestras gracias por tantas emociones que nos depararon en esos días de luz, cuando resplandecían los triunfos y las satisfacciones. Pero no todo el tiempo es de claridad y de caminos despejados. También en nuestra vida hay períodos de oscuridad y de tropiezos; y cuando estos nos abruman, los “ídolos se caen”.
Pero nadie, nadie le tendió la mano para ayudarlo. Los directivos con su indiferencia y el grupo de apoyo de la selección, también le dieron la espalda y le cerraron la puerta, inclusive dándole en la cara.
El seleccionador pensó que no lo necesitaría y por eso no le dio la oportunidad para que el ambiente del grupo y de patria, le hubiese servido como la mejor terapia para haber iniciado oportunamente el proceso de recuperación integral.
Posiblemente hoy, ya estuviese aportándole al grupo sus capacidades, obligándoles a los demás a replantear sus esquemas tácticos, puesto que solo su presencia así lo ameritaba. Ya era una ventaja. Le deseo muchos éxitos en su vida profesional.
Las piedras en las que tropezamos
Por su inexperiencia muchos de esos ídolos fácilmente abandonaron a sus parejas, que realmente los querían cuando eran jóvenes y no tenían nada. Las nuevas parejas, algunas dicen quererlos; la realidad, no es a ellos, si no a lo que tienen.
La falta de identidad, autenticidad y autoestima, hicieron que su atención y concentración en sus desempeños se desviaran a preocuparse por “adornar” su cuerpo externo con prácticas u bjetos, o a consumir sustancias perjudiciales para su “ser”, pero en ningún momento, nada de eso mejora su rendimiento.
Quizá su formación personal, también fue insuficiente para haber enfrentado con acierto el vendaval de la vida. Estos aspectos deben tenerlos claros y definidos para disfrutar de una estabilidad socioeconómica satisfactoriamente.
Crecimiento personal
En el aspecto espiritual, sugiero con todo respeto, a quienes corresponda, ayudar a quienes tienen dificultades, orientándolos a reconstruir su vida que les depare felicidad, paz, amor y prosperidad, con fe y esperanza en Dios.
Inculcar para que los cimientos y los fundamentos de sus quehaceres sean la honestidad, el amor y el servicio, los valores, el trabajo, la realización de proyectos constructivos, la educación. Así, con la voluntad y el aporte de todos, contribuiríamos a convertir a nuestros ídolos en líderes de nuestra comunidad y nuestra profesión, y en especial de nuestra familia, creando ambientes de crecimiento y de paz, para disfrutar de una convivencia feliz.
Esto aplica para todas las Instituciones Educativas, empresas e instituciones, donde se relacionan directivos con los trabajadores o estudiantes en conflicto.
Los clubes y las federaciones de todos los países deben diseñar y desarrollar masivamente programas de formación deportiva y desarrollo personal, en especial con los niños y jóvenes que no tienen acceso a escuelas o instituciones encargadas de brindar una formación integral.
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