Doña Emérita, entre libros y residuos

Pablo Emilio Obando, columnista
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Por Pablo Emilio Obando Acosta
peobando@gmail.com

Tomamos del portal PASTO NOTICIAS una nota que consideramos debe ser conocida y difundida entre los amigos y cultores del arte de la palabra. Su llamado nos permite realizar una serie de consideraciones en torno al papel de nuestros artistas, escritores, poetas y literatos.

Igualmente, formulamos un respetuoso llamado a nuestras autoridades culturales para que se busque la manera de atender debidamente a personajes como doña EMÉRITA, que de acuerdo a lo denunciado, se consagró como una declamadora, poetisa y escritora. Hoy se la mira en las cales de Pasto, reciclando material y expuesta a todos los rigores del clima, la soledad y la desprotección social.

Esta nota, por su sensibilidad y crudeza, nos invita a una jornada de solidaridad y trabajo social y comunitario con un ser que tuvo la grandeza de hacer de la palabra su único refugio seguro y hospitalario. Comparto con ustedes su clamor:

“Doña Emérita: la voz silenciada entre las luces del carnaval. En medio del bullicio y el esplendor del Carnaval de Negros y Blancos, donde las calles se llenan de colores, danzas y alegría, transita silenciosa Doña Emérita. Carga no solo las latas que recoge para sobrevivir, sino también el peso de la indiferencia. Ella, quien alguna vez fue una escritora prolífica, una voz que plasmó en palabras las historias y emociones de su pueblo, ahora camina olvidada por las mismas instituciones que proclaman preservar la cultura.


Las manos que antes acariciaban papeles con tinta y sueños ahora buscan entre el polvo y los desechos. Sus letras, que alguna vez resonaron con la fuerza de la verdad y la identidad, han sido relegadas al olvido por una sociedad que celebra lo efímero y descuida lo esencial.

Doña Emérita no necesita lástima; necesita reconocimiento. Ella representa a tantos artistas y creadores que, después de entregar su vida al arte, se ven arrinconados por el tiempo y la desmemoria. Su historia nos invita a reflexionar sobre nuestras prioridades: ¿es suficiente enaltecer la cultura en los escenarios si olvidamos a quienes la forjan desde el anonimato?

En este carnaval, donde celebramos nuestras raíces, vale la pena detenerse un momento y mirar más allá de las luces. Ahí está Doña Emérita, un recordatorio viviente de que la cultura no solo se festeja; también se cuida, se honra y se protege. Porque, al final, ¿qué somos sin nuestras historias y quienes las narran?”.

Igualmente, encontramos, gracias a los aportes de las redes sociales, un sensible video de doña EMÉRITA en el cual declama un sentido poema en homenaje a la POLICÍA NACIONAL. Encontramos una nota de esta benemérita institución en la cual se nos permite conocer sus nombres y apellidos: JESÚS EMÉRITA PORTILLA. Entre grandes reconocimientos y elogios se destaca su participación y su excelsa elocuencia que resalta la labor de los integrantes de la Policía Nacional.

Hoy doña EMÉRITA deambula por las calles de Pasto buscando su sustento, cargando ese abandono de una sociedad que desconoce el profundo valor de una vida consagrada al arte y la cultura. Vive de lo poco que logra conseguir como recicladora y que a duras penas le permite sobrevivir.

Indica un cibernauta que doña EMÉRITA vive en las Torres de San Sebastián de la ciudad de Pasto. Lugar al cual se puede dirigir para expresar su solidaridad con esta humilde mujer que a su avanzada edad aún debe trabajar en actividades duras y que exigen más de lo que su humanidad puede dar.

Bien lo afirma el portal de PASTO NOTICIAS, “Doña EMÉRITA no necesita lástima; necesita reconocimiento”. Y un poco de paz para su alma adolorida y sus manos cansadas y extenuadas de hurgar entre la basura en busca de latas o cartón que le permitan obtener unos esquivos pesos para su subsistencia diaria. Ella, ciertamente, representa a muchos artistas de nuestra región, que terminan en total abandono y en una situación de absoluta precariedad.

No es suficiente enaltecer la cultura en los escenarios, se hace necesario crear políticas culturales que permitan a personajes como doña EMÉRITA un reconocimiento a su labor en pro del bienestar emocional de una población que aplaude al artista, pero que abandona al hombre. Muchas veces esas utopías terminan en esas tragedias personales, por cuanto su filantropía las aleja de esos espacios en los cuales se define la suerte económica de los pueblos.

El artista es, en esencia, la conciencia de los hombres y los pueblos, la memoria de todo aquello que forjaron nuestros mayores y la exacta medida de aquello que somos como sociedad. Se requiere una nueva mirada hacia nuestros artistas y su encomiable labor, por cuanto ellos desarrollan una labor que nos permite esa alegría y esa sonrisa tan necesarias para sobrellevar la carga indolente de los días.

Un artista, un escritor, un músico o un poeta construyen tejido social, forjan encuentros, labran destinos, trazan mundos y despiertan emociones. En consecuencia, son vitales para el desarrollo de la vida en todas sus expresiones y manifestaciones.

El caso de doña EMÉRITA nos permite acercarnos a la realidad de muchos cultores de la palabra. La cultura no puede continuar siendo ese espacio en el cual se reflejan toda nuestras miserias humanas; por el contrario, debe constituirse en ese oasis en el cual se recrea el alma y el intelecto. Y como tal, debidamente retribuido por la sociedad.

Esperamos que nuestras autoridades en materia cultural promuevan espacios de reflexión y se trabaje en la cristalización de políticas municipales que promuevan una protección integral del artista, especialmente de aquellos que debido a su avanzada edad ya no cuentan con la posibilidad de generar sus propios ingresos.

Nuestra solidaridad con doña EMÉRITA, poetisa, declamadora, cultura artística y sanadora de almas. Que su palabra sea semilla de una nueva sociedad en la que el arte ocupe el escenario de respeto y valor que le corresponde.


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