El rastro de Nairo Quintana

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Por María Fernanda Cruz
Tomado de Revista Sole
www.revistasole.com
La misa de hoy es al aire libre frente a la
gruta de la homenajeada, la Virgen del Carmen. De los casi 13.000 habitantes
que viven en Cómbita, municipio boyacense, cientos de ellos están encaramados
en la loma que se alza frente a la estatuilla de la Virgen
. Otros más se
esparcen por las calles sin sillas, debajo del sol incandescente de las 10:30
a. m. que no calienta más allá de los 16 grados centígrados. El padre César
Augusto lee el Evangelio de hoy, domingo 28 de julio, que cuenta la historia de
Abraham abogando por Sodoma y Gomorra frente a Dios. “Si encontraras allí
a 30 inocentes, ¿perdonarías a tu pueblo, Señor?”.

No ha terminado Dios de responder cuando
algunas mejillas enrojecidas comienzan a deslizarse calle abajo, donde está el
camión que vende la cerveza. La cerveza que los devotos consumen mientras
escuchan cómo Dios perdonará al pueblo, siempre que encuentre allí a 30
inocentes.
Como su padre, la Virgen del Carmen también
sabrá perdonar que Cómbita la alabe a punta de litros de cerveza tibia, incluso
mientras transcurre la homilía. Sabrá ella que el pueblo que hoy la ensalza
está de doble fiesta: una por ella y otra por Nairo Quintana, el primer
colombiano en ser subcampeón del Tour de Francia
, nacido en esta tierra y que
hoy se corona campeón del Natour Critérium en Bélgica.
Su profesora, Mercedes Mayuza, me mostrará una
escultura hecha en arcilla en la que el muchacho se representó a sí mismo como
un ciclista del futuro, con una calle llena de obstáculos
, y me narrará cómo el
niño llegaba raspado y golpeado por no usar casco ni rodilleras.
Nairo no está aquí, en Cómbita. Está allá, en
Ninove de Bélgica, a 9.000 kilómetros de distancia de esta calle, de esta misa,
de este pueblo. Sin embargo, como si supiera, imita la conducta de sus
paisanos: se encarama en su propia loma, un podio forrado de marcas
patrocinadoras y rubios de más de dos metros y le da gracias a Dios y a la
Virgen
en un pequeño discurso al que poca gente parece prestarle atención.
Allá, a Nairo le regalan un ramo de flores.
Acá, los combitenses le regalan sus flores a la Virgen. Allá, Nairo recibe una
botella de champagne. Acá, sus paisanos se sacan de la ruana una botellita de
guarapo.
En Ninove hay cámaras y luces. En Cómbita hay
páramo y sol. 
Allá, la postal de Nairo es en vivo y tiene
movimiento. Acá es su fotografía impresa sobre un cartel largo que adorna la
tapa de un Renault modelo 85 o las ventanas de las casas de sus amigos, o las
paredes saturadas de los supermercados, o la repisa sobre el escritorio del
alcalde Giovanni Díaz.
Allá, Nairo aplaudido. Aquí, Nairo esperado.
***
Vine a Cómbita sabiendo del ciclista lo que
han publicado los diarios desde el 2010, cuando ganó el tour de l’Avenir: que
nació pobre en una pequeña vereda llamada San Rafael, que a los seis meses le
dio una diarrea matadora y sobrevivió a punta de agüizotes y plantas naturales,
que también creció pobre
. Que fue esa pobreza la que lo arrinconó contra una
bicicleta medio destartalada para que pudiera ir a estudiar a un buen colegio
en Arcabuco, el Alejandro Humboldt, a 18 kilómetros de su casa.
Que le dio a Colombia una de las alegrías más
grandes de un 20 de julio desde el grito de la independencia, al ganar la
vigésima etapa del tour de Francia.
“Nairo será el que haga que ya la gente
deje de hablar de Cómbita como si fuera solo una cárcel y pase a ser el lugar
donde nació el campeón”, me dijo hace un rato Alcides Agüero, uno de los
pobladores más viejos del municipio.
Que en su presencia, la palabra promesa puede
ser mencionada un millón de veces. La promesa del ciclismo, la promesa del
deporte, la promesa de la prosperidad. Que al presidente Santos también le
gusta esa palabra y la usó para ofrecer casa y pensión a don Luis, quien ya
tiene 14 operaciones en sus caderas atrofiadas; y un centro de alto rendimiento
para los deportistas combitenses. Que de esas promesas solo se ha cumplido la
de la casa, ubicada en Tunja para cuando Nairo viene.
Sabré, más adelante, que a Nairo le gustaban
las manualidades. Su profesora, Mercedes Mayuza, me mostrará una escultura
hecha en arcilla en la que el muchacho se representó a sí mismo como un
ciclista del futuro
, con una calle llena de obstáculos, y me narrará cómo el
niño llegaba raspado y golpeado por no usar casco ni rodilleras.
Me dirá la profesora Teresa Salazar, de la
Institución Integrada Educativa Cómbita Sede San Rafael, donde estudió Nairo,
que el niño era callado y tímido, pero que se sabía de memoria una poesía que
nunca se cansaba de recitar. Me explicará también que no quiere revelar el
nombre de la poesía porque aquí a la gente le gusta poner apodos, y después le
ponen el sobrenombre al ciclista. Me contarán los pequeños alumnos de Teresa
que ellos quieren ser ciclistas. Me dirá Valentina Hernández, atisbando con la
mirada a su compañero de al lado “que es un ejemplo para los niños que
juegan videojuegos y ven tele pa’ que agarren la cicla pa’ entrenar”
.
Sabré que la familia de Nairo apadrina a tres
niños para que sean ciclistas y que ellos entrenan de 40 a 60 kilómetros
diarios para ser alguien en la vida, para ser alguien como Nairo.
Naironman, bromearán después.
***
Fue el lunes 4 de abril de 2005 cuando Nairo
ganaría la primera carrera pagada de su vida
, sin zapatillas, con una franela
llena de huecos y una cicla de 300.000
Cómbita es un páramo sin muchos contrastes.
Alrededor, las montañas son solo piedras peladas con apenas vegetación,
potreros de vacas perfectas y neblinas que se acumulan en las fronteras
. En el
centro hay iglesia, casa cural, plaza, parque, cancha de tejo (el deporte
nacional de Colombia). Un bar, otro bar, otro bar más. Cualquier tienda vende
cerveza. Asaderos, tiendas de guarapo, casas de ladrillo, potreros entreverados
con ovejas rebeldes.
La gente no es miserable pero hay veredas muy
pobres, como la de San Rafael, donde viven los padres de Nairo. “Ahí la
mayoría de la gente vive en casas de un cuarto en donde lo mismo cocinan que
duermen
. Y no hay plata para arreglarlas”, dice el personero de la
municipalidad, Edwin García.
Hace unas horas, Edwin estuvo en la casa de
Eloísa junto con el alcalde, un arquitecto y un maestro de obras. Hicieron
evaluaciones de mejora de la construcción: “Este piso hay que cambiarlo,
esta pared no tiene soporte, hay que ponerle ventanas y una puerta al baño,
pongámosle un kiosquito más bonito aquí al frente a los viejitos”. La casa
de Eloísa tiene el mismo baño sin puertas ni ventanas, los mismos huecos en las
paredes de adobe de siete décadas
y las mismas tejas de segunda que tenía hace
tres años, cuando los periodistas comenzaron a entrar en la intimidad de la
familia Quintana Rojas.
Según el alcalde Giovanni y el personero
Edwin, su visita tiene que ver con un programa de mejoras estructurales para
todas las casas, un dinero que viene de la gobernación de Boyacá y que no tiene
nada que ver con Nairo. “Aunque claro que la coyuntura ayuda”. 
Ahora, sentados en su oficina de ventanas y
puertas cerradas, Edwin se queja conmigo de las promesas sin cumplir del
gobierno de Juan Manuel Santos con respecto a Boyacá y a Cómbita. “Somos
un departamento olvidado por el Gobierno”, dice. “A usted cuando le
dijeron que viniera a Cómbita estoy seguro de que pensó en la cárcel de máxima
seguridad, porque solo eso piensan de nosotros”.
La cárcel de máxima seguridad es un problema
fantasma que afecta la imagen del pueblo y de sus habitantes, pero que tiene
pocas consecuencias palpables sobre la población combitense
. “Nairo será
el que haga que ya la gente deje de hablar de Cómbita como si fuera solo una
cárcel y pase a ser el lugar donde nació el campeón”, me dijo hace un rato
Alcides Agüero, uno de los pobladores más viejos del municipio. “Hay que
aprovechar la coyuntura para que nos presten atención de la gobernación y le
quiten el nombre de Cómbita a la cárcel. Ya la ministra se comprometió”,
dijo también Sigisfredo Piña, concejal y dueño del bar Las Palmeras, donde la
gente toma cerveza desde las siete de la mañana hasta las ocho de la noche.
El campeón, en Cómbita, es una coyuntura.
***
La primera vez que alguien apostó por las piernas
del ciclista, lo hizo en medio de una borrachera. Fue en marzo del 2005, cuando
Belarmino Ruiz, hoy su padrino deportivo, se encontró con Juan Pistolas Guzmán,
dueño de un supermercado de Arcabuco, en uno de los bares cincuentones del
pueblo.
– Es que mi hijo John es muy verraco pa’l
ciclismo, decía Juan Pistolas.
– No, no. A ese chino suyo, mi amigo Nairo le
da en la jeta. Le gana porque le gana, decía Belarmino, que para entonces tenía
50 años y unos 50.000 pesos bailándole en la bolsa
.
Ambos ciclistas correrían 50 kilómetros desde
el parque hasta el Alto del Sote, allá donde se acaba la loma de Arcabuco y
empieza Tunja y de vuelta hasta el manantial de Barula.
Fue el lunes 4 de abril de ese año cuando
Nairo ganaría la primera carrera pagada de su vida -sin zapatillas, con una
franela llena de huecos y una cicla de 300.000- contra John, quien llevaba
uniforme de licra, zapatillas brillantes y cicla de 800.000. Los muchachos se
enrumbaron hacia la pista seguidos por un carro con los dos apostadores. En los
primeros minutos, Belarmino pensó que el desafío había sido un error: “A
este chino me lo van a volver nada”. Cuatro kilómetros después, Nairo se
disparó. Lo perdieron de vista. Dejó botado a John, dejó botado al carro
. Lo
volvieron a ver 30 kilómetros después, en la meta. “Mi chino fresco, y el
Juan Pistolas afanado porque el John no aparecía”.
Al primer rival de Nairo -el de los tenis
nuevos, el de la cicla cara- tuvieron que irlo a recoger en carro, en la mitad
de la loma, a siete kilómetros de distancia de la meta fijada. “Venía
muerto. Y no le estoy exagerando”, dice Belarmino.
El viejo vive en las afueras de Arcabuco,
donde se acaba la calle pavimentada y un rótulo indica que por ahí se llega a
Villa de Leiva. Tiene 58 años y los brazos repletos de llagas y calamina. No se
queja, pero dice que está muy enfermo, muy enfermo de su padecimiento renal que
no lo deja orinar solo.
Belarmino tiene los riñones quemados por tanta
borrachera, pero a veces Nairo viene y le deja una platica. Entonces, Belarmino
sabe que por lo menos una borrachera de su vida valió la pena. 
***
Son las diez de la noche del domingo 28 de
julio, estamos a 12 grados y el cantante boyacense Freddy Villareal le dedica
un par de canciones a la homenajeada Virgen del Carmen, con el micrófono en una
mano y la cerveza en la otra. Después de las rancheras, decide darle paso a la
confesión que ha hecho cada combitense con el que he conversado desde que
llegué: cuando Nairo alcanzó la meta, lloré.
Y recuerda ese sábado.
Sábado 20 de julio.
A punto de cambiar el rumbo de la historia del
ciclismo colombiano, la imagen de Nairo Quintana sobre la pantalla gigante
abarrota por dentro y por fuera al supermercado La Villita, medio de
subsistencia de los Quintana Rojas. Las cámaras de RCN están ahí para captar el
momento que a todos nos suelta las lágrimas, la imagen de don Luis en un
temblor gimiendo un “vamos papacito, vamos papacito mío”
.
En Arcabuco y en el centro de Cómbita también
pusieron cámaras y pantallas gigantes para reunir a los pueblos y a los
turistas. La gente se baja de los buses de ruta, los turistas se apiñan para
poder mirar mejor los últimos minutos del tour. Las narraciones del final de la
ruta crispan la piel. Nairo llega a la meta. Es campeón de los puertos de
montaña, líder de los jóvenes, ganador de la vigésima etapa (con once puntos
por encima de Chris Froome, ganador de la vuelta) y subcampeón del centésimo
tour de Francia
.
Sobre el podio, en Francia, Nairo besa
modelos, recibe flores, acepta champaña. En los noticieros, los periodistas no
se explican cómo este moreno de metro sesenta y cuatro rindió tanto y
sorprendió tanto. En Cómbita, mientras tanto, los turistas comen, se hospedan
en cuartos de la comunidad, beben cerveza tibia y miran como Paola Hernández,
la novia del ciclista, cuenta su historia de amor con el deportista actual más
famoso de Colombia, ante las cámaras de los noticieros

En Europa, Nairo es el nuevo descubrimiento de
América Latina. En Cómbita, la ganancia de unos pesos más.

Author: Admin

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