Columna Desde Nod

Por Alejandro García Gómez

pakahuay@gmail.com

Es un círculo vicioso la queja sobre la baja
venta de los libros y la escasa lectura ciudadana, esa que se hace por placer y
no tiene nada que ver con estudios o con obligaciones académicas. Los libros
son caros en Colombia y quizá es una de las razones por las cuales la gente no
lee. Pero también a los libros se les colocan altos costos porque van a
permanecer por años en los anaqueles de las librerías –con los mismos precios-
y los editores prefieren avaluarlos entre 5 y 10 veces su costo (del que sólo
entre el 8 y 10% es para el autor).
No sabemos cómo mide la Cámara Colombiana
del Libro sus índices de lectura. No sabemos qué importancia le dan al préstamo
institucional e interpersonal entre los bibliófilos; a la compra-venta de
libros usados; a la piratería que mueve el dinero del que viven miles de
colombianos desempleados, etc.

Hay una modalidad que en principio se está
usando en Medellín, en algunas instituciones muy serias: la bibliteca de la
Universidad Eafit – la tiene todo el año, pero con mayor intensidad durante dos
o tres días- y Comfenalco la aplica en fechas fijadas por ellos, como por
ejemplo al comienzo de cada año lectivo. Es posible que otras instituciones la
estén haciendo y, por mi desconocimiento, no las registro aquí. En la pasada
Fiesta del libro de Medellín (2013) la practicó también el periódico El
Espectador en su local asignado.

Mi amigo Fernando Palacios Valencia, que
estudia una maestría en la Universidad de Buenos Aires, me refirió que una de
las características de la sociedad argentina, que más lo ha impactado es el
hábito de la lectura, que está muy por encima de cualquier expectativa sobre
nuestro país. Casi todo el mundo anda con su libro debajo del brazo, para
leerlo en cuanto puede. No libros de academia sino de placer. Hay más ejemplos.

Seguirnos quejando cada año, en los días de
feria del libro –de Bogotá, de Medellín, de Pasto, etc.-, de la falta de
lectura es un estribillo al que recurren los periodistas, cada año. Dan
porcentajes, sacan ejemplos de Internet, etc., todo lo que conocemos.

Lo que propongo para la Fiesta del Libro de
Medellín -y para todas las ferias del libro del resto de ciudades- es que desde
cada alcaldía y con apoyo del Ministerio de Cultura se institucionalice el
intercambio de libros usados entre los usuarios lectores, ojo, entre lectores.
¿Cómo hacerlo? Ya cada alcaldía tendrá la imaginación y libertad para hacerlo.
Como sugerencia solamente, propongo que en Medellín les sea consultada u
otorgada esta responsabilidad a las instituciones mencionadas arriba –y a otras
que tengan esta experiencia, acreditada, si las hay-.

Como medida complementaria propongo también
que las bibliotecas públicas del país, por lo menos las principales de cada
ciudad más o menos grande, tengan este servicio, con una previa y adecuada
instrucción a sus funcionarios.

Es posible que en principio esta propuesta
parezca ingenua y poco grata, no sólo a quienes devengan su sustento de la
circulación de los libros, incluida su compra-venta, sino a otras personas en
general. Mi propuesta va más allá de un simple canje de libros usados. Si la
vemos con un poco de detenimiento, busca también ampliar el radio de los
bibliófilos. Sembrar semillas para que sea más gente la que lea, no sólo con
una visión mercantilista, sino, y es lo más importante, formar y acrecentar más
lectores. En una visión a largo plazo, nuestro país ganaría culturalmente y,
por supuesto, las editoriales y las personas que viven de los libros también.
El señor alcalde de Medellín tiene la palabra por medio del encargado en este
2014 de esa ya tradicional Fiesta del libro.

Nota.- Respetuosamente, señor alcalde, ¿quién
es el Secretario de Cultura de Medellín? Estamos para comenzar el cuarto mes
del año y no arrancan varios programas. ¿Falta de presupuesto o de dinamismo
del funcionario, señor alcalde? 25.III.14

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