Glifosato: muerte y desplazamiento

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Por Pablo Emilio Obando Acosta
peobando@gmail.com
 “sabemos
que hay problemas de salud, sabemos incluso que hay muertes; pero para nosotros
es un costo aceptable
. Si para reducir la droga en Estados Unidos es necesario
limpiar la frontera de todos esos bandidos pues hay que continuar con la política establecida, para mí todos esos
campesinos e indígenas de la frontera son iguales, unos bandidos…”
Roger Pardo Moure
Departamento de Defensa Estados Unidos

En Colombia, al igual que en la gran mayoría
de países suramericanos, se cuestiona el uso del glifosato como medida para
erradicar los cultivos ilícitos por los daños causados a la población civil
–campesinos e indígenas-, a los animales, a las plantas, a los cultivos y,
especialmente, a niños. Nariño, Cauca, Chocó, Putumayo y Caquetá,
principalmente, soportan las aspersiones
o lloviznas  aéreas sobre sus
territorios; cientos y miles de campesinos e indígenas se ven obligados a
desplazarse de sus ancestrales posesiones en su intento de proteger su vida y
la de sus familiares
.  En el año 2000 en
el departamento de Nariño el glifosato afecta a la población indígena de
Aponte, asunto que toma visos internacionales debido a los efectos adversos de
este químico sobre  cientos de familias:
“Las aspersiones que se produjeron en octubre/noviembre de 2000, sobre el
resguardo indígena de Aponte – una zona de cerca de ocho mil hectáreas en el
departamento de Nariño, al suroccidente de Colombia – tuvieron una amplia
repercusión internacional debido a lo que se denunció como la posible acción
del químico asperjado sobre la salud de la población local. Según informes, el
ochenta por ciento de los niños del área se enfermaron con úlceras, erupciones
cutáneas, fiebre, diarrea y conjuntivitis. También los adultos se vieron
afectados en su salud, así como los animales de granja. Fuera de eso, como las
fumigaciones no discriminan, la lluvia de glifosato sobre Aponte destruyó no
solamente los cultivos ilícitos de la zona, sino también los cultivos de pan
coger de los campesinos, y numerosas parcelas de sustitución de cultivos del
programa Plante del gobierno colombiano. Otros proyectos de reforestación que
se encontraban en curso, quedaron también arrasados. Lo que puso en contundente
evidencia una vez más la tremenda contradicción que hay entre fumigación y
desarrollo alternativo. Era la primera vez que una amplia denuncia
internacional por los posibles efectos del glifosato revelaba imágenes como
evidencia del impacto de las fumigaciones en la salud” (http://www.tni.org/es/article/las-fumigaciones-en-el-marco-del-plan-colombia).
En el año 2002 (enero),  (Corpoamazonia) la Corporación Regional del
Amazonas consiguió  que se suspendieran
transitoriamente las fumigaciones en la región, a pesar de la fuerte oposición
del ministerio del Medio Ambiente, que consideraba antijurídica la suspensión.
La solicitud de Corpoamazonia se basó en los miles de reclamos de la comunidad
apoyados por el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar),
entidad pública colombiana encargada de ejecutar proyectos en diversas áreas de
la Ciencia. Según un comunicado de Invemar, en Colombia, “…La fumigación
de cultivos ilícitos presenta un trasfondo que va más allá de la simple
erradicación de los cultivos…”, constituyendo un “verdadero
magnicidio contra los ecosistemas”
.  
Pues “Sus observaciones de campo corroboraban la destrucción de matas de
plátanos y maíz, al igual que de extensiones de bosque virgen. Los campesinos
del Putumayo se quejaron también de que el glifosato estaba acabando con las
gallinas y cerdos, que morían envenenados. Corpoamazonia comprobó que se estaba
fumigando indiscriminadamente, pero no se pudo probar que la muerte de esos
animales estuviera relacionada con el uso de este herbicida. Invemar señaló
también que el ministerio del Medio Ambiente había suspendido desde hacía casi
dos años el trabajo de su Comisión Técnica de Verificación de Erradicación de
Cultivos Ilícitos y, aunque ésta volvería a operar, nadie pudo explicar por qué
se desactivó la Comisión”  (http://www.tni.org/es/article/las-fumigaciones-en-el-marco-del-plan-colombia).
No obstante las evidencias, las denuncias, las
demandas y las pruebas irrefutables, el gobierno colombiano prosigue con su
determinación de combatir los cultivos ilícitos con el glifosato. En informes médicos y científicos es cada vez
más notable la incidencia de este agroquímico en enfermedades humanas, en
animales y en cultivos
.  Al respecto
“Estudios de toxicidad revelaron efectos adversos en todas las categorías
estandarizadas de pruebas toxicológicas de laboratorio en la mayoría de las
dosis ensayadas: toxicidad subaguda (lesiones en glándulas salivales),
toxicidad crónica (inflamación gástrica), daños genéticos (en células
sanguíneas humanas), trastornos reproductivos (recuento espermático disminuido
en ratas; aumento de la frecuencia de anomalías espermáticas en conejos), y
carcinogénesis (aumento de la frecuencia de tumores hepáticos en ratas macho y
de cáncer tiroideo en hembras)” (http://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Salud/Toxicologia_del_Glifosato_Riesgos_para_la_salud_humana).
Ecuador y Colombia entran en litigio tras la
aspersión con glifosato en sus zonas limítrofes y los campesinos e indígenas
denuncian ante el gobierno ecuatoriano las atrocidades de este químico sobre su
salud y el daño irreversible en sus cultivos. La población ecuatoriana se ve forzada a desplazarse e inunda las calles
de su país, es entonces cuando “La Consultoría para los Derechos Humanos y el
Desplazamiento, CODHES, en desarrollo del monitoreo del Plan Colombia en la
frontera colombo-ecuatoriana, publicó en octubre de 2003 un informe sobre
fumigaciones, desplazamiento y derechos humanos, en el que se concluye que las
fumigaciones por aspersión aérea han provocado más desplazamiento de población,
ampliado las zonas del conflicto armado, diseminado las plantaciones de coca en
nuevas regiones y vulnerado el derecho a la alimentación de las comunidades. El
estudio hace un análisis comparativo en lo relacionado con el número de
hectáreas cultivadas, fumigadas, efectos del Plan Colombia, desplazamiento
forzado y solicitud de refugio hacia el Ecuador”. Al final de este litigio
internacional entre dos países hermanos Colombia, con intervención directa de
la Corte Internacional de Justicia (CIJ), es sancionada a “Entregar a Ecuador una contribución económica equivalente a 15 millones
de dólares, la cual estará orientada al desarrollo social y económico en las
áreas de frontera particularmente Esmeraldas y Sucumbíos. La suma deberá ser
desembolsada a más tardar el 9 de diciembre de 2013
”.
En el desarrollo de esta demanda internacional
una comisión se dirige a los Estados
Unidos y visita a Roger Pardo Moure en el Departamento de Defensa de ese país y
se sorprenden al escuchar su pronunciamiento salido de tono y ofensivo contra
las poblaciones indígenas y campesinas: “sabemos que hay problemas de salud,
sabemos incluso que hay muertes; pero para nosotros es un costo aceptable. Si
para reducir la droga en Estados Unidos es necesario limpiar la frontera de
todos esos bandidos  pues hay que
continuar con la política establecida, para mí todos esos campesinos e
indígenas de la frontera son iguales, unos bandidos…”.  Declaración que permite entrever el
pensamiento norteamericano sobre los latinoamericanos; poco les importa el
desplazamiento, la muerte, las enfermedades, la destrucción de tierras y
cultivos, el llanto de los niños, el sufrimiento de miles y millones de seres
cuyo único delito es ser indígena o campesino

El trasfondo o telón de estos desplazamientos y su aparente lucha contra
el narcotráfico es la liberación de tierras para propósitos utilitaristas y
empresariales.  Los daños ecológicos,
humanos y animales son simplemente la máscara que asusta para justificar la
apropiación ilegal de cientos y de miles de extensiones de tierra.
Monsanto, la multinacional productora del
glifosato, tiene tentáculos en muchas naciones del mundo. Algunos especialistas
y científicos, acallados o encarcelados, comparan al glifosato con el DDT o con
el agente naranja utilizado por los norteamericanos en la guerra de
Vietnam. Tal vez estemos frente a una
guerra de idénticas características y proporciones, con tácticas y estrategias
diferentes, pero con idénticas intenciones: desplazamiento de población y
apropiación ilegal de tierras y recursos naturales.  La guerra no es contra el narcotráfico sino
contra una población civil que no tiene otras armas que sus manos trabajadoras
y honradas
. Ya no hacen falta bombas, agentes naranja o aviones de guerra, el
asunto simplemente es de aspersiones y complicidad de los gobiernos de turno
que permiten la masacre de su población civil. Los grandes recursos económicos
que Estados Unidos brinda a los estados que permiten el uso del glifosato se
constituyen en adelantos sobre las tierras “expropiadas” por el abandono de sus
pobladores.
Inexplicablemente en Colombia, país aliado de
Estados Unidos, se anuncia la suspensión de las aspersiones con glifosato.  ¿Qué puede ocultar este anuncio? Quizá la
segunda (o tercera) fase de una estrategia de guerra que primero desplaza y
luego ocupa. Seguramente nos venderán la idea de la recuperación de las tierras
asperjadas mediante intervenciones empresariales que contarán con el apoyo
irrestricto de los Estados Unidos. Tierras, agua, animales, vegetación,
plantas, recursos mineros y petroleros engrosarán el PIB de Norte América. Mientras tanto nuestros campesinos e
indígenas recibirán miserias o, a lo sumo, terminarán como obreros y asalariados de las multinacionales gringas y
europeas
. Peones en su propia tierra,
jornaleros de hambre, fichas de la generosidad empresarial de Monsanto que una
vez cumplida su misión de guerra iniciará la tercera (¿o cuarta?) fase de
silenciamiento y legalización de sus nuevas propiedades en las cuales los
legítimos herederos serán declarados terroristas y   desaparecidos de la faz de la tierra.  Así Fue en Vietnam, por lo menos así quiso
serlo;  y lo que sembraron con el DDT hoy
lo cobran con creces las multinacionales farmacéuticas que pretenden aliviarnos
de los males que sembraron en nuestra memoria genética. ¡!!Generosidad
norteamericana, imbecilidad  latina!!!

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pertenecen exclusivamente a los autores que ocupan los espacios destinados a
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