La basura tecnológica, un riesgo latente

Aníbal Arévalo Rosero, columnista
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Ecosofía
Por Aníbal Arévalo Rosero
nautilus2222@gmail.com

En nuestro medio es común oír hablar de los residuos orgánicos que se producen en el hogar, del reciclaje del papel en colegios y universidades y en oficinas, de la disposición de los escombros, pero casi no se menciona acerca del destino que tiene la basura tecnológica. Y de verdad que estamos frente a una seria amenaza, por cuanto estos producen unos desechos tóxicos de altísima peligrosidad para la vida en el planeta. Todos producimos, en mayor o menor medida, este tipo de basura; por eso, tenemos nuestra cuota de responsabilidad.

Según la Superintendencia de Industria y Comercio, en el país la penetración de la telefonía móvil se acerca cada vez más al 100%. En Colombia se calcula que hay 52 millones de habitantes y la entidad estima que en Colombia hay más de 85 millones de líneas de telefonía móvil. Cabe aclarar que muchas personas usan más de una línea celular, lo que significa que todavía muchos colombianos no pueden acceder a un teléfono celular. Debido a la acelerada innovación tecnológica, día a día se están renovando estos equipos que llegan a la obsolescencia aún en buen estado de funcionamiento, lo que trae consigo que sean desechados en cantidades sorprendentes.

Pero no solo se desechan teléfonos celulares, sino también computadores, televisores y electrodomésticos en general. Muchos de estos equipos permanecen arrumados en los hogares o en las oficinas, esperando que se les dé una baja apropiada, que otra persona los pueda continuar utilizando o que puedan ser reciclados de manera apropiada sin producir mayor daño a la salud de las personas o perjuicio al ambiente. El problema es que no hay un tratamiento adecuado en nuestro medio que permita encausar a estos desechos hacia la industria que permita su reutilización como materia prima.

En Estados Unidos, 7.000 millones de toneladas de artefactos salen anualmente de uso buscando dónde morir sin causar daño. Cosa que no resulta fácil, pues algunos de sus componentes –plomo, arsénico, cadmio, mercurio, selenio, cobalto, entre otros– son altamente contaminantes. Esta basura electrónica la exporta a países del tercer mundo, según advertencia de las agencias ambientales, parte de los cuales podrían contaminar a Colombia, si se les permite su ingreso. Ya la Unión Europea, consciente del peligro, prohibió que los productos electrónicos contengan determinadas toxinas.

El cadmio, elemento presente en muchos productos, es capaz de arruinar 600 mil litros de agua con los restos de una sola batería. Greenpeace, una de las mayores organizaciones ecologistas del mundo, ha lanzado una voz de alerta, anunciando que la basura de los nuevos aparatos crea un grave problema global, pues muchos de estos desechos se exportan a países subdesarrollados que no tienen capacidad tecnológica para fabricarlos ni para recibirlos sin peligro.

Lo peor es que casi todo este material está lleno de componentes tóxicos que pueden producir intoxicaciones y enfermedades como el cáncer, por eso la ONU propició en 1989 la Convención de Basilea, reguladora de los residuos tóxicos y peligrosos, cuyo articulado previene el tráfico ilegal de sustancias tóxicas entre diferentes naciones y la disposición adecuada de los residuos tecnológicos, de tal manera que no se ponga en peligro la salud humana ni el ambiente.

El manejo y la disposición final de los residuos tecnológicos no van a la par con la producción e innovación de equipos de informática y telecomunicaciones sin contaminar el medio ambiente. Todo ello ocurre bajo el silencio de nuestras autoridades, que de no asumir de manera responsable el asunto, nos ponen al borde de un colosal basurero tecnológico.


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