La legendaria plaza de mercado

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Mi ventana
Por Ramiro Jesús García
ramigar71@hotmail.com

En un segmento del bambuco “El regreso“, del extinto poeta y compositor caucano, Efraín Orozco, hay una frase hermosa: “…Qué lindo es volver al lugar nativo y poder recordar con los viejos amigos la dulce infancia…”.

En efecto, la lectura imaginaria de hace cuarenta años contrastada con la imagen colorida, populosa y caótica de la actual plaza de mercado de mi pueblo, recreados con los recuerdos prestados y bien contados de mi amigo, Héctor Cabrera Cabrera, permiten realizar una retrospección de la alucinante edad primera vivida alrededor de ese icónico espacio comunitario.

De aquellas calles polvorientas y cálidas del verano, y fangosas y desoladas del invierno diluvial, ya no hay vestigios. La fachada de la galería – llamada así en aquella época- levantada con gruesas paredes y cubierta con techo de teja; los viejos retretes del costado sur y aquel viejo portón de madera lucen ahora maquillados por la pintura y miles de resanes, pero resisten con valentía los estragos del inefable tiempo.

En esa hectárea de superficie incluidas sus construcciones e instalaciones, sí que hay una dilatada lista de acontecimientos y eventos de la más disímil naturaleza.

La primera bofetada de nostalgia se recibe cuando el imaginario rastrea nombres y apodos de paisanos que residían en la colindancia, o que laboraron en algunas dependencias oficiales o privadas establecidas en aquellas vetustas edificaciones.

La imagen, por ejemplo, del profesor Efraín Merino, director de la Escuela No. 1, también conocida como “la de arriba”, que estuvo localizada en alguno de esos espacios. En otro lugar indeterminado se recuerdan las retretas y ensayos nocturnos de alguna de las bandas de músicos de la época.

En la esquina suroccidental funcionaba el viejo taller de ebanistería y carpintería de los hermanos Luis e Isaías Díaz. Igualmente, existió una oficina apéndice de la tesorería municipal, desde donde se recaudaba los impuestos por uso del espacio público de la galería. También hubo un salón destinado a las sesiones del Concejo Municipal, y otro espacio donde funcionaba un pequeño taller para elaborar parte del proceso de una microempresa sombrerera.

Atravesando la calle, por el costado noroccidental, tenían su amplia residencia las simpáticas hermanas Luzmelia, Consuelo y Genoveva Benavides; era el sitio de reuniones sociales del joven jet-set criollo que bailaba música moderna de aquella timorata época; también se celebraban los ruidosos triunfos futbolísticos del equipo del barrio San Francisco. Un poco más arriba de esa misma calle residía Segundo, un chico con ínfulas de torero, a quien llamaban “El Cordobés”, en alusión irónica al espada español. La verdad, jamás vi a Segundo en alguna faena frente a un novillo; lidiaba desde el burladero.

Quizá lo más característico de esa cuadra consistió en la elaboración de juegos pirotécnicos, habilidad dominada por miembros de la familia Castillo. Una aciaga tarde, supongo por error humano, hubo una gran explosión sentida en toda la población. Ignacio, uno de los afectados por el accidente, resultó con graves quemaduras y la pérdida de una mano.

Con el tiempo, esa adversidad, su obstinada vocación, disciplina y talento musical, perfilaron a Ignacio como un trompetista célebre, admirado y reconocido en el medio artístico.

Al sur, el inmenso taller y residencia de mi extinto hermano Juvencio, era el lugar de concentración y charlas técnicas para los futbolistas del glorioso Atlético Sandoná, quizá el club- escuela de fútbol de mayor prestigio local de todos los tiempos.

Imposible sustraerse a la existencia de un dispensario de agua denominado LA PILA, localizado casi en el vértice suroccidental de la plaza de mercado, cuyas imágenes pasada y reciente se anexan en este escrito. Era el agua cristalina sobrante de los baños Las Delicias. Todavía existe la pila, pese al rigor del abandono y desidia ciudadanas.

Al costado occidental existió, durante largo tiempo, la Caja de Crédito Agrario, Industrial y Minero –hoy, Banco Agrario-, única entidad financiera de entonces.

Con mínimas transformaciones constructivas, en esa misma calle permanece de pie y con la fachada original –portales, incluidos-, una casa cuyo primer propietario fue don Ángel Meza, uno de los pioneros en la práctica competitiva del ciclismo.

Al interior de la plaza de mercado se celebraron infinidad de eventos de la más disímil naturaleza: corralejas de todas las pelambres; campeonatos de fútbol en la cancha lija; funciones de circos con carpas remendadas; exposiciones de trastos viejos y baratijas ofrecidas por trashumantes gitanos; conciertos de música; reinados de belleza; torneos de chaza, etc. A su manera, la vieja plaza también fue un gran centro multipropósito.

De otros variopintos episodios ocurridos en la galería, hay uno que destaco: el aterrizaje del primer helicóptero. Sobre ese evento, la picaresca sandoneña de la época mencionaba que un cándido personaje, al ver esa monumental ave metálica, propuso “empollarla, para sacarle cría”.

Para finalizar, dudo que exista un osado arquitecto que se atreva a restaurar aquella vetusta edificación construida y reparada a retazos; por tanto, la loable gestión administrativa del saliente alcalde, Bayron Zambrano Rosas, sobre el proyecto de construir un complejo multiuso de cuatro plataformas es meritoria, pese a contrarias opiniones de sus adversarios.

El moderno Centro Multipropósito que se pretende construir en ese espacio será generador de empleo, desarrollo y valorización del entorno, otorgará condiciones dignas de trabajo a quienes prosigan con sus emprendimientos comerciales, etc.

En fin, será un bien público atractivo para propios y visitantes, y se constituirá en nuevo polo de desarrollo de ese espacio antiguamente deprimido.

Pésimo y detestable, desde cualquier orilla de opinión, que al nuevo mandatario se le ocurra nominar la proyectada edificación con el nombre de un familiar, quizá con subjetivos y precarios criterios de merecimiento.

Sobre este particular, hay vehementes y razonables opiniones de casos sucedidos en otros bienes públicos construidos con el erario; jamás con dineros del familiar celebrado. Sugiero, muy respetuosamente, denominarlo CENTRO MULTIPROPÓSITO, LA PILA, pues ese dispensario de agua es un referente ancestral de varias generaciones de sandoneños, podría integrarse al diseño arquitectónico y, además, está por encima de cualquier asomo de megalomanía.

Este es un espacio de opinión destinado a columnistas, blogueros, comunidades y similares. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores que ocupan los espacios destinados a este fin por la página Informativo del Guaico y no reflejan la opinión o posición de este medio digital.

Author: Admin

3 thoughts on “La legendaria plaza de mercado

  1. Intentaré ser más constante en la pretensión de refrescar la memoria de nuestros paisanos contemporáneos, Alberto. Muchas gracias por tu generoso comentario.
    Igualmente, un abrazo.

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