Los aguinaldos

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Rincón consaqueño
Por José Rodrigo Rosero Tobar
roserotobarjoserodrigo@gmail.com

Parece lejana la época cuando era común mirar el juego de aguinaldos, una tradición navideña que despertaba gran fervor entre quienes lo jugaban, y que consistía en palabras que se debía o no se debía pronunciar o en acciones que se debía o no se debía realizar, entregando, quien fallaba, un regalo, siendo una tradición antigua, que tuvo su origen en la cultura celta y conocida con el nombre de “eguinad”.

Produce nostalgia recordar juegos como el palito en boca, el sí y el no, el beso robado, hablar y no contestar, hoy relegados por la confluencia de medios tecnológicos que acaparan los tiempos de la modernidad.

Confundido entre los anaqueles esotéricos de esos juegos, se encuentra el de los cucuruchos, que se resiste, por lo menos en mi pueblo, a pasar a los estantes del olvido y que busca por todos los medios una oportunidad para poder continuar como tradición comarcal.

Cucurucho, una palabra exótica por así decirlo, derivada del vocablo italiano “Cucuruccio”, se juega el 24 de diciembre en horas de la noche, conformando dos equipos de nueve personas cada uno, disfrazadas con atuendos que cubren desde el último cabello hasta la puntita de sus pies, con colores predominantes en cada conjunto para poderse identificar e iniciar un busca busca sin igual.

El público, impaciente, espera que el juez emita el pitazo inicial. Cada equipo se coloca en perfecta fila horizontal, han nombrado un capitán a quien debe descubrir el equipo contrincante y cuando esto suceda se informará el suceso, terminando el jolgorio de jornada tan especial.

El juego se inicia. El nombre del capitán de cada equipo es desconocido por la comunidad. Los compañeros lo cuidan alejándolo sutilmente de los adversarios para que no lo puedan determinar. La reyerta continúa, los jugadores caminan de un lado para otro sin encontrar destino en la improvisada pista de la batalla campal. Ninguno retrocede, siempre van para adelante, acosan al enemigo en busca de su objetivo final. Los minutos continúan, ninguno ha logrado reconocer al capitán rival.

En algún momento, el estruendo del pito alerta a la expectante comunidad. Uno de los equipos ha anunciado que ha identificado al capitán. Se forman solemnemente como si el juego fuera a iniciar y el capitán del conjunto que ha realizado el anuncio, se dirige hacia la fila contraría y, con un golpe no tan sutil, lo señala para que descubra su rostro, adelantándose prácticamente a celebrar. Pero esta vez, la persona escogida, que lentamente inicia a descubrirse del estruendoso atuendo que ha cubierto su faz, no había sido a quien habían registrado como capitán.     

El público celebra sin importar el desenlace final. Ha expresado sus emociones a lo largo de la contienda, manifestando en sus rostros la capacidad innata de sentir, padecer, pensar y disfrutar. Se ha conjugado todo una gama de imaginación, coordinación, comunicación y creatividad. Se ha experimentado sentimientos encontrados de admiración y aflicción, afecto y desestimación, paciencia y ansiedad, apatía y anhelo, tedio y diversión, calma e intranquilidad, confusión y acierto, emoción y frialdad, nostalgia y alegría, satisfacción e incomodidad.

Consacá, 29 de diciembre de 2023

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