
Por Héctor Emiliano Cabrera
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Cuando llegué a estudiar al Instituto Santo Tomás de Aquino, allá por el año 1960, ya tenía doce años. Me recibieron en cuarto de primaria, curso que venía adelantando en la escuelita de El Ingenio, donde solo se podía estudiar hasta ese grado. Como mi papá era secretario de la Alcaldía, le facilitaron el traslado de la familia a Sandoná para que continuáramos nuestros estudios. Sin más opciones, repetí cuarto de primaria tres veces, no por bajo rendimiento, sino por falta de cursos superiores.
Así que, cuando llegué al “Santoto”, ya iba afilado, como se dice. El profesor Sergio Elías Erazo, director del Instituto y docente de Aritmética, solía ponerme de ejemplo entre mis compañeros. Recuerdo a Gabriel Rivera, Luis Olmedo Daza, Heriberto Parra, Carlos Zambrano, Rafael Montilla, Rodrigo Zambrano, Gilberto Meza, Néstor Izquierdo, entre otros que compartieron conmigo ese camino.
Iniciamos quinto grado en la misma sede donde hoy funciona Telecom. Sin embargo, a mitad de año, con la implementación de la educación secundaria, se realizó una reestructuración y algunos fuimos trasladados a una escuela contigua a la plaza de mercado, dirigida por el profesor Efraín Merino. Allí finalizamos el año.
Después, ingresamos a primero de bachillerato nuevamente en el “Santoto”, en la sede original. El rector era el padre Servio Tulio Dorado, un hombre sabio y exigente. Tuve grandes profesores como don Luciano Salas, Luis Antonio Díaz, Silvio Castillo, Alejandro Molina, el padre Lucio Delgado, Baudelio Zambrano, entre otros.
El segundo año de bachillerato fue difícil: una enfermedad prolongada me alejó del ritmo académico, y además me descubrieron haciendo “copialina” en un examen de Geografía. El profesor Salas me pilló y tuve que repetir el año. Luego vendrían cambios en la rectoría: saldría el padre Dorado, reemplazado por el profesor Azael Alfredo Pasuy, y más adelante por don Roberto Mora Benavides.
Para 1965, cuando se terminó la construcción del colegio de las Madres Franciscanas, su edificio fue cedido al Santoto, que ya enfrentaba problemas de espacio. Allí cursé tercero y cuarto de bachillerato. En 1966 se presentó un paro estudiantil contra el rector Mora Benavides, al que mis hermanos y yo no nos unimos, por respeto a nuestro padre, amigo cercano del rector. Esta decisión nos costó la persecución de algunos profesores y estudiantes, que solo cesó con la intervención de los padrinos políticos de mi papá.
A pesar de esas tensiones, ese año me gradué con el primer puesto y el premio de excelencia. Como el colegio solo ofrecía hasta cuarto de bachillerato, terminé mis estudios de quinto y sexto en el Colegio Ciudad de Pasto, junto a compañeros como Roberto Cajigas y Luis Olmedo Daza.
También hay espacio para el humor en estos recuerdos. Durante la huelga, las pancartas estudiantiles decían “EL COMERCIO CON NOSOTROS” o “EL PUEBLO CON NOSOTROS”. Carlos López, con su agudo ingenio, sacó una que decía “LAS RICAS OBLEAS CON NOSOTROS”, arrancando carcajadas. En otra ocasión, cuando los estudiantes gritaban “¡QUEREMOS RECTOR LICENCIADO!”, don Zenón Zambrano Cielo, que no tenía hijos en el colegio, los increpó. Carlos respondió liderando un coro burlón: “¡DON ZENÓN NO ES PAPÁ!”, provocando que el buen don Zenón corriera a esconderse en su casa.
Así fue mi paso por el querido Instituto Santo Tomás de Aquino de Sandoná. Entre lecciones, anécdotas, luchas y alegrías, conservo vivas las memorias de una época inolvidable que marcó mi vida.