Presentación de nuevo libro de Alejandro García Gómez

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El pasado 8 de
julio del presente año, se entregó al público en la Pinacoteca Departamental de
Nariño, en Pasto, el poemario EL PARAÍSO DE LAS CARCAJADAS AUSENTES, del
escritor sandoneño Alejandro García Gómez
.

Aquí, la
presentación que de él hace el poeta cubano-español José Pérez Olivares:
Del ansia de
volver a la angustia del retorno
: comentario sobre la poesía de Alejandro
García Gómez
“Fue en Xalapa,
México, donde por vez primera, en la vitrina de un museo, vi las célebres
caritas sonrientes de las que tanto había oído hablar: pequeñas esculturas
prehispánicas –tan pequeñas que se pueden ocultar en la palma de la mano–
hechas de barro cocido por alfareros totonacas. Estuve contemplándolas durante
largo rato. Hasta que, poco a poco, la inquietante sonrisa que muestran todos
esos rostros enigmáticos se fue transformando en una sonora carcajada
. Una
carcajada muda que me provocó un violento escalofrío.
“El paraíso de
las carcajadas ausentes, el más reciente volumen de poemas de Alejandro García
Gómez (Sandoná, Nariño, Colombia, 1952), me trae de nuevo a la memoria aquella
misteriosa sonrisa-carcajada que es uno de los tantos secretos –aún sin
explicar del todo– que guardan las culturas de Mesoamérica
.
La carcajada
no es necesariamente una risa normal. Puede llegar a convertirse en una acción
compulsiva e incontrolada, a medio camino entre la euforia y la desesperación
.
Y puede llevarnos a paso de carga lo mismo a la locura que a la muerte, como
ocurriera al poeta cubano Julián del Casal, quien murió (como es sabido) a
consecuencia de un ataque de risa el 21 de octubre de 1893, durante una
sobremesa.
“En el libro de
García Gómez la carcajada tiene, sin embargo, un aire triste, melancólico,
espectral y evocador. Nada que ver con la simple y a ratos tonta carcajada
humana, sino que deviene un símbolo recurrente dentro del poemario. La suya es
una carcajada elegíaca que nace de los recuerdos más tristes y personales del
autor. En esa carcajada está simbolizado el paso del tiempo, el acto de crecer,
de hacerse adulto, de envejecer y morir; ciclo vital completo que comienza en
la infancia y acaba en la vejez
, y que en su última etapa viene a ser como un
regreso definitivo al amnios de la madre tierra.
“Estamos, por
momentos, ante una poesía críptica que no se deja atrapar por la razón: «Las
carcajadas del parque fuman y beben entre el sollozo de los duendes». Es un
discurso poético cerrado que sólo se explica con los elementos de las claves
que nos ofrece: «Esta carcajada de luna de cafetos y naranjos florecidos» («SOL
QUE FLUYE ADELANTE Y HACIA ATRÁS»). Así, entre una carcajada (las que «fuman y
beben entre el sollozo de los duendes») y otra («de luna de cafetos y naranjos
florecidos») hay un hilo invisible que las une y que pocos ven, pero está ahí,
como el paraíso del título del libro: «Cada paraíso se deshace en mis manos: /
Los dioses del destino de los hombres / Conocen el siguiente paso mío y lo
graban en el agua que fluye y que me moja». Parece evidente entonces que, en
este mundo concebido por los dioses donde cada quien nace ya con su propio
destino escrito en la frente
, esa agua que dice García Gómez es la del río de
Heráclito; y su paraíso no es el paraíso «recobrado» de Milton, sino el paraíso
perdido de Borges.
El tema de la
evocación familiar es tradicional en la poesía hispanoamericana. Y lo heredamos
de la española, presente ya en textos de tono elegíaco como «COPLAS DE DON
JORGE MANRIQUE A LA MUERTE DE SU PADRE» (1477)
. En nuestras «repúblicas
dolorosas» (así las llamó Martí)  fue
cobrando identidad con el Rubén Darío de Cantos de vida y esperanza (1905):
«BUEY que vi en mi niñez echando vaho un día / bajo el nicaragüense sol de
encendidos oros». Pero será el peruano César Vallejo quien le otorgue su carta
de ciudadanía mediante un tono que resultó característico del modo de ser
latinoamericano, especialmente andino. En «A MI HERMANO MIGUEL» (Los heraldos
negros, 1918) escribirá Vallejo: «Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa, /
donde nos haces una falta sin fondo». Es la queja suave y nostálgica –aunque
dolorosa– ante la pérdida del ser querido, que luego habrá de desbordar buena
parte de la poesía que se escriba en esta zona del mundo.
“Poetas como
Jorge Luis Borges, sin embargo, centrarán más su interés en los ambientes
propios de su infancia y juventud como se aprecia, por ejemplo
, en Fervor de
Buenos Aires (1923), libro donde el argentino empieza a dejar atrás los últimos
ecos de su etapa ultraísta y que tan mal comprendiera y asimilara su cuñado
Guillermo de Torre: «Patio, cielo encauzado. / El patio es el declive / por el
cual se derrama el cielo en la casa». El mismo tono evocador de Borges lo
hallaremos años más tarde en un poemario como En la calzada de Jesús del monte
(1949), del cubano Eliseo Diego, «donde la demasiada luz forma otras paredes
con el polvo».
“En El paraíso
de las carcajadas ausentes hallamos toda esa herencia descrita más arriba,
desde el tono elegíaco de la poesía de Vallejo («En Medellín conocí a Juan
Manuel Cuberos / Que me duró lo que tarda una bala equivocada en encontrar a un
amigo eterno») hasta la evocación de lugares y ambientes propios de la infancia
y juventud del autor que ya hemos visto en las obras de Borges y Diego. Y
hallamos un «algo más» que a menudo sazona la poesía del poeta sandoneño: una
mirada crítica –y por momentos lacerante– sobre la realidad colombiana. En ella
sentimos que una misma vibración recorre los poemas, pero ésta aparece con
mucha más fuerza en un texto duro
, nostálgico y hasta irreverente como «GOTAS
DE LUNA ENROJECIDA», donde las imágenes de la bandera y la letra del Himno
Nacional de Colombia se convierten en elementos casi decorativos en una
sociedad transida por la violencia: «Un aparato de televisión adormece la
ciudad / Mientras, desde arriba, la sentencia tricolor derriba dignidades,
miedos, trancas. / El llanto y luego el luto, también tricolores, / Desbordan
las acequias y las alcantarillas».
“Es probable
que quienes tengan el privilegio de leer El paraíso de las carcajadas ausentes
–obra de madurez de Alejandro García Gómez–, terminen sobrecogidos no sólo por
la fuerza del libro y por la humanidad de sus contenidos, sino también por sus
obsesiones relacionadas con la idea de la fuga del tiempo, las pérdidas y
ausencias que provoca
. Porque a fin de cuentas ganancia y pérdida (desde el
punto de vista del tiempo y del espacio) es casi lo mismo. Es el tiempo el que
genera ese devenir donde muerte y vida establecen, a espaldas del ser humano,
algo parecido a un pacto. Se van unos (los adultos, que están en la primera
línea de fuego de la existencia) y llegan otros (los hijos y nietos, que en un
abrir y cerrar de ojos se vuelven adultos). Y así avanzan estos versos,
recreando el río de Heráclito donde apenas nos podemos bañar una sola vez.
“Sugiero leer
despacio y de manera atenta cada poema, especialmente el que cierra el libro
–«RETORNAR ES TAMBIÉN UN SUEÑO (CUENTO DE NAVIDAD)–, texto en prosa que recoge
una suma de momentos en la vida del poeta escritos en una clave donde sueño y
realidad se funden y confunden. Y aquí volvemos a la idea inicial de la
carcajada, relacionada con lo que García Gómez define como «El ansia de volver»
y «la angustia del retorno»
. En esos dos términos pudiera estar la clave del
libro y su razón de ser. Después de todo, la infancia (y en definitiva la
existencia humana) no pasa de ser otra cosa que «Ese eterno juego de sentirse
que uno es lo que se cree que es».
José Pérez
Olivares

Sevilla (España), marzo, 2016”

Author: Admin

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