El despertador del sur
Por Jorge Arturo Bravo
despertadordelsur@hotmail.com
Poco a poco nos vamos acercando a la celebración del advenimiento del Mesías, ya se inició el rezo de la Novena del Niño Dios, una de las más bonitas tradiciones del mundo católico donde todos: la familia, los vecinos de la cuadra, los vecinos de la parroquia, en los sitios de trabajo, se confunden los niños con los adultos y todos, siendo los niños los principales protagonistas, al rededor del pesebre donde elevamos nuestras plegarias al Dios hecho Niño.
Todos elaboramos muy bonitos pesebres, como lo hizo en la Navidad del año 1223, hace 800 años, Francisco de Asís, el santo de la humildad y de la pobreza, pues fue el primero en representar con pequeñas figuras este bonito hecho y pudo reunir alrededor de él a los vecinos del pueblo de Graccio, en Italia; desde entonces, como ya lo dijimos, en el mundo católico hacemos el pesebre y rezamos al rededor del mismo y donde los niños, principalmente entonan los hermosos y tradicionales villancicos.
Pero sin lugar a dudas, y después de haber padecido y sobrevivido, gracias a Dios, la más dura época que vivimos en el mundo entero como fue la terrible pandemia, el principal pesebre que todos, sin distinción de edad, debemos elaborar es en el corazón, en nuestro corazón, pesebre que debemos adornar con la sencillez, con la humildad, con la generosidad, con la solidaridad, con la bondad, con el perdón, condimentos tan necesarios para vivir en paz y en armonía con todos, con Dios, con la familia, con los vecinos y amigos, pero también en Paz con los animales que viven a nuestro alrededor, igualmente en paz con la Naturaleza, tan amenazada por las actitudes irracionales del hombre.
Y que la llama del amor, la paz y la felicidad de esta Navidad se agite y permanezca viva en el año venidero en el hogar y en el corazón de nuestros amables lectores, amigos y anunciadores, son los deseos de la Fundación Cultural Musurunakuna y su programa a radial Proyección Estudiantil. Y digamos todos, a una sola voz: ¡No a la pólvora!, digamos ¡Si a la vida!