Y todo gracias al café!

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Fragmento
Por: Libardo Suárez Andrade
En 1868 la Legislatura del Estado Soberano del Cauca, mediante Ordenanza número 33 del 12 de octubre, creó el hoy Municipio de Sandoná con el nombre de Distrito de Mosquera, en homenaje al caudillo payanés General Tomás Cipriano de Mosquera.
Prehispánicamente la región era conocida como Sandoná, quechuismo que significa “Flor de Montaña Lejana” y estuvo poblada por los indígenas Cuchipí, Cinza, Cunchuy, Matacunchuy, Yambinoy y Guaycosos emparentados con los abades.
En la época de la conquista española. Sebastián de Belalcázar hace entrega de ésta su encomienda al Capitán conquistador Juan Rodríguez de Aragón, por los servicios prestados a la Corona.
A la muerte de Rodríguez de Aragón, su viuda. Catalina Muñoz de Ayala, por escritura pública del 14 de septiembre de 1620, vende esta propiedad al Regidor y Encomendero Francisco de Erazo y este a su vez la traspasa a su hijo Sebastián, quien la mejoró haciéndola productiva.
Posteriormente, las Monjas Conceptas, por compras como la realizada a Sebastián de Erazo, donaciones, proveimientos, amparos de protección y transacciones, aparecen como propietarias de la “Hacienda Sandoná” en la margen derecha del río Guáytara y faldas del Volcán Galeras.
De esa propiedad fueron despojadas las religiosas, mediante decreto del 9 de Septiembre de 1861, sobre Desamortización de Bienes de Manos Muertas, expedido por el Presidente Mosquera, siendo rematadas las tierras por personas de gran solvencia económica y reconocida honorabilidad como los hermanos Juan y José Montezuma, quienes por amistad y paisanaje con el presidente caucano recibieron todo el apoyo y se avecinaron en estos lugares, al igual que lo hiciera el terrateniente José Caycedo.
Posteriormente, gentes llegadas de diferentes sitios de Colombia y del norte del Ecuador fueron poblando esta región, al igual que lo hicieron reconocidos personajes como el Coronel Miguel Ángel de la Portilla, de origen bogotano, quien después de haber ejercido como secretario privado del presidente Mosquera, fue designado primer Alcalde de Sandoná.
En los albores de nuestra municipalidad, los hermanos Montezuma y el señor Caycedo llegaron a ser ricos hacendados, y se los considera iniciadores de nuestro gran emporio agrícola.
Don José Caycedo, conocedor de los mercados nacionales, tenía en su hacienda “Cuchipí” grandes extensiones dedicadas al cultivo del café, beneficio que continuaron sus herederos Luvino, Miguel y Próspero, quienes tenían a su servicio un gran número de peones, los que residían con sus familias en predios de la hacienda, la cual comprendía aproximadamente una tercera parte de lo que hoy es el Municipio de Sandoná
Como las grandes haciendas cafeteras del interior del país disponían de su propia moneda para el pago de trabajadores, aquí en Sandoná ocurrió lo mismo. Los señores Caycedo también tuvieron una moneda que era conocida con el nombre de “Peón”, una aleación de níquel y aluminio con la cual se pagaba el trabajo semanal y se podía comprar alimentos, herramientas, alpargatas, sal etc. en las tiendas de los patrones.
La moneda llevaba el nombre de la hacienda y  la inscripción “Vale un peón”, por un lado, y por el otro el nombre del “Proprietario”, escritura que así aparece, y de ello damos cuenta porque aún se conservan algunas de estas “fichas”, las cuales fueron conocidas en otros lugares del país y le dieron renombre a nuestra región.
¡Y todo, gracias al café!
Posteriormente para el año de 1929 por la importancia del cultivo cafetero, que permitió una economía solvente en estas tierras, los grandes hacendados organizaron las primeras fiestas de comienzos de año que podemos entrelazar tiempo después con nuestros carnavales, y con ellas también tiene importancia el café.
¿En qué sentido?
Precisamente Josefina Caycedo hija de uno de los tradicionales cultivadores del café fue designada como la primera reina que tuvo Sandoná para sus fiestas populares.
¡Y todo, gracias al café!
Entre 1930 y 1932 hay un espacio importante en nuestra historia porque en ese tiempo con el auge del cultivo del café había necesidad de pensar en una vía vehicular, diferente a la que cruzaban las recuas por la cima del Galeras, para sacar el grano a los mercados del país.
Los caficultores de aquella época encabezados por la familia Caycedo, apoyados por el alcalde de la época, Señor Clímaco Arcos Salazar y con la ayuda de los trabajadores de la hacienda “San Miguel”, habitantes del pueblo de Sandoná, El Ingenio, Roma, Santa Rosa, Tarurco y Santa Bárbara y otros sectores campesinos, hicieron posible la construcción de la carretera Sandoná – Pasto, en el tramo hasta el río Chacaguayco.
Fue un trabajo dispendioso y los hermanos Caycedo aportaron en gran medida recursos  humanos, alimentos y herramientas, y si hoy nos causa admiración la labor que se hace con maquinaria para abrir una vía, imaginémonos el esfuerzo de aquellos guapos hombres de ese tiempo que hicieron posible la apertura de una carretera, utilizando su esfuerzo y rústicas herramientas.
¡Y todo, gracias al café!
Para 1934, en el devenir histórico local se registra un acontecimiento importante, como es la visita que hace en aquel año el Doctor Mariano Ospina Pérez, entonces Presidente de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia.
Un hecho memorable para el pueblo guaycoso, porque se tenía la visita de un ilustre personaje que venía con el compromiso de comprar unos terrenos para construir una granja cafetera demostrativa.
Con motivo de la visita del doctor Ospina Pérez una artesana nuestra de nombre Dolores Andrade Rojas, le hizo entrega de un fino sombrero de paja toquilla, que había elaborado por encargo de las autoridades locales, durante dos largos meses, trabajo por el cual recibió un pago de diez centavos.
Como el doctor Ospina Pérez llega a Nariño a presidir un congreso cafetero en Pasto, la insigne compositora Maruja Hinestroza, crea su inmortal pasillo “El cafetero”, como lo afirmaba ella, inspirada en los cafetales de la finca que tenía su padre por acá en El Ingenio.
La grabación El cafetero llegó al exterior con cada remesa que la Federación enviaba a diferentes lugares del mundo y, de esa manera un tema musical sandoneño fue conocido en varios países.
¡Y todo, gracias al café!
Hacía 1937 cuando Sandoná comienza a tener importancia regional, el caficultor Ernesto Caycedo, en su hacienda de San Miguel, pone a funcionar nuestra primera planta de energía eléctrica, lo cual fue todo un acontecimiento en aquella época y eso permitió al municipio despegar hacia el desarrollo. En esta labor tuvo la colaboración de don Gonzalo Hidalgo Lara, quien al igual que otras personas de aquel entonces decía con alegría “ya tenemos luz    por los Caycedos”.
¡Y todo, gracias al café!
En 1948, un 31 de diciembre por segunda vez nos visita el doctor Mariano Ospina Pérez en compañía de su esposa doña Berta Hernández, y ya como presidente de Colombia venía a  conocer la granja – que posteriormente llevaría su nombre – destinada a la enseñanza y al trabajo, en la cual se educaron especialmente los hijos de los agricultores de Sandoná, Consacá y Ancuya, y donde aprendieron a cultivar convenientemente el café.
En aquel entonces se encontraba por estas tierras el profesor y delineante pastuso Marcial Ibarra, persona que realizo los planos de la Granja Cafetera Ospina Pérez y al descubrirse un adoratorio indígena cerca al río Ingenio, modificó los planos iniciales de nuestro templo, que se iba a levantar con ladrillo y se avanzó en la construcción del mismo con la piedra sillar donada por la señora Clementina Barco y los señores Ruperto Barco y Crisóstomo Enríquez, personas generosas de grata recordación.
¡Y todo, gracias al café!
Al hacer estas evocaciones, estas remembranzas y estos recuerdos, rendimos un homenaje de admiración y gratitud a ese grupo de campesinos encabezados por Don  Gregorio Arnulfo Botina, quienes hicieron conocer nuestro producto con el honroso distintivo de “El Mejor Café de Colombia” y por lo mismo “El Mejor Café del Mundo” al ganar en el año 2005 el premio “Café Taza de la Excelencia”.
Por esa honrosa distinción el nombre de Sandoná traspasó las fronteras patrias y, sin exagerar pensamos que fue pronunciado con respeto en diferentes latitudes del planeta.
¡Y todo, gracias al café!

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