“Brujas de Salem” actuales y “Neofascismo Gringo”

Alejandro García Gómez, columnista
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Desde Nod
Por Alejandro García Gómez
pakahuay@gmail.com

El 3 de noviembre de 1903 el presidente gringo Theodore Roosvelt, cínicamente, afirmó “Yo me apropié de Panamá” (“I took Panama”). Zanjaba así, con su palabra de zafio poderoso, una discusión sobre el tema del abuso perpetrado por Wall Street por intermedio de su gobierno, en relación con la segregación del territorio del actual Panamá, en vista a sus intereses del canal interoceánico que nuestra clase dirigente no vislumbró, -ciega como siempre- y débil como estaba por la Guerra de los Mil días. Más tarde, el dictador Rafael Reyes recibiría 25 millones de dólares como indemnización y si bien hubo bonanza para el país, mayor fue el festín que propiciaron esos millones entre nuestros padres y próceres de entonces, pero esto es para otra historia.

En 1912, el mismo chabacano Theodore Roosvelt, sin dejar su cinismo y su prepotencia de matón de barrio bajo, aseguró: “Los EE UU tienen muchos capítulos honorables en su historia, pero ninguno más honroso que el que nos enseñó esa manera, como nuestro derecho a excavar el Canal de Panamá”.

El 9 de abril de 2025, el presidente Donald Trump, con el mismo talante del patán vigoroso de T. Roosvelt y de algotros de sus antecesores, afirmó “[Todos los gobiernos de estos países] me llaman para llegar a un acuerdo. Me están besando el culo”. Se refería a la búsqueda -según él- de conversaciones con su gobierno para que desactive la Primera Guerra Mundial Arancelaria salida de su mezquino caletre -del de sus “asesores” como Elon Musk e innegablemente de Wall Street- y aplicada por su inhumano gobierno.

Mis lectores se preguntarán: ¿qué relación tiene el conocido episodio de Las Brujas de Salem (1692 y 1693, que inmortalizó Arthur Miller en teatro)) con la apropiación de Panamá (para la construcción del canal gringo), con esta Primera Guerra Mundial Arancelaria, y con el resto de tropelías que los EE UU, a nombre de la Libertad, la Democracia, la Justicia y el Orden, cometieron y siguen cometiendo? Veamos.

La herencia cultural puritana de la sociedad gringa, surgida en Inglaterra a partir de la confesión (o “teología”) calvinista, como respuesta al anglicanismo de Enrique VIII y sus aduladores, actualmente sigue en pie en una impresionante cantidad de sus habitantes, así la inmensa mayoría de su población no siga ya ni los escrupulosos detalles rituales del teólogo suizo Juan Calvino (quien los promulgó en el s. XVI) ni los de los puritanos ingleses. Históricamente, la confesión (o “teología”) de Calvino se había producido debido a las situaciones políticas de esa Europa, a la Ilustración Francesa y a los desmanes del clericato católico romano de entonces. Según esas “teologías” calvinista (y puritana), para encontrar la salvación basta con la lectura de los textos bíblicos (aún hoy). Enfatizan en la “Predestinación”, la cual sostiene que Dios, de antemano, ha predestinado quién se salva y quién no y que, además, el bienestar económico de una persona, de una familia de una sociedad o de un país es una señal inequívoca de salvación eterna que esa “predestinación” divina muestra, y que hay que buscar a como dé lugar ese “bienestar económico”, es decir, “esa señal”, es decir, esa salvación (así sea hoy con las políticas que promulga el Fascismo).

Ese inconsciente colectivo cultural calvinista y puritano, entre enero y septiembre de 1692, procesó y dio muerte a una veintena de mujeres acusadas de brujería. La obra teatral de A. Miller (1952 y 1953) llevó esta obra de horror a la cinematografía (1996); en sus formas, similar a las acusaciones de inquisitoriales de la Iglesia Católica, principalmente a la versión de la Iglesia Católica Española.

Ese inconsciente colectivo cultural calvinista y puritano, económica y políticamente manipulado por los judíos y no judíos de Wall Street con un “Neofascismo” -llamémosle “Neofascismo Americanista o Gringo”- ha sido el sustento de su garoso afán de posesión de fortuna. Su procura -a como dé lugar- es el dominio de todas las riquezas de su inmenso territorio, del de quienes les rodean y de todo el que puedan (ahora Tump habla de Canadá, el Canal de Panamá y un etcétera). Su angurria ha sido su sustento antes y ahora, de igual o peor manera. Hoy, por boca de su adalid actual (Trump), aseguran que nosotros, todos los pueblos del mundo a quienes ellos “han ayudado”, les estamos robando una parte de esas riquezas, o sea, esas “ayudas”; que él está cometiendo todas las locuras que comete, “para que dejemos de robarles”. No hay solamente un Trump; existen cientos de millones que hablan por su boca con los modales de garoso, chabacano y vigoroso patán, aunque el que sobresalga hoy sea éste, el ridículo pero peligrosísimo Trump. No hay que olvidar que, en 1922, fueron millones quienes llevaron a Mussolini al poder, al igual que en 1933 a Hitler.

Ahora ha viajado a Roma a los funerales del Papa Francisco. ¿Qué tramará? 1.V.25


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