Por Augusto Giraldo Cabrera Rodriguez

augusto.cabrerar@gmail.com

Sandoná, ciudad amable, recordada, imponente
al pie de la cadena montañosa de los Andes colombianos, brinda con generosidad
la humildad y altivez de sus moradores.

A semejanza de las diosas tutelares sostiene
sobre sus pedestales lo más grandioso y sublime de su paisaje, las torres
petrificadas de la Basílica son fortalezas y virtudes del carácter férreo e
imponente de sus gentes.
La piedra labrada con sudor, dedicación y esmero por
los antepasados, claman hoy más vigor en el toque de sus campanas para que
retumbe en lontananza y ascienda por los eslabones de la victoria para que las
nuevas generaciones y con orgullo de deidades despierten de esa desolación,
nostalgia, antipatía y olvido por estas razones, queremos rescatar para nuestra
patria chica querida todo su pasado, presente y futuro gloriosos.

Sandoná, está cubierta por una claridad
celestial, nada enturbia su pasado, el presente lo edificamos con esperanza y
el futuro lo proyectamos con ansias de triunfos y prosperidad.

Los campos, las veredas, sus lugares típicos y
turísticos están revestidos perennemente por todos “los matices del color
verde” y de los miles y miles de colores naturales que radian ante la vista de
los que nos sentimos estimulados por la belleza natural del paraje sandoneño.

El humo exhalado por los trapiches, endulzados
con el vapor del guarapo, hacen más duradero el aroma del campo. Al llegar al
sector del plan del Ingenio y desde los puntos cardinales que convergen hacia
Sandoná, es entrar en el paraíso de la fragancia de las moliendas, de los
azahares de los naranjos, los limoneros y cafetales, desde aquí inicia la
libertad del campo, no hay leyes que prohíban a nativos y visitantes deleitarse
de las maravillas campestres, tanto en el amanecer, cuando el sol radia a las
veredas, lo mismo cuando se oculta en el horizonte llevándose en sus rayos el
atardecer prometedores de los próximos días.

La alegría encarnada en los sandoneños es
sencilla, con placeres de grandeza dan visión de las cosas por la pureza de su
aire que cubre la atmósfera del panorama sandoneño. “las gentes son buenas y
fuertes y cultivan con esmero la virtud pagana de la hospitalidad”. (Rafael
Maya).

Sandoná – 2007

Dialecto Sandoneño 11

Estar en Sandoná es conjugarse con la nobleza
de la piedra, con la personalidad férrea de sus habitantes, con el clima
agradable de su situación geográfica y con el arrullo y cantar que a diario se
inspiran sus visitantes, turistas, escritores y poetas que con visión de sibila
enarbolan sus recuerdos hacia el futuro prometedor de su historia.

Las mujeres son devotas, no con el olor a
santidad, sino con respeto, fervor y fe en sus invocaciones, prueba de estos
dones está en el entusiasmo que emprendieron en la construcción de nuestra
iglesia, ellas con sus basares, festivales, el café con empanadas etc. lograron
conseguir el dinero que esta maravillosa construcción requería. Los hombres son
descreídos y materialistas, amantes de la política, el comercio, buscan la
suerte en los juegos de azar, son transportadores mensajeros por las carreteras
de Colombia, de la idiosincrasia de este terruño nariñense, también,
emprendedores con la aventura de ganar o perder, lo importante es arriesgar
algo en la vida. En los chistes, gracejos y conversaciones manejan la lengua en
forma punzante, a veces destrozan reputaciones y son agudos en sus comentarios,
para esto se escudan en la ironía, la metáfora y los eufemismos para así ser
más suaves en sus divagaciones.

Nuestro canto es de euforia, nuestra oración
es de alabanza y nuestro deseo es de estar presentes en los procesos de
desarrollo de nuestra patria chica.

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