
Por Nilza Pantoja Ágreda
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Entre consulta, reformas, plan pistola, discursos y marchas —todos temas importantes y urgentes— no hay que perder de vista lo que está pasando en nuestro departamento. Por ello, mensualmente tomaremos algunos sectores para analizar su situación.
Le tocó el turno al sector vivienda. Partamos de las cifras que emite el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas – DANE, que indica que tan solo el 35,4 % de los hogares colombianos tienen vivienda propia libre de deuda, mientras que el 40,3 % vive en arriendo o subarriendo. Con un agravante: el gobierno hoy por hoy le da más énfasis al déficit cualitativo, es decir, a los mejoramientos de vivienda, y menos al cuantitativo, es decir, la construcción de vivienda nueva.
Este escenario tiene doble filo. Por un lado, es cierto que el déficit de mejoramientos supera tres veces al de la construcción de vivienda nueva. Sin embargo, la mano de obra que se genera por construcción de vivienda es de 4,5 empleos, mientras que en mejoramiento es de apenas 1,5 empleos.
Por eso, programas clave como Mi Casa Ya sufrieron un ajuste severo, no solo presupuestal, sino también estructural. Cambios en la focalización de subsidios hicieron que muchas familias, que ya contaban con subsidios asignados y con capacidad de pagar una cuota moderada, hoy estén en un verdadero limbo.
La desaceleración del sector es evidente. Este es un sector que dinamiza 34 subsectores más, y solo en 2024 se registró una reducción aproximada del 14,1 % en lanzamientos de vivienda, baja inversión pública, y aunque las entidades cuentan con equipos numerosos, la capacidad técnica sigue siendo limitada.
Vale una reflexión: hubiera sido mejor mantener el programa Mi Casa Ya tal como estaba y, paralelamente, estructurar otro programa enfocado a las familias más vulnerables, como lo planteó el gobierno. Es una buena apuesta, pero requería otros criterios y otros recursos.
Y atención: de la promesa de 50.000 subsidios en este año para el programa insigne, solo hay recursos asegurados para 20.500, de los cuales 10.000 son preasignaciones del año pasado. El resto, como se dice popularmente, “está en veremos”.
¿Y qué está pasando en Nariño? Según el reporte de Coordenada Urbana, herramienta de CAMACOL, durante todo este año tanto la vivienda VIS como la No VIS registraron cero lanzamientos. No hay iniciaciones de proyectos. En ventas, apenas se tiene un 8 % en proyectos rezagados de años anteriores, y el número de viviendas ofrecidas, pero no vendidas va en rojo con un 14,2 %.
Los factores son múltiples: las políticas del gobierno nacional, el eterno problema de la Panamericana —si no son los bloqueos, son los deslizamientos—, el alza desmedida de los precios de materiales, el costo de la tierra, entre otros. Todo esto genera gran incertidumbre dentro del sector, y muchos han preferido no iniciar nuevos proyectos, privando a la economía regional de un motor clave.
Por eso, urge que las entidades de gobierno aceleren la ejecución de los programas ya establecidos. Como dijeron varios constructores ante la pregunta de cómo va el sector: “Estamos literalmente aguantando la respiración.”
Y varios paisanos manifestaron: “Estamos esperando que vengan mejores tiempos para bajar la casita del aire a la tierra.”