“Doña Lucía. Biografía no autorizada”

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Desde Nod
Por Alejandro
García Gómez.
pakahuay@gmail.com
Escritor colombiano.
“… Me sentí
angustiada. Recé toda la noche pidiendo por el menor derramamiento de sangre y
el triunfo de nuestras fuerzas. El rosario casi se destrozó, pues mi tensión
era máxima…”. La anterior declaración no es de una monja o similar. La escritora
y periodista Alejandra Matus cita a Lucía Hiriart Rodríguez en el libro que da
título a esta reseña (Ediciones B Chile. Santiago. 2015). “La noche” es la
transcurrida entre el 10 y 11 de septiembre de 1973; la del derrocamiento del
presidente constitucional Salvador Allende, golpe que por 17 años originó la
serie de asesinatos conocidos luego
. Ella no sólo sí sabía lo que estaba
ocurriendo sino que fue quien azuzó a su marrullero pero indeciso marido, lerdo
según ella –que hasta dos noches antes se había mostrado leal a Allende y al
general Prats, a quien había reemplazado en el mando-, para que tomara partido
por el golpe, como el Comandante en Jefe del Ejército, y se transformara en
Jefe de la Junta Militar de Gobierno (y en el posterior  “dueño” del gobierno), todo instigado por la
CIA, en el gobierno de Richard Nixon.

A. Matus
disecciona a su biografiada. Contextualiza el más mínimo detalle. Por eso, sin
necesidad de epítetos, va mostrando la miseria de espíritu de esta mujer,
opulenta luego del golpe militar del que se apoderaron con su artero marido.
Esa noche, el taimado puso a su mujer e hijos en manos del coronel Cantaurias,
un Caballero -según menciones de amigos y adversarios-, además leal a Allende,
Prats y –hasta ese momento- a Pinochet
. Si el golpe fracasaba, Pinochet,
tendría asegurada a su familia en manos del coronel caballero. Si triunfaba, ya
vería qué se haría con él. Luego del golpe corrió la versión de que Cantaurias
“se suicidó”. Jamás se dejó prosperar ninguna investigación ni ningún reclamo
por evidencia alguna del “suicidio. Hasta hoy, es un misterio. Su esposa no
averiguó más y se casó con otro militar; un golpista.
Por parte de su
familia paterna, la señora Lucía –era obligatorio ese trato, o el de Primera
dama a expensas de sufrir los efectos de su ira- era de ascendencia
librepensadora y radical. Algunos hermanos de su padre y primos paternos hasta
eran de ideas de izquierda y sufrieron las consecuencias de la prisión y luego
del destierro
, librándose –por parentesco privilegiador- de la desaparición o
del asesinato a sangre fría (“fusilamiento”) o de ser lanzados vivos desde el
helicóptero de la muerte. Su padre, Osvaldo II Hiriart Corvalán, fue senador
del Partido Radical y perteneció a la masonería a la que hizo ingresar a su
yerno, el marido de Lucía. El calculador y joven militar -detrás de la logia-
iba por lo peldaños de la escalera de trepar.
Consumidora
compulsiva a costas de las arcas públicas (Caso Rigs y muchos más), su
mezquindad se retrata con una anécdota
. Al regreso de una gira estatal, su
escolta bajaba del avión con un rimero de frazadas a la espalda. El asesor de
vuelo –entre serio y socarrón- le preguntó: ¿y es que usted va a poner un
motel? Nooo, respondió avergonzado. La señora Lucía pidió que las doblara y las
llevara a su casa de descanso de El Melocotón. Es que es muy fría, agregó ella,
que iba detrás. Al tratar de hacerle caer en la cuenta de que eran propiedad
del avión y que, alguien tendría que dar cuenta, ella respondió: “¿pero es que
[la aerolínea] LAN no es del gobierno?”.
Su familia,
posteriormente a la muerte del Carnicero de Chile, el patriarca, se fue
destruyendo por las peleas de dinero y por los escándalos. “Sólo una cosa logró
[Lucía]: convertir a su rústico marido en el hombre más poderoso de Chile y ser
un factor determinante en la mantención del poder el máximo tiempo posible. Él,
más que sus hijos y ninguna otra obra, es su auténtica creación”, cierra
Alejandra Matus. Buscó ser la “Evita” de los chilenos
. 11.I.17

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