Rincón consaqueño
José Rodrigo Rosero Tobar
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Y el día llegó. Los nuevos funcionarios, en una ceremonia anhelada por muchos y por mucho tiempo, tomaron posesión de sus cargos y, junto a la espada de Bolívar (la misma que fuera hurtada por allá un 17 de enero de 1974 como símbolo de revolución y luego devuelta sin que se conozca a ciencia cierta, según los eruditos en el tema, si se trata de la misma que fuera extraída de su urna en la Quinta de Bolívar), iniciaron su recorrido hacia la casa presidencial, el mismo que aspiran los lleve a la inmortalidad.
La mayoría de los ganadores en décadas y décadas de elecciones, hoy perdedores en una extenuante jornada electoral, rápidamente iniciaron un despliegue de reconocimiento primero al gobernante electo y luego, disfrazados de falsos desinteresados defensores de la voluntad y el querer popular, manifestando una supuesta adhesión a las propuestas del nuevo núcleo gubernamental.
Si no puedes vencer a tu enemigo únete a él, dice el adagio popular y pareciera que en estos momentos los perennes poseedores del poder lo estuvieran aplicando en todo su esplendor, con el inocultable deseo de conservar los enormes privilegios que han mantenido desde el mismo nacimiento del Estado y su entorno territorial.
Si bien es cierto la burguesía hábilmente se está sumado a los designios del nuevo esquema de gobierno, quizá vislumbrando que se encuentran ligeramente comprometidos sus intereses y prerrogativas centenarias, el pueblo raso aspira que ojalá esto no lleve al movimiento de gobierno a un fracaso total.
Colombia, esa nación con tantos galardones denigrantes con que lo han tildado a nivel mundial, pero, a pesar de todo considerado un país de gentes que irradian felicidad, espera ansiosa que el cambio prometido se haga realidad.
Consacá, 26 de agosto de 2022