Por Alejandro García Gómez
pakahuay@gmail.
Deseo a ustedes -que me han acompañado con la lectura o con la escucha de mis textos, y a los suyos- la felicidad, esa felicidad sencilla, esa que no se deja ver, pero que la sentimos sin sentirla, porque nos permite estar dentro de su vientre, como era en el principio.
No busquen su brillo ni su esplendor. No refulge. No busquen su ruido. Es sorda y es muda; pero vibra en cada uno si se tiene la paciencia de escucharse. No la busquen, repito, pero si la curiosidad, humana, los obliga, háganlo sólo en el cada día de cada día en su casa o en su puerta o en su calle o en el frescor de la alcoba o en su cocina o en el viento que entra por su ventana o ahí sentada sobre el andén de su cuadra o entre las frazadas de su noche. No la asusten persiguiéndola para conocer su rostro. Ahí está, no más, como era en el principio.
Foto: Ligia Insuasty Arcos