El misterioso camino de los libros y de sus hacedores

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Por Alejandro García Gómez

(El domingo 24 de abril de los corrientes, el escritor Alejandro García Gómez –en representación de su familia- entregó a la sociedad el libro que contiene el ensayo filosófico de su padre Alejandro García Enríquez: “Cuyanacentrismo. Teoría social pacifista con base en el pensamiento milenario del Homo Americanus”, en la Feria Internacional de Bogotá –FILBO-. Aquí sus palabras de presentación):

En algún lugar solitario de una de las faldas heladas de un volcán arisco al extremo sur de nuestra Colombia Profunda (eufemismo por Colombia olvidada), un hogar campesino formado por chiquillos varones, ha perdido a su madre dando a luz al séptimo (Ramón). Desde entonces la vida se transforma radicalmente para estos niños y se convierten en niñeros de su hermano bebé. Vicente, el mayor, después de unos años, ya adolescente, madura la idea de escapar. En una carta deja la parte de su corazón roto con el fin de que a él no se le ocurra perseguirlo. Jamás se vuelve a saber de sus pasos, pero todos lo conocemos por los relatos familiares. A los salvajes niños niñeros se les muere Ramón a los cinco o seis años, a pesar de su amor y de sus cuidados. Su padre, don Julio García, desde entonces viudo eterno de doña Concepción Enríquez de García, se gana la vida jornaleando en predios ajenos y en uno o dos minifundios propios y con ese producido y con su amor y con su dolor los alimenta.

Alejandro García Enríquez

Los vientos que bajan del gélido Galeras engrosan el ramillete de niños salvajes. Manuel, Luis Antonio, Enrique, Alejandro y Juan, deben asistir a la escuela campesina a dos horas diarias  bajando las laderas, potreros y caminos de a pie, cada que hayan crecido lo suficiente para celebrar su Primera Comunión. El retorno, otras dos horas, llueva o truene. Por los ocultos misterios que la realidad nos tiende como enigmáticas alfombras en nuestra vida, el discurso del niño Alejandro es escogido para la bienvenida de los escolares campesinos de El Ingenio, al Obispo de Pasto. En una carrera no sólo de escollos sino de casi imposibles, comienza la educación del niño Alejandro García Enríquez, narrada en una separata adjunta del libro que hoy presentamos sus hijos, Laura, Conchita y quien les habla. Sentimos la presencia de nuestro padre y de nuestra madre Angélica Gómez de García (como siempre se firmó después de su matrimonio en Sandoná, un 25 de diciembre de 1946). Ella fue un puntal donde se apoyó, un pecho donde descansó y quizás lloró, la madre de sus hijos, y todo lo más bello, bueno y tierno que la felicidad puede dar a la vida de un hombre bueno.

Ya estudiante en la Escuela Nacional de Agronomía, en Ambato, Ecuador, nuestro padre concibe el texto que luego de mucho pensarlo, escribirlo y reescribirlo innúmeras veces se llamó “Cuyanacentrismo”, y que tuvo otros títulos, que quedan guardados sobre el mantel de la mesa de nuestro comedor familiar. En un aparte de su introducción señala que ese comienzo lo hizo en su “primera juventud” (quizá 1944, 1945 0 1946). Esto es lo que afirma:

“En esta parte de la introducción al Cuyanacentrismo, consigno el grato asombro que causó en mí haber observado, alguna vez en mi primera juventud, en Los Andes ecuatorianos, una persistente celebración aborigen muy tradicional, a la bondad de la naturaleza, Madre Infinita, con el nombre propio de ‘FIESTA DE PACHAMAMA’. Yo ya trabajaba en esta teoría social y desde aquella oportunidad me sentí tan motivado que decidí firmemente superar todos los obstáculos hasta culminar el trabajo que había iniciado. La  fiesta sobreviviría en el tiempo a pesar de las prohibiciones que hubiesen pesado sobre ella”. Al parecer, las prohibiciones se debieron a la jerarquía clerical católica.


A continuación, hace unas aclaraciones lingüísticas sobre la palabra Pachamama y otras y, por último, narra sintéticamente cómo es la fiesta y su tiempo de duración. Hasta aquí habla, pero no precisa más. Y, aunque en la obra en sí no señala nada al respecto, nos afirmaba que su trabajo, como agrónomo, en la población de Ricaurte (situada en el piedemonte andino que empata con la selva del Océano Pacífico en el Departamento de Nariño), le sirvió para hacer más observaciones y deducir más conclusiones. Siempre tuvo amigos indígenas en varias partes. A algunos de ellos, que llegaban a Sandoná, nuestra población a vender mercancías –como ropas de lana ecuatoriana a plazos o medicinas naturales del vecino Departamento del Putumayo o que venían como curanderos, etc.-, les encargó unos libros para aprender ingano y kichwa. Así consiguió el catecismo católico bilingüe, la gramática y el diccionario del kichua ecuatoriano y ahí lo aprendió, incluyendo algunas tareas escolares que ellos le dejaban y que eran muy estrictos en su revisión. Es bueno aclarar aquí que estas personas, quizá debido a los históricos atropellos, son bastante distantes de nosotros “los blancos”, y no es fácil granjearse su amistad ya que para entregar ellos la suya deben “sentir” que es verdadera, que no es sólo por un interés  de algo. 

La redacción del trabajo escrito del Cuyanacentrismo no tiene las fechas ni de su inicio ni de su culminación. Hemos inferido sobre su terminación, pero no nos ha sido posible dar con el inicio de su redacción escrita. Él deseaba tenerla lista para la conmemoración de la llegada de los europeos a nuestra América y lo logró, pero falleció en 1991 (primero de julio), antes de ver la caída del muro de Berlín. En 1988 ganaba yo por primera vez un concurso literario: el Primer Premio Nacional de Poesía del Servicio Civil para Empleados Oficiales, en Bogotá. Con ese poquito dinero que había ganado yo (y que procuré guardarlo ante todas las necesidades de un hogar en formación), y aumentado con la generosidad de mis primos Julio García Valencia (aquí presente) y Orlando García Portillo, publicamos la Introducción del Cuyanacentrismo, que apreció en junio de 1992, en Medellín (editorial Lealón, 71 páginas).


Hace unos años, sus hijos decidimos publicar de manera completa esas 406 páginas mecanografiadas del texto total. Sobrevinieron inconvenientes, el más grave la pandemia. Hoy, 24 de abril de 2022, en esta fiesta del pensamiento, como lo es la Feria Internacional del Libro de Bogotá, presentamos este ensayo filosófico de nuestro padre a la humanidad con una mezcla de humildad y cariño y, también hay que decirlo, de orgullo.

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